En 1926, la Sociedad de Naciones decidió construir un edificio en Ginebra como su morada definitiva. Para decorar una de las salas del Palacio, el gobierno de la República de España en el exilio, asesorada por Salvador de Madariaga, ofreció la colaboración del gran artista catalán José María Sert. En la gran sala “Francisco de Vitoria” (Sala de los Consejos) para 500 plazas, frente a los grandes ventanales sobre el Mont Blanc y el lago Léman, se extiende, en tres muros y en el techo, los 495 metros cuadrados de pinturas que el pintor ejecutó al óleo sobre tela en su taller de París de 1935 a 1936. Sert emplea tres colores solamente: el fondo de oro de los tapices, el sepia de las figuras y el del mármol de las grisallas. Algunos críticos consideraron la Sala como la equivalencia moderna de los frescos de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina.
De todas las imágenes quiero rescatar tan sólo la denominada “La lección de Salamanca” (techo) y que ha servido de portada del libro de mi gran profesor salmantino, Daniel Sánchez y Sánchez. “Catedral y Universidad en Salamanca. Testimonio de una relación secular” (Publicaciones del Cabildo Catedral de Salamanca 2, Salamanca 2004)
Los brazos de cinco gigantes, por los cinco continentes, se enlazan formando la clave de bóveda que simboliza la unidad de la Humanidad. Debajo, el gran teólogo P. Francisco de Vitoria, O.P., sobre el globo terráqueo, esparce su enseñanza, que escuchan obispos con sus mitras, frailes, estudiantes con sus capas e hidalgos sobre sus cabalgaduras, ataviados con chambergos o casacas. El Derecho Internacional que el padre dominico fundamentó en la Universidad de Salamanca en la primera mitad del siglo XVI, en pleno Renacimiento y Humanismo, cuando catedral y universidad estaban unidas y diferenciadas, es la base de la convivencia de las naciones. Al fondo el cielo, y, destacándose sobre el oro, el símbolo de la torre campanario de la catedral de Salamanca.