Los orígenes del independentismo americano se remontan al siglo XVII, por un lado la difusión de las ideas de la Ilustración, por otro el ejemplo de la independencia de las 13 colonias y sobre todo por la propia estructura social de las colonias americanas. Los criollos controlaban las haciendas y las plantaciones, así como gran parte de la producción manufacturera y casi todo el comercio, que si bien se había ampliado a todos los puertos españoles desde 1778 aún excluía el comercio con otras naciones. Este grupo que representaba entre un 10 y un 15% del total de la población controlaba la casi totalidad de la economía pero estaba excluida de los grandes cargos de poder, ocupados por los españoles peninsulares. Los españoles que apenas representaban el 1% de la población, sin embargo, controlaban la inmensa mayoría de los cargos políticos y eclesiásticos de las colonias americanas. Por una parte eran envidiados por los criollos, pero a su vez tolerados para que defendiesen su supremacía económica de la inmensa mayoría de la población, indígenas, mulatos y esclavos. Sobre todo de los primeros verdadera mano de obra campesina al servicio de los criollos y siempre dispuesta a librarse se su dominio. La más importante fue la Tupac Amaru de 1780.
En los años previos a 1808 se fue difundiendo entre la élite criolla el ideal liberal, dándose los primeros movimientos independentistas con Miranda “El precursor”, Mariano Moreno o Simón Bolívar. Sin embargo, el cambio fundamental se produjo con la sublevación en España en 1808 frente a la ocupación francesa, se puede afirmar categóricamente que sin este factor la Independencia de las colonias españolas hubiese seguido un camino totalmente distinto.
El proceso puede resumirse en tres fases:
Primera fase: Al tenerse noticias de los sucesos de mayo en las principales ciudades americanas se fueron creando Juntas similares a las españolas, en nombre de Fernando VII que depusieron a las autoridades españolas que se mostraban afrancesadas. No hubo, pues, inicialmente, un movimiento independentista. No será hasta 1809 cuando, a raíz de la formación de la Junta Central, cuando determinadas juntas americanas comenzaron a no reconocer dicho poder. En 1801 llegaron las noticias de la campaña de Andalucía y el asedio de Cádiz, así como de la incapacidad de la Regencia. Entre marzo y septiembre de 1810 se fueron formando juntas revolucionarias en Caracas, Buenos Aires, Santa Fe de Bogotá y Santiago de Chile.
En general fueron las propias divisiones internas de los líderes criollos los que en esta primera fase dieron al traste con el proceso revolucionario. Las autoridades fueron recuperando el control paulatinamente a partir de 1813, haciéndose con el control de Bogotá, Caracas y Santiago, destacando la labor del virrey Abascal. Los líderes independentistas terminaron en prisión (Miranda, Nariño) o en el exilio (O´Higgings o Bolívar) El envío de un ejército de 10.000 hombres, al mando de Morillo, en febrero de 1814, fue decisivo para el restablecimiento del control peninsular en el Norte.
En Méjico Miguel Hidalgo, párroco de Dolores, fue quien en septiembre de 1810 dirigió la sublevación contra el nuevo virrey enviado por la Regencia. Mediante el Grito de Dolores solicitaba, el fin de la esclavitud, eliminación de tributos, abolición del régimen de castas, reparto de tierras, y fin de los monopolios mineros. Tal programa hizo que los criollos asustados recurriesen a los españoles para defender su posición de privilegio. Hidalgo fue detenido y ejecutado, al igual que su sucesor, el cura Morelos en 1815. Sin embargo, antes de ello convocó un congreso nacional en Anahuac que declaró la independencia.
Segunda fase: A partir de 1816 la restauración del absolutismo en España reavivó las ansias de independencia. El Gobierno español se veía incapaz de enviar las fuerzas que se reclamaban desde América, a causa de la quiebra financiera del Estado. En el Sur la escisión de la zona oriental bajo el liderazgo de Artigas (futuro Uruguay) no impidió que en el Congreso de Tucumán se proclamase la independencia de las Provincias Unidas de Sudamérica, futura Argentina, en 1816, bajo la figura de San Martín.
Por su parte Simón Bolívar reanudó las operaciones en Venezuela en 1816. La política represiva del virrey Morillo hizo que se incorporaran al movimiento independentista los indígenas. Tras la conquista de Angostura un congreso reunido allí proclamó la independencia de la República de la Gran Colombia, en enero de 1819, proclamando a Bolívar “el libertador” como presidente. En agosto derrotaría a los realistas en la batalla de Boyacá.
En 1814 un ejército al mando de Abascal recuperaba Chile. Sin embargo, en 1817 un ejército de refuerzo argentino dirigido por San Martín, atravesó los Andes y empezó la reconquista. La victoria en Carabobo permitió la toma de Santiago. En febrero de 1818 se aprobó el Acta de Independencia de Chile y Bernardo O´Higgings se convirtió en su primer presidente.
Tercera fase: Se produce a partir de 1820. Los dos grandes líderes militares San Martín desde el Sur y Bolívar desde el Norte convergieron sobre el virreinato del Perú, principal foco realista. Las tropas del nuevo virrey La Serna se encontraban divididas entre liberales y absolutistas. En julio de 1821 las tropas independentistas entraban en Lima y en abril de 1822 Bolívar entraba en Quito. En agosto de 1824 Bolívar recuperaba de nuevo Lima y se producía la decisiva batalla de Ayacucho donde el general Sucre derrotaba al virrey La Serna.
En Méjico la proclamación de la Constitución de Cádiz y las medidas revolucionarias impuestas desde España asustaron a los hacendados y la Iglesia. Cuando el general Agustín de Iturbide publicó el plan de Iguala en marzo de 1821, en el que garantizaba la independencia, la preeminencia de la Iglesia y la unión de todos los grupos sociales, recibió un apoyo generalizado. En tan sólo seis meses consiguió imponerse a las fuerzas realistas y en marzo de 1822 era proclamado emperador.
Como consecuencia de todo este proceso en 1825 tan sólo le restaban a España los diminutos territorios de Cuba y Puerto Rico, de su antiguo gran Imperio colonial. España pasaba a ser una potencia de segunda fila en el contexto europeo y los nuevos estados americanos se desangraban durante varias décadas en guerras entre ellos por delimitaciones territoriales, independencias y zonas de influencia económica.