Revista Opinión

La España actual

Publicado el 06 enero 2020 por Carlosgu82

Desde la aparición de Vox se viene hablando de forma reiterada de la Guerra Civil, y quizás hoy, como entonces, es lo que estos seudopatriotas buscan. Un enfrentamiento. Dividir a España. Porque recordemos que tanto en aquel momento como hoy, la causa del conflicto no viene dada por las tensiones sociales, ni tan siquiera de forma primordial, sino por factores manipulativos predominantemente políticos.

Este agente político resultó tanto o más importante que lo social, y se puede ver perfectamente de manera muy simple. La Constitución de entonces, como la de hoy, favorecía la inestabilidad, porque no generaba la posibilidad de un área de consenso común; la ley electoral primaba en exceso las mayorías y las coaliciones heterogéneas; los partidos políticos eran entidades personalistas y escasamente organizadas en torno a programas; había, además, como vemos hoy, un polipartidismo y una polarización que no contribuye a la convivencia; y por si fuera poco, al sistema de partidos nacional se sumó la circunstancia de los nacionalistas que lo complicó aún más. Los partidos actuaron, como se actúa hoy, con suma deslealtad, de modo que tanto la derecha como la izquierda republicanas conocieron la corrupción en sus filas y no la denunciaron.

Y cuando parecía que se estaba olvidando aquel periodo trágico de nuestro pasado histórico, aparece nuevamente de forma lenta, como resultado de la aparición de la ultraderecha con su pensamiento vetusto de un pasado familiar, religioso y de orden, y la divulgación de sus mentiras históricas, el pasado del descarrilamiento de aquella experiencia democrática como factor esencial para justificar el contrasentido de la dictadura, y aprovechando la coyuntura convertir en un orden de peligro a evitar el Gobierno de progreso del PSOE y UP. La memoria histórica juega para estos reaccionarios retrógrados de esta manera un papel muy singular y totalmente apartado de lo que debería suponer este hecho.

Nos encontramos ante actitudes que generan entre los españoles circunstancias que alimentan la crispación. Particularidades en las que, la presencia del recuerdo de la discordia, acabará por reconstruir el choque.

¿A dónde vamos a llegar? ¿A asesinatos de nuevos abogados a los que se considere comunistas? ¿A otro golpe de Estado como el del 23-F? ¿Es que el final de la Segunda República no ha servido como enseñanza? Hay hoy también cierto planteamiento e intromisión de la clase religiosa igual que ocurriese en los años treinta; algunos cargos públicos con ninguna prudencia y con espectacularidad, se permiten colgar tuits con mensajes tan salvajes como el del concejal de Cáceres, Teófilo Amores: «El gran felón merece la horca. Quisiera verlo como a Mussolini, muerto y colgado por los pies. Y a su felona igual». Esto ya no es solo un problema político esencial, es sobre todo una crisis moral pervertida, enferma, y de una depravación maligna, como sucediera en los años treinta.

Esto solo puede ser abortado desde un acuerdo político esencial. Con la aprobación de una ley aceptada por gobierno, oposición y toda la Cámara. Nada de esto hubiera tenido lugar sin tener en cuenta el peso de la diatriba ultraderechista. Se suele afirmar que en la transición española se olvidó mucho, pero también podríamos ahora sostener que se está recordando mucho más.

Por desgracia, es la ausencia de una política eficaz de la memoria del pasado con calidad historiográfica lo que contribuye a una convivencia errática, y cuya consecuencia es que la política de reparación sea parcial e insuficiente. No tenemos, por ejemplo, un sistema de reparación de las sanciones económicas sufridas por grupos o individuos como consecuencia de la guerra de 1936. Familias que vieron incautados sus bienes por el Estado como consecuencia de la Guerra Civil no han conseguido aún recuperarlos. Pero eso sí, estos rancios, se llevan las manos a la cabeza cuando el Gobierno saca los restos del dictador de un monumento que era la vergüenza de España en el mundo entero.

Resumiendo, algunos, y estamos ya en 2020, parece que quisieran volver a 1936, y cuando habíamos encontrado esa deseada convivencia, cuando habíamos olvidado las dos Españas, alimentan de nuevo el odio entre hermanos aprovechando su ascenso tras el conflicto con Cataluña. Y eso en política es tener mala calaña.


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