Desde tiempos inmemoriales buscamos reconocimiento a nuestras acciones, pocas obras se hacen de manera absolutamente altruista y, aunque hay pasos que se dan solo por la superación personal, lo cierto es que muchos otros solo se esconden bajo ese lema. Sincerándote contigo mismo sabes que no habrías puesto tanto empeño de no saber que al final, en la línea de meta iba a haber alguien esperando con tu medalla o un aplauso para ti, que amigos y familiares se sentirían orgullosos y reconocerían tu mérito.
Extrapolamos esa sensación de éxito a cada momento de la vida cotidiana con la llegada de las redes sociales. Y ya nada ocurre si no tiene un “like”. Se ha hecho importantísimo hacer ver a tus contactos (que ya no amigos), no ya tus logros o tus triunfos, también lo que disfrutas de tus vacaciones, de tus conciertos, de tus reuniones con amigos y de tu vida en general, en instantáneas que tienden a exagerar lo bien que lo pasas.
El llamado postureo ha existido siempre, el quedar bien, buscar la aprobación de los demás, hacerles ver que respondes a valores y preceptos estipulados, como cuando tu madre te decía “recoge bien todo tu cuarto, que hoy tenemos visita”, y tú la mirabas y pensabas, “pero si yo soy así, con mis zapatos tirados y mi armario cerrado a presión, ¿por qué me tienen que ver todo ordenado como si fuera alemana?” (mientras ibas y lo recogías). Facebook es como la cara que enseñamos a las visitas. Somos ordenados, sonrientes, felices, divertidos, tolerantes, sensibles, y Paulo Coelho todos.
No todos, pero hay quien se llega a deprimir si su foto de musculitos o de escote con morritos no alcanza los 100 dedos gordos hacia arriba. Es para sentarse a pensar. Pero sentarse con las piernas mirando al mar para tener algo que subir a Instagram.
No solo pasa con las fotos. ¿No has leído alguna vez textos en el muro de alguien con la sensación de estar invadiendo su intimidad? Mensajes privados escritos en público para que todo el mundo se entere de lo mucho que “nos queremos” o “nos odiamos”. Los peores, para mí, los que van a quien se dé por aludido, aunque los dirigidos expresamente a bebés o a seres fallecidos también me dan mal rollo, yo sé que es solo una forma de escribir, pero “abuela, te quiero. Aunque ya haga 8 años que te fuiste, sigues entre nosotros”, ¿qué es eso?
Aunque, por suerte, nacimos en libertad y cada uno puede usar su facebook como quiera, puede subir lo que quiera para buscar sus “likes”, o para que lo vea su tía, la de Cuenca, incluso es libre de compartir esos textos o vídeos de bebés con tumores o desgracias que dicen que “te harán llorar”, así como de hacer clik en la parte superior de cualquier contacto y darle a “unfollow” (“dejar de seguir”). :like: