Se cumplen por estas fechas el séptimo aniversario de la llegada a Madrid de un habitante despistado. Un nuevo vecino que aterrizó en el centro de la ciudad, muy cerca de la Calle Mayor y que pronto suscitó muchos comentarios sobre su presencia. Una escultura diferente y original. Hablemos de ella.
Cada vez que paseo por el centro de Madrid con algún nuevo visitante le digo lo mismo, le sugiero que en vez de mirar tanto a ras de suelo, le invito a que de vez en cuando alce la mirada a las alturas.Allá podrá distinguir otra ciudad totalmente diferente. Decenas de esculturas que darían para un museo por sí solas aguardan silenciosas con el único consuelo de robarnos una mirada.
Una de ellas está en la Calle Milaneses, número 3, junto a la Calle Mayor (para que os ubiquéis más fácil, a la altura del Mercado de San Miguel) y lleva allí desde enero de 2005, cuando los propietarios del edificio le pidieron a su autor, Miguel Ángel Ruiz, que hiciera para ellos una escultura que adornase el edificio. En todas las demás obras que coronan Madrid vemos a sus protagonistas firmes, posando para la posterioridad con actitud solemne, nada que ver con la obra que hoy nos ocupa.
Aquí apreciamos un hombre con alas colocado boca abajo que acaba de chocar con el edificio, con la cabeza doblada hacía atrás consecuencia del brutal impacto y las piernas torcidas por las fracturas. Somos testigos de un accidente que acaba de suceder ¿Qué explicación tiene? Su propio autor lo resume así: “Hace 10.000 años, un hombre alado sale a dar una vuelta, y al volver, volando tranquilamente de espaldas, mientras toma el sol, no se percata de que, en el prado que aterriza siempre, ha crecido toda una ciudad”.
“Hace 100 años, cenar un día en Nairobi y desayunar al siguiente en Madrid, habría parecido cosa de marcianos. El tiempo es sólo un concepto cerrado por el lenguaje. Abrámoslo. ¿Por qué no creer que, en otro tiempo, un tipo tarda miles de años en ir a por el pan?”, explicaba Ruiz a El País.
La obra de 300 kilos de peso y realizada en bronce es una de las más originales que tiene Madrid en sus azoteas, para muchos para inadvertida pero una vez que la ven, no deja indiferente a nadie. Es entonces cuando empiezan las pesquisas sobre su identidad, algunos piensan que es el Ángel Caído y otros que representa a Ícaro. Ambas respuestas son incorrectas, esta obra ya tiene nombre y apellidos propios: “Accidente aéreo”.