Revista Cultura y Ocio

La estación de las flores en llama

Publicado el 09 febrero 2016 por Aleon @Aleonpizarro
de Sarah Lark.
LA ESTACIÓN DE LAS FLORES EN LLAMATítulo: La estación de las flores en llamas.Autor: Sarah Lark.Editorial: Ediciones B-Ebook, 2015.Páginas: 840.
Resumen oficial.
Mecklemburgo, 1837: el sueño de una vida mejor convence a los familiares de Ida de emigrar a Nueva Zelanda. Pero cuando el barco Sankt Pauli llega por fin a la Isla Sur, a su pasaje le espera una sorpresa desagradable. 
¿Así es realmente la tierra prometida? Pronto el destino de Ida toma un giro tan inesperado como el de su amor secreto hacia Karl. Y por algún motivo, en esa tierra Ida solo encuentra amistad y protección en la exótica y singular Cat, una chica criada entre maoríes….
Hasta que llega la noche de la gran inundación.
Impresión personal.
Tengo aún dos libros de la Trilogía de En el país de la Nube Blanca sin leer porque sólo he leído el primer libro. De sentido común sería haber seguido leyendo esta Trilogía y no lanzarme a empezar una nueva Trilogía de esta autora ¿pero quien se resiste a Laky de Libros que hay que leer cuando te pilla su ímpetu por medio? Yo desde luego no así que aquí me tenéis habiéndome leído este "tochazo" y con dos tochos aún en la estantería pendientes. Mi sentido común brilla por su ausencia, evidentemente.
No me arrepiento desde luego, es sólo una auto-riña para leer los otros dos cuanto antes porque lo cierto es que a pesar del número de páginas los libros de Sarah Lark son muy entretenidos y se leen sin darse una cuenta. Son toda una mezcla de historia, paisaje y ambientes, costumbres, saga familiar y amores imposibles. Y todo ello, aliñado con una buena y sencilla forma de escribir, sin complicaciones, que te permite seguir tantas páginas sin apenas descanso y sin ningún tipo de confusiones a pesar de que hay muchos personajes y diferentes escenarios en Nueva Zelanda.
LA ESTACIÓN DE LAS FLORES EN LLAMASi tengo que destacar lo que más me gusta de este tipo de libros, desde luego, diría la parte histórica y costumbrista. No tiene porqué ser necesariamente lo mejor pero sí lo que me gusta más a mi. Nueva Zelanda es una zona del mundo de la que no sabía absolutamente nada más allá de que estaba en el mapa y lo cierto es que esa mezcla tan bien hecha que hace la autora entre realidad histórica y ficción te dibuja una época muy llamativa en un mundo recóndito, lejos de los hechos en occidente que tanto conocemos. Sarah Lark nos sitúa en la Nueva Zelanda de 1837, una época en la que está ya recibiendo grandes olas de inmigrantes alemanes, ingleses y de otros países europeos. En el mundo actual pareciera que estas soberbias potencias que hoy se niegan a recibir inmigrantes de zonas desfavorecidas del mundo, nunca hayan tenido la necesidad de salir de sus países y ya vemos que la historia contradice esta idea. A Nueva Zelanda, un país con miles de nuevas posibilidades llegan los más pobres de estos países "desarrollados", los oportunistas, los esquilmadores y sin escrúpulos y hasta los delincuentes reconocidos, no los sospechosos de serlo como ocurre hoy en día. Resulta curioso con lo que estamos viendo a diario en los medios con los inmigrantes y también...desalentador. Por otro lado, ese orgullo europeo de los que llegan, a pesar de venir de la miseria más palpable, impide que las relaciones con las poblaciones locales, los maoríes vayan más allá de intentar robar y eliminar todo lo que sea ajeno a la cultura que ellos traen de sus respectivos países. En el caso de los alemanes, no quieren ni relacionarse con los ingleses y prefieren intentar crear poblados independientes ajenos a la posibilidad de mezclar sangres, costumbres o idiomas. Son verdaderos extremistas religiosos que rechazan cualquier tipo de innovación o uso que no pertenezca a su cultura.
LA ESTACIÓN DE LAS FLORES EN LLAMATodos estos hechos, inmigración, culturas ultra-religiosas europeas, culturas ancestrales de los maoríes y las luchas entre ambas culturas, se reflejan a la perfección en la novela. Desde mostrarnos el tipo de vida que llevaban los inmigrantes en Mecklemburgo, su difícil viaje hacia la tierra prometida en el Saint Pauli, su decepción a la llegada y la matanza de Wairau, las inundaciones de Santk Paulidorf, la cría de ovejas y la exportación de la lana y las duras condiciones de vida de los que en esa tierra se abren camino. En todos estos sucesos la autora encaja perfectamente a los  personajes, unos personajes que se mueven por el territorio en función del tipo de comunidad al que pertenecen. Por eso ninguno cruje ni chirría aunque a veces su comportamiento te irrite por lo cerrado, lo odioso y lo extremo. Los dóciles, los que no se cuestionan nunca las injusticias, son excesivamente dóciles como le pasa a Ida, una joven mujer que lleva sobre sus hombros toda una educación cerrada, machista y religiosa que le impide respirar en un nuevo mundo lleno de luz. Los malos de corazón, lo son hasta el extremo como Ottfried, marido de Ida, que utiliza en beneficio propio esa cultura machista para vejar, violar y salir airoso casi siempre de sus odiosas acciones. Cat, un espíritu libre y luchador, que sacrifica su propia libertad por amistad y lealtad a la desgraciada Ida. A veces una amistad y lealtad llevada al extremo que yo deseaba que rompiera por enfermiza. Y Karl, el joven eterno enamorado de una mujer imposible, incapaz de renunciar a ella, que no deja de luchar por ese objetivo vital. Entre medias, una serie de personajes, maoríes o europeos, que se entremezclan a lo largo de todo el libro para dar sentido a las acciones de los personajes principales. Las acciones o la inacción de algunos de ellos ayudan a que lo que parece imposible, al final se pueda realizar y las piezas del puzzle encajen a la perfección.
No os cuento más, salvo que os animo a leer algo de Sarah Lark si no la habéis leído. Merece la pena y tampoco el que sea una serie os debe echar atrás porque los libros son autoconclusivos. Cuentan la parte de la historia de una familia y el resto suele comenzar con la siguiente generación. Son muchas páginas, si ... pero se hacen pocas y rápidas porque el ritmo es adecuado y lo que relata es tan interesante que cuesta despegarse de sus páginas sin saber como acaba cada historia.

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