Este planeta, si bien es duro vivir en él, tiene la capacidad de maravillar a todo aquel que quiera disfrutar de la belleza elevada a su máxima potencia. Grutas, montañas, valles, desiertos, selvas... todo un abanico de espectáculos naturales ( ver La gigantesca belleza de la cueva Son Doong) que pueden dejar con la boca abierta a cualquiera que sepa -y quiera- gozar con el medio ambiente que nos rodea. Una de estas maravillas la podemos encontrar en China, en forma de un color púrpura intenso. Me refiero a la Playa Roja de Panjin.
Panjin es una ciudad de poco más de un millón de habitantes que se encuentra en la parte norte de la costa de China. Bueno, para ser más exactos está un poco hacia el interior, pero ello es debido a que está situada en el delta del río Liao, un río de 1345 km de longitud que avena una vasta cuenca de 232.000 km2. Sin embargo, este río, tiene la característica de que baja con poco caudal y, encima, cargadísimo de loess, un finísimo fango que ocupa buena parte de las llanuras interiores chinas como producto de los casquetes glaciales ( ver Wrangel, el dominio del último mamut ) que ocupaban la zona durante la última glaciación.
Esta particular geología produce que el río Liao baje cargado de sedimentos y genere bajíos en su desembocadura ( ver El problemático lodazal de los sedimentos de los embalses ), situada en una tranquila bahía. Estos bajíos sobresalen muy pocos centímetros del nivel del mar, por lo que es fácilmente colonizable por las plantas costeras, generando unos extensos tapices verdes de vegetación durante muchos kilómetros. Ello no sería ningún espectáculo destacable en sí, habida cuenta que ello se produce en infinidad de costas del mundo, pero en llegando el otoño, toda la alfombra verde se convierte, como por arte de magia, en una alfombra de color rojo espectacular.
Allá donde se mire, el paisaje parece haber sido sometido al efecto de un filtro de color púrpura, convirtiendo la zona de marjales litorales del río Liao en un paisaje de auténtica ciencia-ficción. Y así sería si no fuera porque, además de ser real, la zona se convierte en una auténtica explosión de vida con 260 tipos de pájaros y 399 especies diferentes de otros animales, algunos de ellos amenazados de extinción.
El culpable de este intenso color rojo es una pequeña hierba crasa anual que crece en terrenos costeros, la cual es resistente a la sal de la familia de las Suaedas. Esta planta baja -de entre 10 y 50 cms- se mantiene verde durante todo su ciclo anual, pero que en otoño, procede a su florecimiento volviéndose toda ella del color púrpura característico. Las zonas lagunares, al estar colonizadas casi exclusivamente por esta especie de hierba, se tiñen de color rojo siendo un espectáculo magnífico que ocupa una vasta extensión de terreno.
Por suerte, este espectáculo no está masificado como se pudiera pensar por la invasión del turismo. Ello es debido a que se encuentra se encuentra protegido como parque natural desde 1988 y salvo pequeñas zonas, está su acceso prohibido al público.
Sea como sea, la restringida zona que es apta para el turismo, nos proporciona un espectáculo natural sin parangón en todo el mundo y que vale la pena de cuidar y mantener para las generaciones venideras.