Que la lectura nos hace mejores, que no hay que dejar para mañana lo que puedas hacer hoy si aprendes a organizarte el tiempo. Que cuanto más aprendas, sepas, estudies y te formes, más lejos llegarás. Que hay que respetar a los mayores -simplemente, porque saben más de la vida, mira por dónde- y dejar las aceras a los más débiles. Que obedecer a la autoridad sin servilismos es prudencia y orden y que una mesa organizada es reflejo de una mente organizada.
Es decir: que aprendí desde bien pequeña que nuestra educación es reflejo de nuestra casa, por lo que somos imagen de nuestra familia y eso hay que cuidarlo.
Al alumno de la gorra esto no le gustó, y por lo que se cuece y menea en los interiores administrativos del Centro, a sus padres tampoco, que insisten a fecha de hoy en su ciega defensa numantina de la inocencia, buen gusto y mejor hacer de su retoño de casi veinte años -vergüenza me daría a mí que con veinte años mis padres hubieran venido a la Facultad a solucionarme el no saber asumir las consecuencias de mis actos... Como aquel padre que, ante el suspenso de su hija en un examen, decía que me iba a denunciar en la Inspección educativa porque mis criterios de calificación eran antidemocráticos y anticonstitucionales (le invité, por supuesto, a acudir a la Inspección, poner la queja que quisiese y remitirme la respuesta. Como no volvió, deduje que en semejante espacio de sabiduría educativa se habían dado cuenta que sigo la legislación vigente al pie de la letra...).
O, caigo ahora de un guindo aciago, igual es que les he llamado indirectamente maleducados. Mísera de mí, ay, infelice.
- Cualquiera les dice que a los diez mil numantinos de nada les sirvió aguantar tras sus murallas en el 134 a.C, pedir ayuda, patalear, dejarse morir: Publio Escipión, héroe de Cartago, arrasó la ciudad y esclavizó a los supervivientes: Roma educa, pero también castiga.
- Y para celebrar semejante evento paterno-educativo, inauguro una encuesta en el blog. No sea que yo esté equivocada.