Siempre es una dolencia transitoria; pero es dolencia, al fin y al cabo. Un trastorno que me lleva a distraerme de mis obligaciones más perentorias para entregarme al placer de una lectura menos apremiante o al solaz de un paseo de una hora exacta, convencido de que cualquiera de estas dos actividades, o ambas consecutivamente, me servirán para afrontar con mejor ánimo y mayor clarividencia las tareas urgentes. Y así transcurre todo, con no pocos remordimientos. Hoy se me ha cruzado La escapada, la novela de Gonzalo Hidalgo Bayal (Barcelona, Tusquets Editores, 2019). No, no me he dado al abandono; tan solo he leído las páginas suficientes como para saber que me he traído a casa una de esas novelas que me entusiasmarán. Y me he acordado de lo que escribió Enrique García Fuentes como reseña de esta obra en el diario Hoy (sábado, 16 de marzo de 2019, pág. 45): "[...] La escapada se convertirá en la novela favorita de cualquier profesor de lengua y literatura que se precie, entre otras cosas, porque sabrá asumir que esa es la que hubiera dado la vida por escribir". Creo que esta vez esa exaltación superlativa de siempre de Quique va a concordar con la mía de siempre. La escapada, además de un título faulkneriano, es muy semanasantero, y así se va a quedar, porque podría haberme acompañado a un viaje para salir de aquí u ocuparme con él estos días de recogimiento obligatorio -como va a ser-, con tareas pendientes, entre turutas y tambores debajo de mis balcones; así que prometo leer algo del encuentro de Bayal con Foneto cuando pase por mi calle esta noche la Franciscana Hermandad Penitencial y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de La Salud en su Injusta Sentencia y María Santísima de La Estrella y Seráfico Padre San Francisco de Asís, que estas cosas siguen pasando. Ay.