Primero, la democracia no consiste en votar a un partido, consiste en votar a un candidato. Todo aquél que no alcance a comprender esta simpleza, que no vaya de demócrata.
Segundo, los partidos no son, de ninguna manera, intermediarios entre el ciudadano y el Estado. Los partidos políticos surgieron de las necesidades políticas de la sociedad con la intención de articular la participación política de la sociedad. Nadie podría pensar, en su sano juicio, que serían utilizados para someter a la sociedad civil a los dictados de una oligarquía partidista, de partidos estatales, que se alternarían en el poder para gobernar en exclusiva. Eso no son partidos políticos, ni PP, ni PSOE, ni PCE, ni ningún otro. Son lo que son pero no son partidos políticos. Los partidos políticos del Estado, por su procedencia, no pueden ser ni intermediarios ni, por supuesto, mandatarios de la voluntad política de los ciudadanos, por mucho que se empecinen en decir y hacerle creer a la gente lo contrario.
La distancia entre el Estado usurpado y los ciudadanos se hará abismal cada día que pase. La obligación de la sociedad es pasar de largo, seguir su camino, y no hacer caso a lo que no va con ellos. Pero tampoco financiarlos.
Por si fuera poco, se empeñan en descalificar, apoyados por una prensa desleal a la sociedad española, con sus embustes a los movimientos ciudadanos que llenaron las calles y plazas de toda España el 19-J, a pesar de que, por ignorancia, nadie ha puesto en entredicho la existencia de partidos y sindicatos, sino el papel que detentan en la actualidad.
Necesitamos un período para que todos meditemos qué sistema político queremos, que régimen político y que forma de entendernos queremos. A eso se le llama período constituyente.El asuntito de las listas y el reparto de la tarta que no es suya debe acabar de inmediato.
Aún están a tiempo de irse sin sufrir demasiado.