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"La espera" de Richard Oelze. Mis cuadros preferidos (1).

Publicado el 20 septiembre 2010 por Crowley
espera "La naturaleza se halla en violenta agitación; por entre las oscuras nubes solamente llega a nosotros una media claridad, [...]. Entonces se nos hace patente nuestra debilidad, nuestra impotencia contra una Naturaleza hostil, nuestra voluntad vencida de antemano en la lucha [...]. y en estos objetos terribles que así amenazan a la voluntad no percibe más que sus ideas. En este contraste estriba precisamente el fundamento de lo sublime. Pero la impresion es aún más fuerte cuando presenciamos la lucha de los elementos desencadenados. En estos momentos el espectador impávido reconoce con toda claridad la duplicidad de su conciencia; comprenden, por una parte, que es individuo, fenómeno contingente de la voluntad y al mismo tiempo se siente sujeto imperturbable e inmortal del conocimiento." Extracto de  "El Mundo como voluntad y representación" III, 39, de Arthur Schopenhauer."La espera" ("Erwartung", 1935-36), cuadro de Richard Oelze (personaje esquivo y poco social que decidió pasar casi toda su existencia aislado de todo), es uno de mis cuadros preferidos de todos los tiempos y uno de las obras más herméticas e inquietantes que he tenido ocasión de ver.Oelze, marcó toda una época y se convirtió en un icono del arte europeo de la década de los 30. Su voluntario retiro únicamente se vio quebrantado, de forma esporádica, por ligeros contactos con los surrealistas y algún que otro compañero de profesión. Pero a pesar de esos contactos con otras formas de entender el arte, su carácter, fuerte e intransigente hasta cierto punto, no le dejaba dejarse influir a la hora de trabajar:  "Pintaba sus propias visiones y rechazaba toda influencia exterior, tanto la de su formación (en la Bauhaus) como la de sus colegas de ideas afines. Él mismo destruyó buena parte de su obra machacándola, rasgándola, quemándola..." [1].El cuadro, de tonalidades oscuras, pardas, grises y amarillentas, está impregnado de un aura de misterio insondable, tanto como la imposible tarea de saber qué ocurre o tratar de atravesar esos amenazantes nubarrones en una avioneta.La muchedumbre observa (o eso suponemos al menos, porque a lo mejor tienen los ojos cerrados para no ver), absorta, lo que está por venir. Y nosotros con ellos, con nuestra mirada en ángulo por encima de sus hombros, como si fuésemos la figura sin pintar del cuadro que ha llegado en último lugar (el primer personaje que encontraríamos según miramos) y se sitúa detrás del hombre del bombín.Están esperando que ocurra algo, que llegue algo o alguien, pero qué esperan, es una incógnita insondable que no hace sino inquietarnos más aún. Sólo dos de los presentes, un hombre y una mujer, no miran hacia donde los demás, hacia donde nosotros sí lo hacemos.Sus rostros nos dicen por qué. Porque temen lo que va a llegar. Porque saben que la desgracia no tardará en aparecer. Porque tienen miedo. Y nosotros también, sólo que aún no lo sabemos.
Notas: [1] Como cita, en el maravilloso libro  "Arte fantástico", editado por Taschen , Walter Schurian.

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