LA ENERGÍA MONÁSTICA La vida inmaterial, a la cual algunas consciencias ya se acercan, es preparada en la humanidad por la energía monástica. Hay casos en los que la sintonía de un ser con la vida monástica se encuentra en tal grado de consolidación, y ha madurado tanto, que él está preparado para asumirla íntegramente, incluso en los niveles materiales. También hay seres que, aunque estén claramente ligados con la consciencia monástica, no llegaron al momento de seguir sus patrones en la vida externa. La situación de esos seres se asemeja, simbólicamente, a la de una simiente que, en potencia, trae el árbol en sí y, sin embargo, puede inclusive no brotar nunca. Aun usando ese simbolismo, podemos decir que algunas simientes necesitan germinar en lugares donde puedan recibir mayor apoyo y atención, en caso contrario, no llegan a germinar, o se interrumpe su crecimiento. Por lo tanto, no siempre es una vida de reclusión la que ofrece las mejores condiciones para el desarrollo de un ser. Ese es uno de los motivos por los cuales tantos que tienen el ideal de la vida monástica no son conducidos a tal experiencia, pues para ellos lo más indicado es proseguir en un ritmo que les dé mayor soporte externo. Algunas veces, quienes ingresan en el camino interno no comprenden que ciertas etapas son necesarias para que en sí mismos ocurra una entrega más perfecta. Si asumiesen esas fases intermedias sin colocar obstáculos, toda su apertura se daría más libremente, y un día podrían llegar a no tener más expectativas sobre el tipo de vida y la tarea que habrán de realizar. Al trascender elecciones y preferencias, se tornan aptos para encontrar la esencia de sublimes energías y para ir al encuentro de la necesidad profunda de sus núcleos internos. Se pueden manifestar potenciales ocultos de gran valía si los aspectos humanos ceden lugar a la verdadera expresión espiritual. Mientras el individuo no concluye etapas grupales de servicio, no está liberado, inclusive kármicamente, para entrar en la consciencia monástica pura, que es plena dedicación a la fe y a la meta única e impersonal. No es por casualidad que, muchas veces, un verdadero colaborador del Plan Evolutivo prefiere trabajar a distancia del ser al cual está prestando auxilio. San Juan de la Cruz, ya en el final de su encarnación, procuraba mantenerse en soledad y silencio. Actuaba así no por repudio al mundo, sino por reconocer que esa es la manera más pura de estar en comunión con Dios, y que servir por medio de una acción invisible es más efectivo que hacerlo por medio de aquella que se expone a las vibraciones externas y más densas. Los puntos aquí presentados pueden madurar en la consciencia que se abre al silencio interior. Es básico que se acallen conceptos, comentarios o juicios, como también impresiones ya vividas, para que ella pueda percibir la realidad de una perspectiva más pura y libre. Fuente: A los que Despiertan, de Trigueirinho
