
Después del reciente baño de cieno con el PNV, el PP se prepara para otra negociación contraria a la Constitución, a la decencia y a la justicia con Pedro Quevedo, diputado de Nueva Canarias, el voto 176 que necesita para aprobar definitivamente sus presupuestos. La democracia necesita ser ética e impecable, pero el espectáculo que se avecina de la compra del voto de Quevedo promete ser bochornoso y todavía más indigno y representativo de la bajeza política española.
Gracias a la política desplegada por este tipo de políticos que han gobernado España en las últimas décadas, habituados al trueque de votos por privilegios, impunidades y derechos bastardos, ser vasco, que ya era ventajoso antes, es a partir de ahora todo un privilegio, del mismo modo que ser andaluz, extremeño o manchego representa una lacra para cualquier español de hoy. Toda una vergüenza indigna construida por nuestros políticos.
Un gobierno que cobija y protege a corruptos, que cobra impuestos anticonstitucionales, como el de Sucesiones, que premia la deslealtad, la conflictividad y el chantaje de los independentistas catalanes y que compra con dinero público votos y privilegios que sustentan la desigualdad merece el calificativo de infame.
Los vascos, gracias a que el gobierno de Rajoy necesitaba sus cinco votos para aprobar los presupuestos, son hoy más ricos y poseen más ventajas y privilegios que el resto de los españoles.
Pero no termina ahí la ofensa a la decencia y a la Constitución: Los catalanes, por ser desleales y traidores, también consiguen ventajas, lo que constituye una bofetada para el resto de los españoles, mas cumplidores y leales. Un gobierno que promueve tamaña injusticia en el trato a sus ciudadanos es una lacra digna de ser erradicada.
El gobierno español, para comprar la paz a los separatistas catalanes, promotores del odio y de todo tipo de ofensas a la nación, están intentando que la Agencia Europea del Medicamento, con sede en Londres, se traslade a Barcelona. Esa agencia genera abundante riqueza, cientos de empresas auxiliares y muchos miles de puestos de trabajo, más necesarios en otras ciudades españolas leales que en Barcelona.
Premiar a Cataluña, que ya es una de las regiones más industrializadas y ricas de España, con más riqueza, a pesar de sus deslealtades, desprecios y hostilidad es de una bajeza casi insuperable. La Agencia Europea del medicamento es un poderoso centro generador de empleo y riqueza, que sería más necesario en otras ciudades españolas, pero el gobierno pretende entregarlo al independentismo como premio a su obsesión por despedazar la nación, su siembre de odio, sus traiciones y su hondo desprecio a todo lo español.
Premiar a los mas canallas es una vieja costumbre de los políticos españoles. Durante el Franquismo, el régimen pretendía acallar el nacionalismo vasco y catalán industrializando esas regiones y beneficiando a sus ciudadanos con prosperidad, infraestructuras y otras ventajas.
Desde las restantes comunidades se contemplan esos premios a la traición y a la hostilidad como afrentas y como signos evidentes de una injusticia y una corrupción que es muchos más grave que el robo de fondos públicos y el abuso de poder.
Francisco Rubiales