¿Los servicios públicos son realmente lo más beneficioso para los ciudadanos?
Opino que no es así por varias razones, así que empezaré a exponer mi punto de vista al respecto.
El hecho ineludible es que el Estado, al tener el privilegio de poder coaccionar a la población de forma que esto sea visto como justo o legítimo, es una empresa que jamás puede perder. Y claro, cuando una empresa no puede perder… ¿Para qué va a hacerlo bien? ¿Su sanidad es disfuncional? No pasa nada, tú la tienes que seguir pagando, porque si no la pagas te pueden imponer desde multas a penas de prisión al poseer el monopolio de la violencia. Y así con la educación pública, las autopistas, las pensiones, etc. ¿Te imaginas que un supermercado en concreto te obligase a comprar sus productos y que, si no los comprases te metiesen en prisión? ¿Crees realmente que dicho supermercado lo haría tan bien como lo hace actualmente teniendo la posibilidad de obviar la competencia obligándote a comprar sus productos por muy malos y caros que estos fuesen? Es tan sencillo que, como mínimo, te den la posibilidad de no pagar a la empresa pública, privatizar dicho servicio y “tributar”(pagar) a otra empresa/estado si no estás contento con el servicio por el que has pagado. La misma condición a la que están sometidas el resto de empresas del mundo. Al implantar esto automáticamente se ven obligados a satisfacer a sus potenciales clientes, sino quebrarían por falta de consumidores y desaparecerían. No es válido que se “pseudo-privatice” y se haga un “concurso público”(ya conocemos a los políticos), no. Lo mejor y más natural sería que, de cobrarse impuestos para una “redistribución de la riqueza”(que es un tema distinto a discutir) se le devolviese ése dinero a los ciudadanos en forma de cheques escolares, sanitarios y que cada uno dispusiese de su propio dinero para ahorrar y recurrir a los planes de pensiones más adecuados según la situación personal de cada uno, cosa que podría incluso intentar ayudar a buscar el Estado para intentar obtener mejores planes privados para sus ciudadanos; sin duda sería mejor que mantener un sistema público con tendencia a ser “recortable” e insostenible. O directamente se podría plantear el reducir impuestos y que cada persona fuese responsable de su propio patrimonio sin redistribución de la riqueza, o con una redistribución menor que ocupe menos aspectos realmente más cercanos a lo imprescindible y no a lo arbitrario. Al final el gran problema del Estado y de lo público no es la gestión en sí misma, que puede incluso ser buena (no lo es y por ello también da problemas), es un problema de excesivos privilegios estatales que permiten violentar al libremercado y la elección individual de qué servicios o productos son mejores para uno mismo, permitiendo de forma añadida el clientelismo político y la corrupción desmedida. Eliminando dicho privilegio se podría llegar a un Estado realmente beneficioso para sus ciudadanos, pero siempre cabría la posibilidad de que se llegue a Estados con una gestión nefasta y unos “violentos privilegios” irrevocables (Venezuela, Cuba, Grecia…). En lugar de dejarle todo a la “esperanza” de que la virtud humana se apodere de la clase política, cosa que “podría no pasar”, permitamos que la gente salga del sistema estatal y así los políticos tengan que ganarse a la gente con hechos y no con discursos populistas y campañas plagadas de demagogia. Hagamos del Estado un grupo voluntario de individuos en el que exista libertad de asociación y, consecuentemente, de desasociación. O seamos radicales y ofrezcamos una libertad mayor dentro de los Estados suprimiendo gran parte de los “servicios públicos” y la mayor parte de los impuestos para que cada uno pueda decidir en qué servicio privado utilizar su propio dinero y el Estado no pueda imponer un determinado servicio público mediante los impuestos. Otras alternativas pasarían por suprimir por completo el Estado(anarcocapitalismo, del que hablaremos en otra ocasión).
