Revista Diario

La esclavitud de la hipoteca

Por Belen
Con los tiempos que corren rara es la familia que no tiene una hipoteca interesante y en muchas ocasiones asfixiante. Los precios de las vivencias, algo que es un derecho por cierto, se han desorbitado tanto que han obligado a asumir "contratos" indecentes con los bancos.
Y para muestra, mi caso. Nuestra casa la compramos en marzo del año 2000, hace 10 añitos de ala. Es un piso de 3 dormitorios, 80 metros cuadrados, un baño. Está en un bloque antiguo, más de 30 años y no tiene ascensor. Nos contó 14 millones y medio de pesetas. Necesitaba reforma. Seis años más tarde mis vecinos de enfrente compraron el piso (igualito al mío) por 216.000 euros (unos 36 millones de pesetas). Tela la diferencia, ¿no?, más del doble. En solo seis años el mundo inmobiliario ha revolucionado las economías familiares. Por tan solo seis años de diferencia yo tengo una hipoteca casi pagada, mientras que mis vecinos están algo ahogados en estos momentos.
Gracias a mi insignificante hipoteca he podido darme el lujo de dejar de trabajar, criar a mi hijo, y no me asusta la posibilidad de no encontrar trabajo fácilmente. Otras familias se ven obligadas a hacer peripecias con el sueldo, ni de casualidad pedir reducción de jornada o excedencia para el cuidado de los hijos.
Así que partiendo de esta premisa, ¿por dónde pretenden que hagamos la tan (mal) nombrada conciliación laboral?. Insisto, yo he podido hacerlo, pero no muchos pueden. Es cierto que nos hemos apretado el cinturón, es cierto que muchas familias podrían hacerlo pero prefieren seguir con un tren de vida por encima de sus posibilidades. Pero la realidad es que muchos padres y madres viven con lo justo a pesar de tener sueldos decentes y el banco se lleva la mayor parte. Es triste y patético. Patético que se haya permitido llegar hasta este extremo.
Pero también os diré una cosa. Yo me he conformado con poca cosa, porque nuestra situación económica podía haber sido mucho peor. Muchos fueron los que nos comían la cabeza preguntándonos por qué no nos íbamos a un piso mejor, total, la casa casi pagada.... pues no entendían por qué no nos metíamos en un piso nuevo, con más comodidades (trastero, garaje, ascensor). Nosotros que somos cautos y poco ambiciosos preferimos esperar. Y casi caemos en la trampa, todo hay que decirlo, pero en el último momento nos contuvimos y decidimos esperar. Y, ¡bendita la hora!. Si hubiésemos dado ese importante paso seguramente estaríamos con el agua al cuello, yo no hubiera podido dejar de trabajar aunque eso sí, el banco estaría la mar de contento.
Y no, no penséis que mi marido tiene un super trabajo, y que gana una pasta gansa, y que no sabemos lo que son problemas, porque no es cierto. Yo aún cobro paro, por poco tiempo ya, y nos quedaremos con un solo sueldo en casa, pero no pasa nada. Todo está planificado, al detalle. Y no os voy a decir que es fácil, no lo es, pero sí es posible. Posible eso sí cuando el banco no está esperándote con una guadaña.

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