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“LA ENCOMIENDA” de Margarita García Robayo

Publicado el 25 abril 2023 por Marianleemaslibros
“LA ENCOMIENDA” de Margarita García Robayo
   Pasaje destacado"A mi hermana le gusta mandarme encomiendas. Es ridículo, porque vivimos lejos y la mayoría de las cosas se estropean en el camino. Lejos es una palabra demasiado corta cuando se traduce a la geografía: cinco mil trescientos kilómetros es la distancia que me separa de mi familia. Mi familia es ella. Y mi madre, pero yo no tengo ninguna relación con mi madre. Me parece que mi hermana tampoco. Hace años que casi no me habla de ella, aunque supongo que se sigue ocupando de sus cosas. 
Así que suelo recibir cajas perfectamente embaladas por fuera, pero embutidas en comida podrida. Yo permito que mi hermana me mande encomiendas porque decirle que no requiere una explicación que ella se va a tomar a mal, reafirmando para sí que la distancia me ha vuelto una persona displicente. Tras los años de ausencia y vínculos cambiantes, la estrategia más segura para mantener la armonía consiste en simular que entre ella y yo no hay mayores diferencias. Neutralizarnos. Eso supone un esfuerzo importante de lado y lado."

“LA ENCOMIENDA” de Margarita García Robayo Estoy que me salgo en eso de descubrir autores nuevos, o igual debería decir más bien autoras nuevas, pero creedme si os digo que no lo hago premeditadamente. Cuando en mi incansable búsqueda de posibles lecturas encuentro alguna que me resulta atractiva y que puede conseguir engancharme, me tiro de cabeza sobre ella (muchas veces me pego el batacazo, también es verdad) sin tener en cuenta el sexo del autor. Pero sorprendentemente, no hay más que echarles un vistazo a mis reseñas más actuales, para constatar que sin haberlo pretendido, los últimos-grandes descubrimientos literarios, vienen de pluma de mujer. 
Os cuento que en mi vida había escuchado hablar de Margarita García Robayo (Cartagena, 1980), y que no recuerdo porqué me hice con este libro, pero os adelanto que me ha fascinado. Me entero después de leerlo que García Robayo es una escritora colombiana autora de varias novelas: “Hasta que pase un huracán”, “Lo que no aprendí”, “Educación sexual” y “Tiempo muerto” y de varios libros de cuentos entre los que se destacan “Cosas peores”, ganador del Premio Literario Casa de las Américas 2014, del libro de microrrelatos “Las personas normales son muy raras” y del libro de ensayos “Primera persona”. Descubro también que su obra ha sido traducida a muchos idiomas y que hoy en día, vive en Buenos Aires.

La trama a grandes rasgos sin spoiler

Nuestra protagonista, colombiana de nacimiento y de la que nunca sabremos su nombre, trabaja en una agencia de publicidad y vive en el séptimo de un piso de la ciudad de Buenos Aires, en un país que no es el suyo. Cada quince días casi sin falta, también en los cumpleaños, charla con su hermana mayor, que sigue viviendo en el país de origen cuidando de la madre. Hablan regularmente por videconferencia, tienen conversaciones bienintencionadas y cortas, al final de las cuales, ella siempre anuncia que le está preparando una encomienda, cajas repletas de regalos que ella recibe puntualmente, con alimentos a veces podridos, fotografías antiguas, retazos de vida, de la vida de ambas. Le detalla los productos, y también le muestra los dibujos que le van a mandar sus tres sobrinos. Su hermana siempre parece tener la mente en otras cosas, en otras prioridades, y no hace demasiado caso a sus asuntos o necesidades. 
No le he explicado el trámite todavía y ella ya me está contestando que sí, que cómo no, que se va a poner en eso cuanto antes. Al igual que otras veces se muestra resuelta a hacerme favores que después olvida. Parte del chiste de ser la hermana mayor.

A la hermana pequeña le aterra la charla banal, esa banalidad inevitable en la que suelen caer sus conversaciones, en las que suelen caer las conversaciones que se prestan a ser rutinarias y obligadas por el único vínculo del parentesco.
Ahora mi hermana arruga la frente y desvía la mirada, lo que indica que está pensando en cómo llenar el bache en el que cayó la conversación. Esta es una instancia que me aterra. Lo que sigue es el vértigo, la caída en picada en la charla banal. Y yo no soy buena en eso. Soy mala, pero no porque me falte habilidad —puedo sostener larguísimas conversaciones banales con otros—, sino en el sentido de la vileza. El único antídoto que conozco contra la banalidad es la vileza. Nunca aprendí a ser compasiva con mi familia.

