A mediados del siglo XIX, el Movimiento Espiritista irrumpe con fuerza en la sociedad española. Fue una auténtica corriente filosófica que impregnaría la vida social, política e intelectual de un país asolado por la enfermedad y la guerra, de una España que buscaba renovar su sentido moral…
El día 24 de agosto de 1781 tuvo lugar en Sevilla la última condena a la hoguera de la Inquisición. La víctima fue una mujer invidente, llamada María de los Dolores López, que resultó castigada con la pena máxima por su heterodoxia y su tenacidad, condiciones que, evidentemente, no resultaban aceptables en la época, y mucho menos tratándose de una mujer. Descendiente de cristianos viejos, tenía cuarenta y tres años, y llevaba ciega desde su infancia, aunque al parecer, poseía una asombrosa capacidad para ver más allá de los sentidos corporales.
Tan sólo cinco décadas después de que el fanatismo y la ignorancia sirvieran de excusa para cometer tan atroz crimen, iba a nacer en la misma ciudad de Sevilla otra mujer, llamada Amalia Domingo, que padecería igualmente problemas de visión desde muy niña y que así mismo iba a destacar en la España de su época por su heterodoxia y tenacidad. Su capacidad para ver más allá de los sentidos corporales la llevará a ser representante insigne de una interesante corriente religioso/filosófica que alcanzaría enorme arraigo en la segunda mitad del siglo XIX como fue el espiritismo.
Espiritismo en España
El espiritismo es una doctrina originada en Francia a mediados del siglo XIX , cuyo máximo exponente ha sido Allan Kardec (1804-1869). Esta doctrina establece que los espíritus -almas de los hombres que han dejado su envoltura corporal, – pueden entrar en contacto con los seres encarnados (materiales). Kardec define al espiritismo como la ciencia que estudia la naturaleza, origen y destino de los espíritus, además de su relación con el mundo corporal y como filosofía, ya que estudia las consecuencias morales que resultan de esas relaciones
Todas las religiones han defendido la pervivencia de las almas, por lo que el Espiritismo no pasaría de ser otra interpretación más de una creencia revolucionaria e incómoda para la jerarquía eclesiástica de su tiempo, ya que, aunque abrazaba la existencia de Dios, consistía en una doctrina laica y democrática que supo hacerse eco de las inquietudes de la sociedad.
Durante el siglo XIX, nuestro país es testigo de un anhelo social y político que no llega a materializarse. El paisaje agrario, a pesar de la revolución liberal y de los procesos de desamortización, apenas experimenta cambios verdaderamente significativos. La tierra seguirá mal repartida, en manos de la nobleza y de una incipiente burguesía seducida por la especulación y la renta. La industrialización es exigua respecto a Europa, y siguiendo la estela agraria no acabará de resurgir, haciendo extensible la relación entre terrateniente y jornalero a la de patrón y obrero.
Los grabados de la época retratan fielmente a una sociedad que sufre una elevada tasa de mortandad infantil, presas fáciles de fiebres tercianas o de enfermedades como el temido ‘garrotillo’ o difteria. Pero al analfabetismo, la incultura, la pobreza de solemnidad, la enfermedad y la explotación laboral se sumarán, además, sucesos políticos de extrema gravedad como las Guerras Carlistas o las sucesivas pérdidas de las colonias, ahondando en el desasosiego que invadió aquella época.
El movimiento espírita llegó a la península a través de Cádiz, donde tenemos noticias de que existieron reuniones espíritas ya en 1855, momento en que se crea la Sociedad Espírita gaditana, disuelta sólo dos años después por el Gobierno Civil de la provincia meridional. En 1857 se publica el primer libro sobre el tema en castellano: Luz y verdad del espiritualismo. Opúsculo sobre la exposición verdadera del fenómeno, causas que lo producen, presencia de los espíritus y su misión y en 1861 el movimiento celebra su mayoría de edad al fundarse en Madrid la Sociedad Espiritista Española. A partir de ahí, su expansión fue imparable por toda la nación, aunque siempre limitada a grupúsculos poco numerosos de personas que, con todo, gozaban de gran influencia debido a su frecuentemente alta posición social.
La gran dama espiritista
Amalia Domingo Soler (1835-1909) fue una mujer que no lo tuvo fácil en la vida, sin embargo, siempre peleó por salir adelante y fue por muchos años el rostro del movimiento espiritista en España, dándole mucha divulgación periodística desde la dirección de varias publicaciones. Conocida como la gran dama del espiritismo, fue una conocida médium y una escritora que promovió toda clase de publicaciones en el ámbito del periodismo espírita, siendo autora prolífica de varios libros y artículos relacionados con la doctrina, y siendo también quien fomentó la organización del I Congreso Espírita Internacional de 1888 en Barcelona. Esta extraordinaria y dinámica mujer fue también la que plantó la semilla espiritista en tierras de América Latina, las cuales germinarían a la luz de una calurosa acogida.
