Hubo un tiempo en que todo parecía romperse a pedazos. Los días caían uno sobre otro como lluvia fría, sin promesas, sin alivio. Las madrugadas eran largas, y el silencio, más pesado que cualquier palabra. Uno camina por la vida esperando cosas buenas —un gesto amable, una llamada, una oportunidad, una salida—, pero hay momentos en que simplemente no llegan. Y entonces, cada segundo duele. El cuerpo sigue, pero el alma… el alma se va quedando quieta.Hay desconsuelos que no hacen ruido, pero lo destrozan todo. Perder un trabajo, ver cómo alguien a quien amas se aleja, vivir la muerte de un sueño, o la muerte literal de alguien que era tu mundo. Son experiencias que nos obligan a enfrentarnos con la parte más cruda de la vida: esa en la que la injusticia no necesita explicación, y la tristeza no necesita permiso para quedarse.En esos días, los amaneceres no parecen nuevos, solo repetidos. Y uno se pregunta para qué insistir, para qué seguir si todo parece estar escrito ya con tinta amarga.Pero hay algo curioso en el alma humana. Algo testarudo, algo terco. Algo que, incluso en medio del dolor más oscuro, se niega a apagarse del todo.No siempre se nota. A veces es tan débil como un suspiro o tan tenue como una chispa apenas visible. Pero está. Es esa voz que dice "intenta una vez más" cuando todo dentro de ti grita que no vale la pena. Es ese impulso que te hace responder un mensaje aunque ya no creas en nadie. Es levantarte de la cama, sin motivo aparente, solo porque sí. Porque hay una pequeña parte de ti que no quiere rendirse.Con el tiempo, uno aprende que las cosas cambian. A veces muy lentamente, otras con la velocidad de un rayo. A veces sin que hagamos nada; otras, porque decidimos dar un paso aunque el miedo nos paralice. Y en medio de ese camino, comienzan a llegar señales: una conversación inesperada, una oportunidad que no buscabas, un atardecer que por algún motivo te calma.Volver a confiar no es fácil. Volver a amar tampoco. Y ni hablar de volver a creer en uno mismo después de haberse sentido roto. Pero se puede. No de un día para otro. No con recetas mágicas. Pero se puede.Y un día, sin saber exactamente cómo, sonríes. Quizás tímidamente, quizás aún con miedo. Pero sonríes. Y ese gesto, que parecía imposible hace unos meses, se convierte en un testimonio silencioso de que algo dentro de ti ha sanado.Entonces miras hacia atrás. No con rencor, sino con nostalgia. Piensas en todo lo que perdiste, en todo lo que dolió. Y aún así, reconoces que también creciste. Que algo de ti se fortaleció. Que la vida, con toda su dureza, también tiene momentos en los que parece abrazarte. Que aún hay canciones que te hacen cerrar los ojos y soñar. Que aún hay caminos que no has recorrido.Y es en ese instante, en ese suspiro entre el ayer y el mañana, cuando comprendes algo profundo: todo puede cambiar. Todo puede reconstruirse. Todo puede renacer.Y por ello, la esperanza es lo último que se pierde.
Revista Gente
Hubo un tiempo en que todo parecía romperse a pedazos. Los días caían uno sobre otro como lluvia fría, sin promesas, sin alivio. Las madrugadas eran largas, y el silencio, más pesado que cualquier palabra. Uno camina por la vida esperando cosas buenas —un gesto amable, una llamada, una oportunidad, una salida—, pero hay momentos en que simplemente no llegan. Y entonces, cada segundo duele. El cuerpo sigue, pero el alma… el alma se va quedando quieta.Hay desconsuelos que no hacen ruido, pero lo destrozan todo. Perder un trabajo, ver cómo alguien a quien amas se aleja, vivir la muerte de un sueño, o la muerte literal de alguien que era tu mundo. Son experiencias que nos obligan a enfrentarnos con la parte más cruda de la vida: esa en la que la injusticia no necesita explicación, y la tristeza no necesita permiso para quedarse.En esos días, los amaneceres no parecen nuevos, solo repetidos. Y uno se pregunta para qué insistir, para qué seguir si todo parece estar escrito ya con tinta amarga.Pero hay algo curioso en el alma humana. Algo testarudo, algo terco. Algo que, incluso en medio del dolor más oscuro, se niega a apagarse del todo.No siempre se nota. A veces es tan débil como un suspiro o tan tenue como una chispa apenas visible. Pero está. Es esa voz que dice "intenta una vez más" cuando todo dentro de ti grita que no vale la pena. Es ese impulso que te hace responder un mensaje aunque ya no creas en nadie. Es levantarte de la cama, sin motivo aparente, solo porque sí. Porque hay una pequeña parte de ti que no quiere rendirse.Con el tiempo, uno aprende que las cosas cambian. A veces muy lentamente, otras con la velocidad de un rayo. A veces sin que hagamos nada; otras, porque decidimos dar un paso aunque el miedo nos paralice. Y en medio de ese camino, comienzan a llegar señales: una conversación inesperada, una oportunidad que no buscabas, un atardecer que por algún motivo te calma.Volver a confiar no es fácil. Volver a amar tampoco. Y ni hablar de volver a creer en uno mismo después de haberse sentido roto. Pero se puede. No de un día para otro. No con recetas mágicas. Pero se puede.Y un día, sin saber exactamente cómo, sonríes. Quizás tímidamente, quizás aún con miedo. Pero sonríes. Y ese gesto, que parecía imposible hace unos meses, se convierte en un testimonio silencioso de que algo dentro de ti ha sanado.Entonces miras hacia atrás. No con rencor, sino con nostalgia. Piensas en todo lo que perdiste, en todo lo que dolió. Y aún así, reconoces que también creciste. Que algo de ti se fortaleció. Que la vida, con toda su dureza, también tiene momentos en los que parece abrazarte. Que aún hay canciones que te hacen cerrar los ojos y soñar. Que aún hay caminos que no has recorrido.Y es en ese instante, en ese suspiro entre el ayer y el mañana, cuando comprendes algo profundo: todo puede cambiar. Todo puede reconstruirse. Todo puede renacer.Y por ello, la esperanza es lo último que se pierde.
Sus últimos artículos
-
Lista completa de nominados a los golden globes 2026
-
Por qué la hidratación diaria es esencial para una vida saludable
-
Recomendaciones de salud durante navidad para disfrutar una temporada segura y equilibrada
-
La importancia de respirar aire puro para una vida más saludable
