Revista Coaching

la esclavitud del tener vs la libertad del hacer

Por Bitacorarh

la esclavitud del tener vs la libertad del hacerlas vacaciones son una delicia!!!, cada vez que las disfruto me doy cuenta de lo importantes que son en nuestras vidas. Las vacaciones nos acercan a lo que nos gusta hacer. La libertad de hacer. Y eso te ayuda a recordar si en lo qué trabajas te hace sentir cosas positivas.

Siempre hemos sido libres para hacer lo que nos gusta hacer. Hacer para tener. Ese era el orden. Se hacían cosas para conseguir otras. Cazábamos para comer, cultivábamos para comerciar y poder tener un poquito más, construíamos para vivir, ... pero esta tendencia natural se ha invertido. Hoy en día decidimos primero qué es lo que queremos tener, cuando lo tenemos claro decidimos que tenemos que hacer para conseguirlo. La dictadura del hacer pierde en pos de la esclavitud del tener.

La teoría de Maslow es perfecta para explicar esta realidad. Cuando no teníamos nada, vivíamos para sobrevivir. Comer, beber, existir, ... eran las tareas primarias, ellas nos llevaban a una acción cuyo objetivo era satisfacer las necesidades más básicas. La tarea nos tenía absortos en actividades vitales. A medida que fuimos cubriendo estas necesidades de manera sistemática comenzamos a pensar en cosas nuevas. ¿Por qué no vender y comprar otros productos?. Comenzamos a comerciar para tener algunas comodidades. Tanto necesidades básicas como comodidades pasaron a conformar la base de la famosa pirámide de Maslow. Poco a poco hemos ido adquiriendo la fea costumbre de incorporar, de manera casi automática, todas esas comodidades a nuestras necesidades básicas. Recientes encuestas demuestran que la gente prefiere comer un poco peor que dar de baja la línea de internet.

Esta tendencia es complicada y peligrosa. Lo que ocurre, es que comenzamos a considerar elementos triviales como cosas de primer nivel de necesidad. Lujo, comodidad,   descanso, ... bienes que tienen un precio, un precio como el resto de cosas que te puedes encontrar en el supermercado. ¿Estás dispuesto a pagarlo?. Lo que está claro es que el precio lo pones tú. Y la manera de calcularlo es sencilla.

Me ayuda imaginarme decidiendo a qué me quiero dedicar. ¿En qué pienso?, en lo qué quiero tener fruto de mi trabajo: ¿un gran coche?, ¿un piso de escándalo?, ¿unas vacaciones en sitios paradisiacos?, ... O pienso en lo qué me gusta hacer. Dedicarme a lo que realmente me guste. Seguro que no es la manera más rápida de ganar dinero, también estoy seguro de que no es un camino de rosas. Sin duda es una apuesta de futuro. Un proyecto de vida que conduce a grandes cosas. Nos llevará a tener, pero construyendo desde el principio.
Cuando el cálculo del precio lo hacemos al revés, la probabilidad de problemas se incrementa. Si pienso en “tener”, y dejo que “tener” decida, lo que tendré es prisa. Las prisas no suelen ser buenas compañeras. La prisa lleva a la precipitación. Y además, lo que tiene la prisa es que es subjetiva. Al apresurarnos dejamos que el “tener” decida por encima del “hacer”. Y esto puede resultar fatal a la hora de decidir en qué trabajar, porque esa prisa convertirá el “hacer” en una esclavitud. Una esclavitud no tan diferente de esa que nos ponen los medios en el tercer mundo. Lo que importa es poder pagar la factura del paquete de bienestar que hayamos escogido. Si para ello tengo que estar todo el día haciendo algo que me aburre o estresa ... da igual. Los soporto diciendo: “gajes del oficio”. Ese camino lleva a la frustración, a la depresión, a la venta del alma al diablo. Nos aleja de lo que nos gusta hacer, y en lo que por tanto podríamos destacar con mayor facilidad.
La otra opción consiste en saber cuál es el precio de las cosas. Hacer lo que sabes y te gusta hacer, y que eso te lleve por el camino correcto.

Las dos opciones llevan a tener lo mismo. Ahora bien, el precio es diferente. La opción más cara paga el ahorro de tiempo; la opción más barata, lo es, por incluir más dificultades ... pero dejar un mejor sabor de boca. La decisión ya es un tema personal ....


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