Foto de Lorenzo Shiavi
En nuestra moderna sociedad la enfermedad es un invitado indeseado que tratamos de sacar rápidamente de nuestras vidas. Intentamos aislarla, separararla, quitarla de en medio. Construimos enormes hospitales para meterla dentro y cuando no es posible contenerla la encerramos en casa para que nadie la vea. Cada vez tenemos menos tolerancia hacia ella y una ligera indisposición como un catarro, una diarrea o un dolor de espalda hacen añicos nuestra agenda y detienen la vertiginosa carrera con la que atravesamos la semana.
El enfoque oficial es claramente bélico. Médicos que combaten la enfermedad, cirujanos que luchan a vida o muerte, tratamientos inhibidores, bloqueantes o anti mil condiciones. Arsenales y armas diagnósticas y terapéuticas. Protocolos de erradicación o supresión. Biopsias con arpón, amputaciones, reconstrucciones, incisiones. Fármacos de toxicidad controlada y larguísimas listas de efectos secundarios. Hemos llegado a un punto en el que los tratamientos médicos son la tercera causa de muerte en Estados Unidos y hay más enfermos que sanos en las sociedades occidentales.
No siempre ha sido así. Otras culturas han sabido encontrar en la enfermedad un lenguaje, una forma de comunicación de nuestro cuerpo con nosotros mismos. Otras culturas han sabido hacer del tiempo de enfermar un tiempo de crecimiento, un itinerario de maduración. No voy a hacer apología de la enfermedad pero sí reflexionaré sobre la importancia que tiene para el que la padece dotarla de sentido. Para ello hace falta un profundo conocimiento personal, una sólida base de valores y el apoyo de la familia y la sociedad.
En algunos casos el lenguaje de la enfermedad es evidente. Si nos acostamos cargados de preocupaciones es fácil que nuestro sueño se resienta. Si comemos a gran velocidad y tragamos aire nos dolerá la tripa. Si tenemos un conflicto serio en el trabajo que no se nos va de la cabeza igual nos sentimos agotados. En otros casos el análisis es más complejo y no nos es posible encontrar una cadena casual. Puedo decir por experiencia que en la mayoría de los casos los problemas de salud son del primer tipo. Nos solemos romper por los mismos sitios, lo más frágil del ser humano suelen ser sus emociones, ideas y sentimientos. El cuerpo se suele resentir después.
Recuperar la escucha y el respeto por nuestros propios síntomas quizá sea una opción a considerar en una sociedad como la nuestra. Detenernos un momento a contemplar lo que nuestro cuerpo nos ofrece, lo que nos grita en forma de dolor o molestia. De alguna forma esos mensajes somos nosotros mismos, es nuestra propia voz que entona canciones que provienen de la frontera de los sueños, de un pasado remoto.
Nuestra sociedad está realizando en este tiempo un trabajo de parto que provoca oleadas de contracciones y cambios. Darnos cuenta de que las cosas no son siempre lo que parecen puede ser el primer paso para ir más allá y comprender que salud y enfermedad son las dos caras del ser humano que se asoma a su vez a la existencia con la luz clara de la vida y la oscuridad hermosa de la muerte.
Revista Salud y Bienestar
Sus últimos artículos
-
Breve análisis hermenéutico del videoclip BERGHAIN de Rosalía. Brief Hermeneutic Analysis of Rosalía's BERGHAIN Music Video. 《罗莎莉亚 BERGHAIN》音乐录影带的简短诠释学分析
-
¿Estamos perdidos? Are we lost? [我们迷失了吗?
-
El reto de la deshumanización ante la guerra. The Challenge of Dehumanisation in the Face of War. 面对战争,去人性化的挑战
-
Inteligencia artificial en Atencion Primaria, ¿empezar por el tejado? Artificial intelligence in Primary Care – Should we start with the roof? 基层医疗中的人工智能——我们是不是应该从屋顶开始?
