Revista Cultura y Ocio

'La espantosa intimidad de Maxwell Sim' de Jonathan Coe

Publicado el 14 marzo 2012 por Maac @Elblogdemaac

 "Estaba claro  que, desde que vivían allí mi hija había cambiado mucho. Si s madre parecía haber rejuvenecido diez años, Lucy parecía haber cumplido cuatro o cinco más. No tenía nada que ver con la niñita que había visto por última vez aquella horrible mañana de sábado... (¿podía volver sobre aquello de nuevo?, no había intentado imaginarme aquella escena ni una sola vez desde que había sucedido, era demasiado doloroso hacerlo, y los seres humanos tienen mecanismos para lidiar con esas cosas..., la mente tiene fusibles). aquella horrible mañana de sábado en la que Lucy y Caroine se habían ido en una furgoneta de mudanzas alquilada, con todas sus cosas metidas en la parte de atrás, camino de Cumbria, las dos con los ojos fijos, sin devolverme mi gesto de despedida..."
Me considero un pésimo lector de novelas (al menos hasta hace poco porque últimamente no hago más que devorar libros como si fuera en busca del tiempo perdido), siempre me decanté por otro tipo de lecturas nada literarias, esto lo digo por el relativo valor que se le puede/debe dar a mi opinión. Hace unas semanas me había leído La lluvia antes de caer de Jonathan Coe (le dediqué una entrada en la que incorporaba un fragmento del libro), me había gustado tanto que había decidido hacerme con la última novela publicada por este autor británico, La espantosa intimidad de Maxwell Sim, con ella estrenaba mi recién comprado Kindle, uno de los dispositivos de lectura más económicos del mercado, no me ha defraudado en absoluto, ni lo uno ni lo otro.
Maxwell Sim tiene 48 años, ha sido abandonado por Caroline, su mujer, y Lucy, su hija, está de baja laboral por depresión y es incapaz de mantener relaciones sociales, Caroline le ha regalado como despedida un viaje a Australia, para ver si así puede reconciliarse con su padre, con quien nunca ha tenido relaciones fluidas, ni siquiera en la niñez ("Los coches son como las personas. Andamos dando vueltas a toda prisa de un lado para otro, estamos siempre a punto de tocarnos pero en realidad tenemos poco contacto"). El encargo que recibe de su padre para cuando regrese a Inglaterra y el abandono de su trabajo en el servicio de atención al cliente de unos grandes almacenes para desempeñar la función de vendedor autónomo en una empresa de cepillos de dientes ecológicos que terminará en quiebra por falta de crédito, trabajo que consistirá en cruzarse Gran Bretaña de punta a punta en coche le permitirá entablar contacto con seres y lugares que han estado presentes en su vida y nos harán descubrir no sólo el origen de su inadaptación (Sim, como las tarjetas de los móviles, es un perdedor nato y despreciable en muchos aspectos pero a la vez simpático y muy humano), sino también sus secretos más íntimos. Mientras tanto Jonathan Coe aprovechará para, con toques de un humor ácido, hacer un repaso a la Inglaterra contemporánea, a los cambios habidos en los últimos años (la ecología como gancho comercial, la especulación inmobiliaria o financiera y la falta de crédito), las relaciones paternofiliales y del hombre con la tecnología, la soledad, la infidelidad, la creación literaria y la aceptación de la homosexualidad en nuestra sociedad. Una novela muy divertida que, además, invita a la reflexión sobre la sociedad en que nos ha tocado vivir, al fin y al cabo no hay tantas diferencias entre la Inglaterra y la España del siglo XXI. Coe escribe muy bien, con sentido del humor, mucha precisión y claridad, sin caer en la ñoñez cuando aborda los asuntos más sensibles, te deslizas por las páginas de la novela sin casi darte cuenta.
Me gusta siempre poner algo de música en cada entrada, es mi costumbre, en este caso recurriré a una pieza que es nombrada en la novela, que no conocía y me ha parecido preciosa.

"Bueno -dijo- esta noche tocan Fauré en el Wigmore Hall. El cuarteto en mi menor, entre totras obras. He reservado dos entradas en la primera fila, donde tengo intención de perderme en las exquisitas nieblas de la introspección francesa. Aquí tiene la otra entrada. Podemos quedar en The Cock and Lion, que está a pocos metros en la misma calle, a las siete en punto. Si llega usted antes, pídame un gintónic con hielo generosamente servido. Adiós.  Volvió a estrecharme la mano, se echó un largo abrigo negro de cachemir por los hombros, y se marchó haciendo una floritura. me quedé mirándolo en silencio, de puro pasmo. Pero cuando se me pasó, mi emoción predominante fue una alegría loca y exultante."


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