El pueblo ha elegido. No han sido unas elecciones libres ni democráticas (algo imposible con un sistema que permite que el partido poseedor de únicamente el 32% de los votos gobierne, y que una coalición votada solo en una de las autonomías sea la tercera fuerza a nivel nacional). Pero el pueblo ha elegido. Ha elegido los recortes en la sanidad y sus víctimas mortales que la prensa oculta. La perpetuación del sistema de casta en una educació progresivamente más orientada a quien puede pagarla. Los palos de los Mossos d’Esquadra. La criminalización del parado y del inmigrante.
Porque este país puede tener muchas disculpas, pero ningún perdón. Podemos hablar de que el PSOE ha sido víctima de una crisis económica mundial que ha gestionado mal, aunque el hecho de que haya sido tan virulenta en este Estado se deba al estallido de la burbuja inmobiliaria que creó Aznar. No estaría de más comentar, desde luego, que (la expresión no es mía) el intrusismo ideológico en la derecha que el PSOE viene practicando desde mayo de 2010, vendiendo a su propio país a potencias e instituciones europeas y a mercados, sin la más mínima protesta ni intento de negociación y de la manera más incompetente posible, ha influido considerablemente. Pero el problema español viene de muy lejos.
Hay pueblos que encuentran su camino en la seriedad, el esfuerzo y la capacidad. España lo encontró hace ya tiempo en la cobardía, el nepotismo y la mísera adulación. Cobardía porque nadie tuvo las gónadas de hacer la transición que necesitaba este país, limpiando a los viejos poderes, y porque no nos atrevemos ni a levantar la voz cuando un país extranjero asesina o detiene a nuestros ciudadanos o trata de reducirlos a la miseria; nepotismo porque estos mismo viejos poderes se van perpetuando por los siglos y los siglos, afines sustituyéndose por afines, sin que alguien tenga valor para meter la mano en esta podredumbre; mísera adulación porque si tú deseas entrar a formar parte de esta élite solo tendrás que prometerles fidelidad eterna y halagarles el orgullo. Y esta es la razón por la que, tanto en derechas como en (supuestas) izquierdas, tengamos siempre a los mismo políticos inexpertos, ineptos, cobardes y débiles, cuando no directamente corruptos.
Y, sin embargo, el pueblo español no es muy diferente de sus líderes. No encontraréis una empresa en el territorio ibérica con jefes que tengan ideas (ni siquiera hablo de ideas geniales, solo de ideas claras) de cómo proceder para crecer en el mercado: como no sea ahorrar en productos básicos o en empleados básicos, claro, o explotar a estos últimos hasta la extenuación. Porque los valores que rigen en estos sectores son los mismo que lo hacen en España entera. Y en cuanto a los ciudadanos y ciudadanas de a pie, de acuerdo, desde luego que llevamos siglos de mala educación y de desinformación; y por si fuera poco la era Aznar entronizó la telebasura alienante al igual que sentó las bases para la destrucción de la economía de este país. Pero hay algo que no hubieran podido destrozar: la curiosidad. El criterio. Las ganas de saber más. Las ganas, en resumen, de vivir, en lugar de vegetar en nuestros sillones. Y sin embargo nos compraron con una hipoteca a 30 años y un televisor de plasma, y les dejamos a cambio nuestros sueños, nuestra afectividad, nuestras risas; encima les dimos como regalo nuestro cerebro. Nos perdió el orgullo de conseguir tener el coche más grande que nuestro vecino. Y sobre todo nos perdió el mísero miedo a aceptar que estábamos viviendo una gran mentira.
Desde la transición hemos sufrido gobiernos inútiles, corruptos, vendidos… Pero nunca otro gobierno fue tan nefasto para España como el de Aznar: con él empezo todo: las privatizaciones en masa, la liberalición del suelo que dio inicio a la burbja inmobliaria y su apariencia de prosperidad y que nos ha estallado en la cara (como no iba a suceder durante su mandato… ¡pues que se jodieran los que vendrían después!). Las fronteras se abrieron para dar paso a inmigrantes desesperados dispuestos a aceptar cualquier condición de trabajo, acarreando reducción de derechos sociales para foráneos y autóctonos; eso por citar solo algunas de sus políticas. Y ahora han vuelto. Con el camino allanado, con las voces disidentes convenientemente acalladas, han vuelto. Les hemos hecho regresar. Y ¿qué es lo que nos espera?
Dice la leyenda que Till Eulenspiegel se dirigió un día al hospital de Halberstadt y se envaneció ante el director de que era muy buen médico y de que podría curar a todos los pacientes y hacer que abandonaran el centro sanitario… por un módico precio, por supuesto. El director, muy contento, lo contrató. Entonces Till fue cama por cama diciendo a los residentes que su método de curación consistía en quemar al más enfermo para dar sus cenizas a los demás y con ello conseguir que sanaran. Naturalmente, aquello provocó una desbandadada general de pacientes, que corrían hacia sus casas afirmando sentirse maravillosamente bien. Los mismos pacientes volvieron días después al hospital en estado realmente lamentable (como me temo que acabarán muchos de los votantes al PP de anteayer), pero Till ya se había marchado de la ciudad con la bolsa bien llena. Esto ha sucedido en España y probablemente volverá a pasar. La pregunta es cuándo tendremos los redaños necesarios para realizar la limpieza general que se vienen imponenedo desde hace mucho tiempo. La pregunta es que si dejaremos que la debacle llegue a un punto definitivo de no retorno.
Si es que no ha llegado ya.