La narradora de la historia escribe y prepara su proyecto de beca a la que quiere postular para irse a vivir a Holanda. Escribe mientras su vida transcurre entre cuidar a León, el hijo de su vecina Susan, sus breves encuentros sexuales con Axel, su nuevo ligue, los desencuentros con su portero Máximo y las visitas de Ágata, la gata asesina que ha elegido su terraza para abandonar sus presas, palomas, ratas y demás cadáveres de bichos vivientes, la gata que el vecindario pretende endiñarle con la excusa de estar sola y no tener hijos.
Ágata circulaba por todos los departamentos, pero tenía una preferencia evidente por mi terraza. Cuando se planteó en la reunión del edificio si la gata debía ser adoptada por alguien o si debíamos dejarla circular a sus anchas (considerándola una mascota de la propiedad), todas las miradas se posaron en mí, cargándome con el peso de la decisión.

La última vez que ha hablado con su hermana, le ha contado que se va con su marido y sus hijos de crucero unos días y le habla del nuevo paquetito de turno que va a recibir, pero no le cuenta todo, no le cuenta que esta vez le envía en el pack, una gran, ¿incómoda, desagradable?, e inesperada sorpresa, por lo que deberá lidiar también con ese cambio repentino en su querida e inestimable rutina. Y hasta ahí puedo contar. . .
Los puntos fuertes de la novela
 El porqué del título: parece ser que en Colombia llamaban antiguamente “encomiendas” a las cajas que los emigrantes enviaban a sus países con regalos para los familiares, y en la actualidad, es lo que en España viene siendo recibir un "paquete". Las encomiendas que la hermana mayor envía a la pequeña hermana exiliada, son el hilo desencadenante de todo, porque en el último lote recibe también una misión, una responsabilidad, un encargo. Y esa misión es lo que propiciará esos recuerdos de infancia emergentes que comienzan a brotar del fondo de la mente, del corazón de nuestra protagonista.
 La historia está narrada en primera persona del presente, a veces en pasado, cuando a la narradora le surgen los recuerdos. Además de esa lejana proximidad que mantiene con su hermana, resulta muy curiosa la figura de la madre, la no relación con ella desde siempre, una madre compleja y difícil de comprender hasta para el lector, que a las hijas les resulta ajena y extraña porque prácticamente no las crio, porque de pequeñas las soltó en casa de la tía Vicky para que ella las cuidara.
Total, que esta señora es mi madre, pero yo no recuerdo la sensación de ser su hija. Y ese hueco en la sensibilidad no se parece al que dejan las canciones olvidadas —esas vuelven de la nada una tarde melancólica, enteras y vigorosas—. No sé bien a que se parece esta sensación, pero cada tanto, para explicármela, se me atraviesa un holograma de mí misma que me muestra un vestido que no reconozco, que no me parece ni lindo ni feo, aunque no lo habría elegido para mí. El holograma me dice: «Este vestido te encantaba, pagaste una fortuna por él, te sentiste una modelo cada vez que te lo pusiste.» Y yo, después de analizarlo cuidadosamente y constatar su inocuidad, contesto: «¿Ese vestido?»

Los temas abordados en la novela, son casi todos relacionados con la familia, con los padres, con las relaciones entre hermanas y entre madres-hijas
No solo le parezco una hermana desprendida, desdichada y displicente, sino una mujer soberbia. A ella tampoco le alcanza el parentesco, claro que no. En casos como el nuestro, llevarse bien no es una cuestión de magia o de química o de afinidad, sino de tenacidad, de tozudez, de trabajo tortuoso.

● La trama básica que subyace pero que a la vez lo cubre todo, es el parentesco, los vínculos de sangre que hay que mantener a la fuerza porque son eso, sangre de tu sangre. Y da lo mismo que las personas en cuestión no se entiendan, no se comprendan, no se necesiten, no empaticen entre ellas, porque lo único que debe importar es que forman parte de tu familia, y toca esforzarse por mantener a flote algo que no recuerdas desde cuando anda hundido.
Mi teoría supone que la conciencia del vínculo basta para convencer a las personas de que el parentesco es un recurso inagotable que alcanza para todo: unir destinos enfrentados, torcer voluntades, combatir deseos de rebelión, transformar mentiras en memorias y viceversa; o bien, sostener una conversación anodina. Pero no alcanza, al contrario. El parentesco es un hilo invisible, toca imaginarlo todo el tiempo para recordar que está ahí. Las últimas veces que vi a mi hermana me repetía a mí misma: «Somos hermanas, somos hermanas», como quien solo puede explicarse un hecho misterioso acudiendo a la fe.

