Llama la atención poderosamente que se esté hablando tanto sobre la educación, el nivel de competencia y preparación de nuestros estudiantes, la mejora del sistema, la conveniencia de hacer cambios, poner o quitar materias que son poco útiles para algunos o indispensables, según el bando político en el que se hallen situados, etc. Digo, llama la atención todo esto porque el asunto de la enseñanza, sobre todo pública, en España se viene utilizando como un arma arrojadiza por parte de nuestros políticos con resultados a la vista de todos: fracaso tras fracaso con un sinfín de reformas, cada cual peor. Lo curioso es que esta supuesta preocupación por la educación pública se manifieste en encarnizadas cruzadas para defender o atacar temas puntuales como si es o no adecuado dar Religión, Educación para la Ciudadanía, etc, y deje pasar por alto algunas cosas verdaderamente importantes y realmente vergonzosas, propias de un tiempo pasado, o eso creíamos. Circulan por las redes sociales algunos libros de texto, de educación primaria, de una conocida editorial, ligada a la enseñanza desde hace mucho tiempo -aunque después de lo visto debería dejar de estarlo- que ofrece a los alumnos una visión cuando menos particular de algunos hechos importantes de nuestra historia más reciente. Una historia, por otra parte, de la que muchos de nosotros nos avergonzamos, como de otras tantas hazañas de nuestra insigne patria. En concreto habla sobre dos de las grandes figuras de la literatura española del siglo XX, Federico García Lorca y Antonio Machado.
De Lorca, habla de su pasión por el teatro, sus obras y sus recorridos por los pueblos con su compañía de teatro, de su gran talento poético demostrado en el
Romancero Gitano y hasta de su viaje a Nueva York, gracias al cual escribió
Poeta en Nueva York. Hasta ahí todo correcto, en un lenguaje adaptado a los alumnos de
educación primaria, con apuntes breves y precisos. Lo incalificable viene al final de la página: “Federico murió, cerca de su pueblo, durante la guerra de España” (sic.). En el momento que entran en escena los temas políticos ya no importa la
educación, sólo la propaganda y el adoctrinamiento, la manipulación vergonzosa y rastrera y la podredumbre que ha llevado a este país a ser la vergüenza del mundo desarrollado. ¿Acaso el bueno de Federico se tropezó con una piedra, cayó a la cuneta y se desnucó? ¿Murió por causas naturales? ¿Cómo se permite desde el Ministerio de Educación algo así? ¿Pretenden que las nuevas generaciones crezcan sin conocer la verdad de estos episodios históricos que tanto incomodan a algunos? ¿No sería mejor explicar en qué consistía “dar el paseíllo” para que algo tan atroz como nuestra guerra civil y los hechos que la causaron no se volvieran a repetir?
Con Machado ocurre algo similar, habla de su vida, de sus comienzos, la influencia del folklore en su poesía, su trayectoria como académico, etc. Pero claro, como pasó lo que pasó, hacen prevalecer los asuntos políticos sobre los objetivo de la
educación y relatan textualmente: “Pasados unos años se fue a Francia con su Familia. Allí vivió hasta su muerte” ¿Que se fue a Francia? ¿A qué, a ver el Tour? En este caso se omite, con todo el descaro y la desvergüenza, que Machado tuvo que exiliarse, para él casi fue una huida, pues, de haberse quedado un poco más habría corrido la misma suerte que Lorca. Además, al poco tiempo de su salida del país fue encontrado muerto en la habitación de una pensión del sur de Francia, solo, sin dinero y mal vestido. Vamos, lo que pasa hoy con los intelectuales españoles, con la única salvedad de que ya no les matan, eso sí les abandonan a su suerte, despreciando su valía y obligados a emigrar en busca de un reconocimiento fuera que no obtienen aquí.
Junto a éstos, miles de intelectuales fueron asesinados o tuvieron que abandonar su patria, perseguidos por el Régimen Franquista, lo que dejó a España como una de las naciones más atrasadas del siglo XX y cuyas secuelas seguimos hoy padeciendo, más palpables en estos momentos con la crisis económica en que nos hallamos. No podemos permitirnos el lujo de que nuestras futuras generaciones desconozcan estos hechos, como tampoco podemos hacer de la educación un arma de manipulación para ocultar la miseria de los intereses políticos y económicos de algunos indeseables.