Revista Psicología
Siento fascinación por las similitudes y las diferencias. Me gusta “unir puntos” buscando el patrón que les dé forma. Algo así como trazar líneas imaginarias entre ellos descubriendo una figura sobre el vasto fondo.
Lo curioso es que cuando atiendes a lo diferente, observas que se acaba asemejando a otro igualmente diferente, y por tanto, uniéndose a él como similar. Entonces me cuestiono lo auténticamente distinto, aunque puedo percibir lassimilitudes diferentes y las diferencias similares.
Estoy hablando de tipos de personas, de cosas, de objetos que se asemejan o difieren entre sí, hablo de ideas que parecen distintas pero no lo son, hablo de prejuicios que por distintos que sean, tienen en común que lo son, hablo de ideas preconcebidas, hablo del ser humano y de su confusión en el modo de “ordenar el mundo”.
Básicamente ordenamos el mundo en dos categorías: similar o diferente. Aunque no atinamos mucho en “encasillar” correctamente, quizás, porque buscamos diferencias donde hay similitudes. A eso me refiero.
Lo gracioso del asunto es que nos enzarzamos en una incesante búsqueda de la diferencia en lugar de atender a lo que nos une. En el plano individual, las personas suelen desear “destacar” sobre el resto, mostrar su identidad única y “sobresaliente”, saberse reconocidas, admiradas y señaladas como “especiales y distintas”.
Honestamente, lo somos. Cada ser humano es único e irrepetible, sin embargo, buscamos insistentemente ese reconocimiento en los demás. ¿No es extrañamente absurdo?
Luego, siendo genuinamente distintos, obramos de forma similar en lo erróneo: mucho patrón de repetición y poca originalidad. Nos dejamos conducir por los prejuicios aprendidos, por los aprendizajes condicionados, por las experiencias vividas que interpretamos según nos enseñaron, por las ideas preconcebidas acerca de lo que se supone debemos hacer en la vida, cómo comportarnos, qué sentir, qué pensar...Aceptando como Verdad lo que sin duda no lo es. Sin cuestionarnos, repitiendo mecánicamente lo que hemos aprendido.
Probablemente ésta sea nuestra miseria, ¿y quizás sale de ahí ese ansia por “destacar”? ¿A quién beneficia? El anhelo por “la diferencia” ha sido el germen de muchas batallas, pero también la suerte de grandes logros.
La erótica de la diferencia es el deseo de ser “oveja negra”, por distinta, no por oveja...
Pero son tantas las pretendidas ovejas negras, que juntas forman un enorme rebaño, por tanto, podríamos decir que es una multitud que se une en la similitud de querer ser diferentes.
Paradojas del ser humano...