Revista Opinión

La estafa de lo público: Monopolio contra la libertad

Publicado el 28 octubre 2019 por Carlosgu82

¿Los servicios públicos son realmente lo más beneficioso para los ciudadanos?

Opino que no es así por varias razones, así que empezaré a exponer mi punto de vista al respecto.

El hecho ineludible es que el Estado, al tener el privilegio de poder coaccionar a la población de forma que esto sea visto como justo o legítimo, es una empresa que jamás puede perder. Y claro, cuando una empresa no puede perder… ¿Para qué va a hacerlo bien? ¿Su sanidad es disfuncional? No pasa nada, tú la tienes que seguir pagando, porque si no la pagas te pueden imponer desde multas a penas de prisión al poseer el monopolio de la violencia. Y así con la educación pública, las autopistas, las pensiones, etc. ¿Te imaginas que un supermercado en concreto te obligase a comprar sus productos y que, si no los comprases te metiesen en prisión? ¿Crees realmente que dicho supermercado lo haría tan bien como lo hace actualmente teniendo la posibilidad de obviar la competencia obligándote a comprar sus productos por muy malos y caros que estos fuesen? Es tan sencillo que, como mínimo, te den la posibilidad de no pagar a la empresa pública, privatizar dicho servicio y “tributar”(pagar) a otra empresa/estado si no estás contento con el servicio por el que has pagado. La misma condición a la que están sometidas el resto de empresas del mundo. Al implantar esto automáticamente se ven obligados a satisfacer a sus potenciales clientes, sino quebrarían por falta de consumidores y desaparecerían. No es válido que se “pseudo-privatice” y se haga un “concurso público”(ya conocemos a los políticos), no. Lo mejor y más natural sería que, de cobrarse impuestos para una “redistribución de la riqueza”(que es un tema distinto a discutir) se le devolviese ése dinero a los ciudadanos en forma de cheques escolares, sanitarios y que cada uno dispusiese de su propio dinero para ahorrar y recurrir a los planes de pensiones más adecuados según la situación personal de cada uno, cosa que podría incluso intentar ayudar a buscar el Estado para intentar obtener mejores planes privados para sus ciudadanos; sin duda sería mejor que mantener un sistema público con tendencia a ser “recortable” e insostenible. O directamente se podría plantear el reducir impuestos y que cada persona fuese responsable de su propio patrimonio sin redistribución de la riqueza, o con una redistribución menor que ocupe menos aspectos realmente más cercanos a lo imprescindible y no a lo arbitrario. Al final el gran problema del Estado y de lo público no es la gestión en sí misma, que puede incluso ser buena (no lo es y por ello también da problemas), es un problema de excesivos privilegios estatales que permiten violentar al libremercado y la elección individual de qué servicios o productos son mejores para uno mismo, permitiendo de forma añadida el clientelismo político y la corrupción desmedida. Eliminando dicho privilegio se podría llegar a un Estado realmente beneficioso para sus ciudadanos, pero siempre cabría la posibilidad de que se llegue a Estados con una gestión nefasta y unos “violentos privilegios” irrevocables (Venezuela, Cuba, Grecia…). En lugar de dejarle todo a la “esperanza” de que la virtud humana se apodere de la clase política, cosa que “podría no pasar”, permitamos que la gente salga del sistema estatal y así los políticos tengan que ganarse a la gente con hechos y no con discursos populistas y campañas plagadas de demagogia. Hagamos del Estado un grupo voluntario de individuos en el que exista libertad de asociación y, consecuentemente, de desasociación. O seamos radicales y ofrezcamos una libertad mayor dentro de los Estados suprimiendo gran parte de los “servicios públicos” y la mayor parte de los impuestos para que cada uno pueda decidir en qué servicio privado utilizar su propio dinero y el Estado no pueda imponer un determinado servicio público mediante los impuestos. Otras alternativas pasarían por suprimir por completo el Estado(anarcocapitalismo, del que hablaremos en otra ocasión).


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