Roberto Hernández Montoya
¿Qué ocurre en la intimidad de quienes pasan esos tres segundos con el presidente Chávez? Ver a cualquier persona muerta es una experiencia indeleble, pero en este caso no se trata de cualquier persona. Es nada menos que Hugo Chávez, quien no deja a nadie indiferente, para bien o para mal. Quienes pasan esos tres segundos con el Comandante, lo aman tanto como para invertir 10 o más horas en la fila, bajo el sol o en la noche entera, en sillas de rueda, entre cantos, llantos, risas, conviviendo fraternales durante lo que no es cualquier trozo de vida.
Al final viene el clímax de la experiencia: contemplar a Chávez fallecido, es decir, todo lo contrario de ese torrente de vida que siempre fue: Chávez música, Chávez libros, Chávez poesía, Chávez política, Chávez historia, Chávez cine, Chávez fiesta, Chávez amor, Chávez cultura, Chávez pueblo, Chávez anécdota, Chávez leyenda, Chávez savia nacional, Chávez Latinoamérica, Chávez mundo, Chávez en sus inagotables dimensiones. El hombre que satura las venas de Venezuela y luego del mundo, tanto de quienes lo aman como de quienes lo odian, apasionadamente en ambos casos. Es inagotable el caudal que las personas reciben en esos tres segundos de exposición. Imagina lo que eso entraña para niños y niñas que la gente lleva y alza para que lo vean. Y ya no es experiencia de multitud, sino individual, uno por uno, una por una.
En esos tres segundos se persignan, se llevan la mano al corazón, le hablan, hacen el saludo militar, lloran, lanzan besos o simplemente pasan, pero nadie se queda indiferente porque no era hombre indiferente. Esos tres segundos son toda una época, como la Época de Planck (
es.wikipedia.org/wiki/Época_de_Planck). No osaré decir qué pasa en esa era, porque depende de la estructura espiritual cada quien; solo me limitaré a señalar el pacto inextinguible que se sella en esa era gigante. ¿Cómo romper ese lazo de fervor que se traba y trama entre el dirigente y su pueblo? ¿Cómo dejar de ser su gente después de esa etapa? ¿Qué fuerza se necesitaría para romper ese vínculo épico? ¿Cómo disolver esa conexión con la gloria, con la epopeya? Porque ahí se agolpan los siglos de sufrimiento bajo la injusticia, la traición, la perfidia, traición de Páez, Gómez, Betancourt, Caracazo, 4F, «por ahora». Se agolpa la relación de aquella increíble victoria electoral de 1998; la Muerte y Resurrección de 2002 durante el Golpe; la resistencia homérica al Paro Patronal y Sabotaje Petrolero de 2002-3, cuando cocinamos quemando muebles, cuando el odio opositor nos negó el alimento, el combustible, el béisbol y las Navidades, por primera vez interrumpidas en 2002 años de historia cristiana, en complicidad con la jerarquía de la Iglesia de Cristo, nada menos. Las ya no sé cuántas experiencias electorales, la derrota de la Reforma. Todo eso y mucho más se vivió con Chávez, “you are a donkey, Mr. Bush,” «¡huele a azufre!», el «¿por qué no te callas?» proferido por el sucesor del Rey aquel que Bolívar derrotó. El duelo por Chávez del Príncipe de Asturias, sucesor de aquel mismo Rey. La visita de los jefes de Estado, el llanto de Alexander Grigórievich Lukashenko, de Mahmud Ahmadineyad. El llanto del mundo. Todo eso y mucho más se sacude en la mente de quienes transitan por esa era de tres segundos.
Miguel Ángel Pérez Pirela ha dicho que esa comparecencia multitudinaria ante el féretro es un milagro. Tomaré palabras de José Ignacio Cabrujas para decirlo: qué días tan 19 de Abril y tan 5 de Julio estamos viviendo. Solo funerales como los de Victor Hugo, Gardel, Evita o Pedro Infante pueden comparársele. Esto no es un momento cualquiera de la República, esto es un momento estelar de la humanidad, como decía Stephan Zweig. Porque ¿qué otro jefe de Estado era más crucial en el mundo? ¿Cuántos siglos habrá que esperar para ver a otra persona como Chávez?
¿Cuánta energía de odio necesitará la oposición para romper ese pacto de amor y de combate?