Revista Opinión

La emigración de ahora y de siempre

Publicado el 17 enero 2014 por María Pilar @pilarmore

La emigración de ahora y de siempre

Helen Zarin

Sólo Felipe se quedó rezagado y sacando una navaja toledana talló una cruz en el tronco del chopo más cercano. Fijó su vista en la casa de piedra que se veía al otro lado del río, parecía ruinosa y estaba casi cubierta por la hiedra, pero el ruido renqueante que producía le confirmó que el viejo molino seguía en activo. Limpió la navaja pasándola por su pantalón de pana del color de la tierra seca, la cerró y se dirigió hacia el grupo. 
Al salir a zona más amplia para cruzar el puente románico de regreso, echó un vistazo a la era más cercana donde una mula grande y briosa, dirigida por un chaval cubierto con un sombreo de paja, daba vueltas tirando de un trillo.Un perro corría cerca y ladraba a los gorriones que levantaban el vuelo. La impotencia y un punto de rabia brillaron en los ojos de Felipe. Se sentó en una piedra  y apoyando la cara en una de sus manos, a la manera de El Pensador de Rodin, fue capaz de abstraerse del mundo exterior y reflexionar sobre la encrucijada en la que se encontraba en ese momento sin trabajo y sin futuro. No se movió hasta que tomó la decisión más importante de su vida: su boda programada para después de la cosecha, que la inundación había arrasado,tendría que esperar. Se marcharía lejos, muy lejos, donde pudiera comenzar una nueva vida. Argentina era el país de las oportunidades ¿por qué no iba a encontrar la suya? 

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