¿Qué tienen que ver El Bosco con Las Vegas? La respuesta está en «La estupidez», una obra escrita por el dramaturgo argentino Rafael Spregelburd. Pertenece a la Heptalogía de Hieronymus Bosch, que el autor escribió inspirado en la «Mesa de los Siete Pecados Capitales» de El Bosco, y se estrenó en Buenos Aires en 2003, con Spregelburd formando parte del elenco.
«La estupidez» es el segundo montaje de una joven compañía teatral Feelgood Teatro, que toma el nombre precisamente de su primer trabajo -la obra «Feelgood», de Alistair Beaton-
, y que nació en el seno del montaje de «Todos mis hijos» estrenado en el Teatro Español. Los actores Manuela Velasco, Fran Perea, Ainhoa Santamaría y Javier Márquez, componen el núcleo de la compañía, y a ellos se han unido para esta nueva aventura que arranca en las Naves del Español Toni Acosta, Javi Coll y Fernando Soto, director de la función.He utilizado la palabra aventura, y verdaderamente este montaje se puede definir así, ya que «La estupidez» es un frondoso bosque en el que hay que internarse con la mochila llena de fe y determinación, y sin otra brújula que el entusiasmo. Se trata de una función extraordinariamente complicada, un falso vodevil por momentos trepidante, en el que cinco actores han de encarnar «por exigencias del guión» -no es economía de medios- a veinticuatro personajes; los intérpretes no solo se han de someter a este estresante pero estimulante reto, sino que durante todo el espectáculo, que dura tres horas y media, han de superar una carrera de obstáculos en forma de velocísimos cambios de vestuario.
Reto superado. Toni Acosta, Javi Coll, Javier Márquez, Fran Perea, Ainhoa Santamaría, los cinco intérpretes, dictan una soberbia lección de compromiso, de concentración y de calidad. Los cinco dibujan con diferentes colores a cada uno de sus personajes, llenos de detalles que ayudan a marcar las diferencias entre ellos: destaca el trabajo en este sentido de Toni Acosta, una actriz que nada en la comedia con tiempos de medalla de oro.
La avaricia es el leit motiv del texto de Rafael Spregelburd, y qué mejor que Las Vegas, un lugar creado para satisfacer las ansias de codicia del ser humano, que va a menudo acompañada de grandes dosis de estulticia y necedad. Eufemísticamente, los chicos de Feelgood dicen que «La estupidez» es una obra que versa sobre la fragilidad de la inteligencia en los tiempos que corren. Spregelburd traza una historia de vidas cruzadas en las que vierte con humor pero sin piedad su ácida crítica. Lo hace a través de situaciones y personajes al límite, que Fernando Soto dibuja casi como habitantes de un cómic, y que conectan a las mil maravillas del espectador.
El principal enemigo de «La estupidez», sin embargo, es el propio texto; en concreto, su duración; tres horas y media. La compañía arguye que el autor no permite cortes en ella, pero según mis informaciones en Canadá se ha hecho; estoy convencido de que una cuidadosa y respetuosa poda sería muy beneficiosa para el magnífico espectáculo -la escenografía de Elisa Sanz, la iluminación de Juan Gómez-Cornejo y el vestuario de Arantxa Ezquerro son aliados de calidad imprescindibles-; los actores y el público lo agradecerían.