Nació el 10 de Noviembre de 1835 en la ciudad de Sevilla, en un momento marcado por conflictos religiosos y una guerra civil debido a las guerras Carlistas. Todo esto dio lugar a una gran crisis económica generalizada en toda la población.
El primer problema con el que se encontró fue que a los pocos días de nacer casi se queda ciega, pero gracias a unos medicamentos suministrados por un farmacéutico pudo curarse, aunque no del todo, ya que sus ojos quedaron bastante dañados. A esto se le une que su padre las abandona a ella y a su madre, que fue quien se dedicó a criarla y educarla. Para su madre fue la razón de vivir y para ella fue la persona más importante de su vida, hasta el punto que llegaron a hacerse inseparables. Amalia habla así de su madre en su libro “Memorias de una Mujer”: ‘…pero lo cierto es que se consagró en absoluto a mi y no tuvo otro afán sino el de hacerme feliz celando para no descuidarse ni un poco con mi educación; basta decir que cuando cumplí los dos años ella empezó la penosa tarea de enseñarme a leer, obteniendo como premio de su afán, que a los cinco años yo leyese correctamente, haciéndome leer en voz alta dos horas al día. Nuestros espíritus se unieron de un modo tan admirable que sólo con mirarnos adivinábamos nuestros pensamientos.’
Amalia desarrolló un gusto enorme por la literatura y a los 10 años de edad escribió sus primeras poesías, publicando sus primeros versos a los 18. Nunca llegó a casarse y la etapa más dura y difícil de su vida comienza a partir de sus 25 años a causa del fallecimiento de su madre que murió en sus brazos debido a una enfermedad incurable. A raíz de esto perdió la memoria durante tres meses. Le aconsejaron internarse en un convento o bien casarse con algún señor mayor que fuese rico, pero ambas propuestas fueron totalmente rechazadas por Amalia.
Decidió trasladarse a vivir a Madrid con la idea de trabajar de costurera y publicar sus escritos. Trabajaba de día y de noche pero poco a poco iba perdiendo vista. Los mejores oculistas le aconsejaron dejar la costura o se quedaría ciega para siempre. Las cosas fueron empeorando, empeñó la poca ropa que tenía para poder pagarse un techo e iba de casa en casa pidiendo un plato de comida. Todas estas calamidades le hicieron deprimirse hasta el punto de querer suicidarse. Pero una noche, en medio de su tristeza, debatiéndose en su mente la existencia de Dios y preguntándose dónde se encontraría su madre, ésta se le apareció causándole una gran impresión.
A partir de este momento es que Amalia siente de nuevo la necesidad de creer de Dios y busca refugio en las iglesias. Es justo en una iglesia Luterana que encuentra el apoyo que buscaba en las palabras del pastor y en sus fieles, recuperando así su fe en Dios y la confianza en Jesús. En esta iglesia entabló amistad con Engracia, quien le aconsejó ir a la consulta gratuita de Joaquín Hyrsen, un médico homeópata. Así lo hizo y después de un largo tratamiento y siguiendo al pie de la letra los consejos del doctor recuperó la vista.
Fue el médico homeópata Dr. Hysern quien la salvó de la ceguera y, a pesar de ser un declarado materialista, le regaló un número de un periódico que cambiaría la vida de Amalia para siempre: El Criterio, un conocido boletín espiritista de la época. La lectura abrió todo un mundo de interrogantes y preguntas en la mente de Amalia, quien ya tenía experiencia escribiendo y publicando en otros medios.
El primero de sus trabajos espíritas fue una poesía que envió a ‘El Criterio’ que aunque no se publicó si le valió para recibir un ejemplar del libro ‘Preliminares del Espiritismo’ escrito por el Vizconde de Torres Solanot. No se desanimó y envió la misma poesía titulada ‘Meditación’ al periódico “La Revelación” de Alicante, siendo publicada en el año 1873. Además le ofrecieron la posibilidad de escribir una columna en la publicación. También colaboró escribiendo artículos espíritas en la ‘Revista de Estudios Psicológicos de Barcelona’. En 1875, Amalia asiste a una reunión en el salón de la Sociedad Espiritista Española donde se estaba celebrando el aniversario de la desencarnación de Allan Kardec. Allí lee delante de todo el mundo una poesía que había escrito en honor del codificador, llamada ‘A la Memoria de Allan Kardec’ . A partir de este momento empieza a ser parte activa de las filas de difusión de la Doctrina Espírita.
