La otra noche se puso en TVE la grabación de la entrevista que Jesús Hermida le hizo al Rey, o viceversa. Ya se ha hablado mucho de si la entrevista estaba preparada (obvio), de si hubo ensayos, tomas falsas y cortes (evidente), de si las preguntas evitaban temas peliagudos (indudable), de si Jesús Hermida se mostró empalagoso, lisonjero, engolado y prolijo (normal), de si don Juan Carlos parecía más viejo (lógico), o de si estas campañas de imagen pueden resultar contraproducentes (elemental). Pero yo he querido fijarme en un detalle, justo al final de la entrevista, en la despedida, que me resultó sorprendente e incomprensible. Y sobre eso he escrito este soneto.
Entiendo que ensayaran previamente;
que hubiera tomas falsas y problemas,
y entiendo que al decir ciertos fonemas
sonara el Rey confuso y balbuciente.
Entiendo que no fuera conveniente
hacer insinuación de algunos temas,
y entiendo que extremara sus zalemas
el viejo periodista complaciente.
Entiendo que a la gente de la corte,
tal vez porque es costumbre, no le importe
que empapen las alfombras con la baba.
Pero no entiendo que, en la despedida,
le diera el Rey las gracias al Hermida
por la oportunidad que le brindaba.
Sin comentarios. (tomado de Libertad Digital).