Revista Libros
La estela de la bruja de Luisa Villar Liébana. Ilustraciones de Mariano Gabriel Epelbaum. Barcelona, Edebé, 2013. Rústica, 368 pp., 8,60 €.
Por Anabel Sáiz Ripoll.
La estela de la bruja, de Luisa Villar Liébana atrapa al lector desde el primer momento. Es un relato de misterio narrado con mano maestra que no deja de sorprender a cada paso. La acción, la emoción, el suspense y una documentación exhaustiva se ponen al servicio de esta aventura que, de manera impecable, nos conduce a un final impensable.
Con razón a Luisa Villar la llaman “la dama del misterio de la literatura infantil y juvenil”.
Uno de los méritos del libro que estamos comentando es que se centra, especialmente, en escenarios muy conocidos, como son Toledo o Madrid. No hay nada inverosímil en lo que narra y muchos de los lugares que se describen, como las capillas de la catedral de Toledo, no son meros decorados para la trama, sino casi un personaje más. Al lado del plano real, la autora bucea en fuentes bibliográficas y relaciona una desaparición de una talla religiosa con la brujería medieval y sus distintas formas.
Gabri es un joven detective que se dedica a investigar casos de robos y misterios relacionados con el mundo del arte a raíz de la muerte, en duras circunstancias, de sus padres, propietarios de una galería de arte. Su hermano menor, Lucas, le ayuda en la investigación. Lucas es un niño inteligente, dotado con un cerebro poco común y que va en silla de ruedas. Este detalle, sin embargo, no le impide relacionarse ni sentirse cómodo en su mundo. No perdamos de vista, también, que la narradora no deja de lanzar guiños al lector y críticas a las continuas barreras arquitectónicas con las que se encuentran las personas que, como Lucas, van en silla de ruedas.
A Gabri le encargan un caso extraño, que encuentre una talla gótica, la Virgen Coronada o Máter Amantísima. Todo se complica cuando muere, en circunstancias sospechosas, el profesor que le ha hecho el encargo. Pese a todo, Gabri decide seguir y, a través de su investigación, entra en contacto con personajes tan fascinantes como la anciana Eduina y su nieta o el sacerdote don Tarsicio.
La amistad, las dudas, los aspectos cotidianos (como comer, comprar…), las relaciones afectivas, el amor, el humor, el paisaje, la bujería, el dolor y, el arte, entre otros elementos hacen que La estela de la bruja resulte un libro cercano y, a la vez, como dijimos al principio, bien documentado y, a la vez, mágico. El pasado aflora en la novela para advertir que, a veces, si no cierran bien las heridas, estas retornan hasta que, de alguna manera, se les permite descansar.
La novela se estructura en torno a diez capítulos que, narrados en tercera persona, aunque con un uso frecuente del diálogo, nos van sumergiendo en una atmósfera en la que, poco a poco, todo confluye para que aparezca la estatua, aunque no de la forma que nos hubiéramos imaginado ni con la finalidad que el lector puede suponer al principio.
La estela de la bruja es un relato destinado a lectores desde 12 años, aunque gustará a todo aquel que disfrute con una buena narración de misterio.