● Pero también se indaga sobre esos silencios que enmudecen, ensordecen y desbordan a algunas familias, sobre esos vacíos que a veces inundan los afectos. Y sobre la identidad, ¿Quiénes somos? ¿Cómo nos ven los demás? ¿Cómo nos vemos a nosotros mismos?
Cuando todavía vivía con ella y nos quedábamos solas en una habitación, a mi madre le costaba hablarme. Me miraba raro y no decía nada. Yo no me sentía responsable de tener que generar ninguna charla: era la hija, era una niña. Así que nos quedábamos ahí quietas, estirando el silencio hasta que yo me aburría o me dormía, y ella aprovechaba para irse.

● De forma más superficial se tocan otros temas como la inmigración, el sentirse extraño en un país que no es el tuyo, el vecindario, esos molestos e insoportables vecinos que todos hemos sufrido en alguna ocasión, el cuidado a los demás, por las mujeres, porque salvo raras excepciones son ellas las que cargan con todo el peso de la atención y cuidados a los padres, ancianos, niños, animales. Y la pérdida de esa placentera rutina en la que nos dejamos envolver, en la que diariamente nos sumergimos y que puede desaparecer por arte de magia en cualquier momento. Una bendita rutina que no valoramos lo suficiente cuando la tenemos, pero que echamos tanto en falta cuando se nos ha ido.
En esta novela, tanto la forma como el contenido resultan interesantes. La autora escribe muy bien, pero lo verdaderamente destacable, es lo que consigue transmitirnos a través de sus palabras. Por algo Mariana Enríquez ha dicho de ella: «Creo que es la escritora que mejor escribe sobre la intimidad». Es cierto, estoy de acuerdo, hay mucha intimidad en esta obra, en esa voz femenina pensando en voz alta, expresando lo que siente, analizándose, haciendo constante autocrítica de lo que ha sido y está siendo su vida, intentando llegar a ciertas conclusiones.
Me arrepiento de tantas cosas que la sola enumeración se me apelmaza en la frente y me impide pensar. Me arrepiento de haber aceptado el encargo de la vaca, de haberme comprometido con la postulación de la beca, de haber permitido que me endilgaran a una gata necrófila. Me arrepiento de haber conocido a Axel, me arrepiento de haberme enamorado de Axel. Me arrepiento de no haber sido tajante con Susan: ustedes no entran en mi vida, ni en mi casa, ni siquiera en mi sillón. De lo que más me arrepiento es de no haber frenado a mi hermana con su letanía de encomiendas: si repaso todas las cajas que me ha enviado, es fácil darse cuenta de que me estaba preparando para esta última, la del golpe de gracia.

✔ Las preguntas que surgen inevitables mientras dura la lectura ¿La familia debe serlo todo? ¿Lo es todo? ¿Estás obligado a querer a tu hermano, a tus padres, a tus tíos, por encima de todo? No necesito reflexionar demasiado para saber mis respuestas. Para saber que en mi caso no, que para mí hay cosas mucho más importantes en la vida que algunos vínculos familiares. Me llenan más algunas personas con las que no guardo parentesco alguno pero que comparten conmigo mí día a día, personas que diariamente me entregan su cariño, de forma presencial o virtual, porque se puede sentir muy cerca en la distancia y muy lejos en la cercanía. Porque me aportan más esas amigas que me acompañan en el trascurso de la existencia porque quieren acompañarme, no porque se sienten en la obligación de acompañarme, porque la obligación, cuando no sale de dentro, termina matándolo todo, lo sé por experiencia. Resumiendo: "La encomienda" es una novela a mi parecer brillantemente escrita, intimista, que supura nostalgia, una novela de esas en las que puede parecer que no se cuenta nada, pero en la que realmente se cuenta mucho. Porque aquí, lo que cuentan son los momentos, los pensamientos, las emociones sentidas, porque aquí, lo que se nos muestra, son fragmentos de pura vida. 
Con qué rapidez se hace pedazos la cáscara de una rutina. Cualquier rutina, por sólida que sea, es arrasada por lo imprevisto.

¿Os recomiendo leer esta novela? por supuesto, porque esta lectura ha sido para mi otro gran descubrimiento más que estoy encantada de poder compartir con tod@s vosotr@s, porque me ha durado un suspiro y porque corroboto estas palabras de Leila Guerriero que describen a la perfección lo que he percibido, «Margarita García Robayo es un sofisticado sistema de capas… Tiene elegancia, tiene perfidia narrativa. Tiene un mundo dentro de la cabeza, y es un mundo complejo, lleno de aristas, de contrastes». ¿No os parecen suficientes motivos?Mi nota esta vez es la máxima, para variar, dicho sea irónicamente:
“LA ENCOMIENDA” de Margarita García Robayo

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