Sus artículos cautivaron al público, convirtiéndose en una de las primeras espadas del movimiento espiritista español. En 1876 se mudó a Barcelona, invitada por el centro espiritista La Buena Nueva y con el fin de encontrar mejores oportunidades de trabajo en la capital catalana. Al poco tiempo de estar en la ciudad condal su vista volvió a empeorar hasta el punto de no poder seguir cosiendo. Para aquel entonces Luis Lach, presidente del grupo espírita, la ofrece vivir en su casa junto con su familia, pidiéndole que deje de coser para que sus ojos no se cieguen del todo y pueda continuar escribiendo, pues según Luis, lo que sobraba eran modistas y costureras y lo que faltaba eran escritoras.
En las reuniones que se hacían en La Buena Nueva fue donde Amalia conoció a Miguel Vives, magnifico médium a través del cual recibió mensajes de su madre. En 1879, Luis Lach presenta a Amalia a un editor espiritista llamado Juan Torrents quien le pide que escriba y dirija un periódico espírita hecho solo por mujeres. Este fue el comienzo de “La Luz del Porvenir”. El 22 de Mayo de dicho año sale a la calle el primer número de este periódico, siendo denunciado por el artículo de Amalia llamado ‘La idea de Dios’ y condenado a 42 semanas de suspensión. Pero Amalia, quien ya tenía experiencia en aquello de lidiar con las dificultades de la vida y no se amilanaba con facilidad, lanzó otro periódico titulado ‘El Eco de la Verdad’ a la espera de que levantasen la suspensión, de modo que la publicación circuló tras el decreto del rey Alfonso XII. Recordemos que estamos hablando de una época en la que la religión oficial de España era el catolicismo y cualquier movimiento que pudiera ser considerado como una firme competencia al cristianismo era duramente combatido.
La producción literaria por la que la autora alcanzará renombre entre los círculos de espiritistas, librepensadores y masones tiene como tema central, sin duda alguna, el espiritismo. En 1900 publicará ‘Memorias del Padre Germán’, recopilación de textos basados en unas supuestas comunicaciones del más allá obtenidas a través de un médium llamado Eudaldo, y transcritas por ella misma, pudiendo ser considerada una biografía de salida ‘ultratumba’, la obra más conocida en América Latina, España y Portugal.
En septiembre de 1888 participa de manera activa como vicepresidenta y única presencia femenina en el comité organizador del primer Congreso Internacional Espiritista, que tiene lugar en la ciudad condal, con gran concurrencia y repercusión en la opinión pública. Y será en la misma ciudad donde su decidida defensa de la enseñanza laica cristalice con la apertura de una escuela bajo ese modelo educativo que funda gracias a las donaciones hechas por un millonario filantrópico adepto a las doctrinas espiritistas, tan en boga por esos años. Durante sus últimos años de vida Amalia Domingo Soler padeció grandes problemas de salud. Su muerte tuvo lugar a consecuencia de una bronconeumonía en abril de 1909, poco antes de cumplir los setenta y cuatro años.
Amalia llegó a escribir 1286 artículos que fueron publicados en periódicos nacionales e internacionales, desde ‘El Criterio’ en Madrid pasando por ‘La Gaceta’ en Cataluña, ‘La Revelación’ de Alicante, ‘El Espiritismo’ de Sevilla, ‘La Ilustración Espírita’ de México, ‘La Revista Espírita’ de Montevideo, ‘Los Annali dello Spiritismo’ en Italia, entre otros.
Es importante concluir esta biografía diciendo que toda la obra de Amalia Domingo Soler forma gran parte de la base del actual renacimiento del espiritismo hispano. Conviene señalar que Amalia Domingo Soler y la red de hermanos espiritistas a la que pertenecía creía firmemente en la transmigración o reencarnación de las almas, por la que el espíritu de aquellos que se han marchado sin perfeccionarse suficientemente en este mundo vuelve a la tierra para continuar su proceso de purificación, a la manera de religiones orientales como el hinduismo o el budismo. De este modo, el alma se reencarna sucesivamente hasta alcanzar su perfeccionamiento, purgando de alguna manera en cada una de sus existencias las malas acciones cometidas en las anteriores.
Dicho concepto aparecía ya recogido en un clásico término filosófico griego como es el de metempsicosis, que fue difundido por órficos y pitagóricos, y que alude, en efecto, a la transmigración del alma de un cuerpo a otro con posterioridad al momento de la muerte física. Entre otros, sería recogido por filósofos como Empédocles, Plotino, Platón y, posteriormente y en su estela, los pensadores neoplatónicos.
Fuentes: Vieja Iberia // Centro Espirita // Biblioteca Andalucía