Publica El Mundo una información titulada Las guías de la discordia en la que pone en duda cómo se hacen las guías oficiales sobre las enfermedades. Estas guías luego las utilizan muchos médicos para tratar y recetar sobre una patología. La polémica se ha servido a raíz de la publicación de una Guía sobre osteoporosis (rotura de los huesos que tiene que ver con la edad). Un médico bloguero Rafa Bravo ofreció la susodicha con un comentario mordaz en su blog que tituló El día de la bestia. Como él mismo me explica:
“La verdad es que el post era bastante corto e inocente, tienen más enjundia los comentarios que se fueron añadiendo a posteriori“.
En efecto, algunos profesionales sanitarios que fueron consultados por la Agència d’Informació, Avaluació i Qualitat en Salut (AIAQS) de Cataluña, el organismo encargado de elaborar la guía a petición del Ministerio de Sanidad, expresaron e ¡a modo de comentarios a la noticia en el blog su descontento porque sus minuciosas aportaciones críticas con el borrador del documento no se habían contemplado. A su juicio, con esta guía, el Ministerio avala la medicalización de la menopausia pues se asocia a ésta la osteoporosis y se crea la sensación de que todo el mundo tiene que medicarse.
La polémica sobre quién está detrás de quien escribe las guías clínicas viene de lejos. El panel de redactores y consultores de estos documentos suele estar plagado de profesionales que han trabajado, trabajan o trabajarán para las farmacéuticas interesadas en que se dé a conocer determinada enfermedad para que así se recomiende su tratamiento para la misma, que es para lo que sirven las guías clínicas.
Este caso no ha sido la excepción. Miren el Anexo 6. Declaración de interés, del documento del Ministerio. En él podemos encontrar a las siguientes personas y sus conflictos de interés declarados:
Cristina Carbonell ha recibido financiación para asistencia a congresos y honorarios como ponente/consutora de Lilly, Amgem, Roche y Merck Sharp & Dohme; Joan Cebamanos ha recibido honorarios como ponente de Merck Sharp & Dohme; Adolf Díez ha recibido honorarios como consultor de Roche, Lilly, Amgen, Procter & Gamble y Sanofi Aventis y ha participado en ensayos clínicos que recibieron ayuda económica de Amgen, Lilly, Organon y Roche; Carmen Gómez Vaquero ha recibido financiación para asistencia a congresos y honorarios como ponente/consultora de Lilly, Novartis, Roche, Merck, Sharp& Dohme y Procter & Gamble; Nuria Guañabens ha recibido financiación para asistencia a congresos, honorarios como ponente y consutora de Roche, Novartis, Amgen, Merck, Sharp & Dohme y Lilly; Misericordia Guinot ha recibido honorarios como ponente y ha participado en ensayos clínicos que recibieron ayuda económica. Joaquín Calaf, ha recibido honorarios como consultor de Merck, Sharp & Dohme, Procter & Gamble, Lilly, Bayer-Schering y Servier.
Entre ellas apenas conozco a Nuria Guañabens. Me la topé cuando investigaba para el libro Traficantes de salud. Cómo nos venden medicamentos peligrosos y juegan con la enfermedad la comercialización de la osteoporosis como enfermedad, cuando no es tal sino un factor de riesgo. En concreto publiqué unas declaraciones de Guañabens a favor de la medicalización de este factor de riesgo y en general de la salud de la mujer que les reproduzco:
En una entrevista realizada a la doctora Nuria Guañabens, del Área de Reumatología del Hospital Clínico de Barcelona, se le formuló la siguiente pregunta: “¿Por qué no se hacen densitometrías a todas las mujeres?”. Respuesta de la profesional: “El problema que hay es que la población en riesgo de osteoporosis es muy elevada (…) si se hace la densitometría pero sólo se va a recomendar leche y sol, pues no hacía falta. Hay que recetar fármacos adecuados. Por eso se recomienda seleccionar a la población que tiene un mayor riesgo de padecer fracturas”.
Entonces yo comentaba:
“Hay que recetar. Buscar dolencias, facilitar las pruebas de detección, encontrar clientes”.
Hoy tengo más claro porqué esta mujer hace declaraciones como esa, sabiendo como debe de saber que además no existe evidencia científica sobre las pruebas de medición de la densidad ósea, las denominadas densitometrías. Y que los medicamentos que están promoviendo con estas guías son los bifosfonatos que están causando necrosis de mandíbulas (en Estados Unidos han comenzado los juicios, hay unos 1.000 casos pendientes, y en España ya ha habido uno).
¿No les parece que para hacer un guía de este tipo, con financiación pública, se debería exigir previamente que los participantes no presenten ningún conflicto de interés? Así nos aseguraríamos que no son las farmacéuticas las que hacen las guías. Tampoco entiendo bien cómo puede ser que se haga una guía clínica sobre un factor de riesgo, no una enfermedad y que su tono general sea en favor de la medicalización del presunto problema, salvo que sea por ocultos intereses o no tan ocultos.
Más info: Los libros Traficantes de salud y La salud que viene, en el que he vuelto sobre el tema de la invención de enfermedades y pongo como ejemplo la osteoporosis.