Revista Libros

La estética como ideología. I.

Publicado el 21 enero 2012 por Belanov

Terry Eagleton


En varias entregas planeo ir aportando mis someras notas sobre la lectura de La estética como ideología de Terry Eagleton. Mi formación de filólogo (y encima hispanista) es naturalmente insuficiente para un texto de estas características, pero en cualquier caso, estas notas deberán ser consideradas como apuntes de carácter básico y personal, y también basadas en aquello que más me interese de la obra, que puede ser que no sea, por otro lado, lo más importante.
Obviaré información sobre Eagleton que pueda encontrarse en la wikipedia y en los dos volúmenes autobiográficos (Después de la teoría y El portero)
La obra puede consultarse en Scribd.
Eagleton, T. - La estética como ideología [1990]
En los primeros momentos introduce los objetivos de la obra, que no serán el trazar una historia de la estética como tal sino, a través de una línea cronológica, indagar en la relación entre la estética y sus implicaciones ideológicas, relacionándola con la filosofía propia de cada época y con los momentos históricos. También, pretende realizar una crítica a los deconstruccionistas (principalmente a Paul de Man) que a fuerza de deconstrucción, se han alejado excesivamente de la realidad, de la políticas. Su perspectiva es, pues, abiertamente marxista, aunque no exenta del peso y las herramientas de la teoría.
En el primer capítulo, "Particularidades libres", a través de Baumgarten se tiende una relación entre lo estético y lo físico. Lo estético es entendido como aquello que es percibido por los sentidos, lo que amplía el objeto de estudio ya que no estamos hablando simplemente de arte. "La estética trata [...] de los primeros impulsos de un materialismo primitivo, de esa larga rebelión del cuerpo que, desprovista de voz durante mucho tiempo, pasa a rebelarse ahora contra la tiranía de lo teórico" (65). Hay, pues, en la estética, cierto componente de carácter subversivo, sensualista, que se opone tanto al absolutismo teórico del pensamiento como al político, si bien no de forma directa y abierta. 
A partir de aquí se ahonda en los problemas que supusiera la estetización de valores como la razón o la importancia de los sentimientos en las constituciones, desde Kant a Rousseau, o la ironía en el hecho de que buena parte del pensamiento de filósofos adscritos al absolutismo sirviera, posteriormente, para la construcción de un nuevo sujeto moderno, que tuviera tal fuerza emancipatoria. Se plantea, asimismo, la dualidad de la estética a la hora de servir, también, como un componente que puede servir como elemento de introyección del poder represor.
La subjetividad "profunda" es justo lo que el orden social dominante desea, y al mismo tiempo lo que más razones tiene para temer. Si lo estético es un asunto peligroso y ambiguo, es porque, como veremos en este estudio, hay algo en el cuerpo que puede ocasionar una revuelta contra el poder que lo marca; y ese impulso solo puede erradicarse si se extirpa con él la capacidad de autentificar este mismo poder (83).

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