Al hilo de la crisis del ébola en nuestro país, se ha dicho mucho desde ayer. En España y en el resto del mundo, que hoy somos portada de diarios extranjeros y los informativos en otros países se están haciendo eco de lo ocurrido.
Yo era de las que no quería repatriar enfermos, ya sean éstos misioneros, cooperantes de ONG o turistas. En su momento tuve que deshacerme en explicaciones por el hecho de que, siendo creyente, no estuviera conforme con el hecho de que trajeran a España al padre Pajares, el primer sacerdote enfermo y fallecido. Por puro pragmatismo: la lógica sanitaria indica, en el caso de enfermedades infecciosas tratar in situ la patología, no desplazar el foco con los riesgos que implica. Para salvar una vida no hay que poner en riesgo muchas, y menos en el caso de una enfermedad altamente letal y muy contagiosa, sin tratamiento ni vacuna. Tampoco se podía dejar a los religiosos a su suerte, en ningún caso, por humanidad. Pero lo más sensato hubiera sido tratar a los afectados en los lugares donde se encontraban, aunque, como bien sabemos, Sanidad optó por repatriarlos.
Ahora nos encontramos con que hay una auxiliar de enfermería enferma y nadie puede afirmar que no se declare algún nuevo caso. El
peligro de contagio no es una fabulación o una profecía de los agoreros, es real. Los peores pronósticos se han confirmado y no me sorprende.
Lo que sí me ha sorprendido hoy es comprobar en una red social que hay quien se alegra de lo ocurrido. De que el protocolo haya fallado, de que la gestión de la ministra de Sanidad sea pésima. Hay quien se alegra porque esto le reafirma en su tesis de que no tenemos el gobierno que nos merecemos.Cuando leo estos comentarios me quedo entre estupefacta y sorprendida.
España es un país verdaderamente cainita, eso es una lección de nuestra historia reciente y lejana. Un país donde algunos creen que no hay mal que por bien no venga en diversas circunstancias... para que el partido en el poder se dé el batacazo definitivo con la crisis del ébola, por ejemplo. Recuerdo cuando gobernaba Zapatero y se atisbaban los albores de una crisis económica que el gobierno socialista negaba reiteradamente. En la otra trinchera, algunos estaban deseando acertar en su vaticinio de que el apocalipsis económico era inminente para que el PSOE se hundiera en las urnas. Aunque esa recesión supusiera millones de parados y todo lo que ha conllevado.
Las personas de bien sólo deseamos que Teresa, que así se llama la enferma, se restablezca, que no haya ni un solo contagio más y que los responsables de este desastre asuman sus responsabilidades. Así de humano, así de justo. Así de simple.
Lo que sí me ha sorprendido hoy es comprobar en una red social que hay quien se alegra de lo ocurrido. De que el protocolo haya fallado, de que la gestión de la ministra de Sanidad sea pésima. Hay quien se alegra porque esto le reafirma en su tesis de que no tenemos el gobierno que nos merecemos.Cuando leo estos comentarios me quedo entre estupefacta y sorprendida.
España es un país verdaderamente cainita, eso es una lección de nuestra historia reciente y lejana. Un país donde algunos creen que no hay mal que por bien no venga en diversas circunstancias... para que el partido en el poder se dé el batacazo definitivo con la crisis del ébola, por ejemplo. Recuerdo cuando gobernaba Zapatero y se atisbaban los albores de una crisis económica que el gobierno socialista negaba reiteradamente. En la otra trinchera, algunos estaban deseando acertar en su vaticinio de que el apocalipsis económico era inminente para que el PSOE se hundiera en las urnas. Aunque esa recesión supusiera millones de parados y todo lo que ha conllevado.