Hay una etapa muy marcada que causa desconcierto, dudas y agotamiento a los padres y madres que se enfrentan a ella. Hablo de la etapa de las rabietas infantiles. Ésta suele comenzar a los 18 meses, aproximadamente y normalizarse en torno a los 4 años.
Hasta la fecha nuestro bebé ha sido esa personita adorable que se dejaba hacer dócilmente y con una sonrisa en la cara. Pero precisamente porque es una persona, hay un momento en el cual empieza a tener conciencia de que es un ser independiente de sus padres que puede actuar sobre en su entorno. Antes dejaba que le cambiaran el pañal y ahora decide que no es buen momento. Antes era llevado al súper en carrito y ahora decide que quiere ir andando y, además, cogiendo los productos de los estantes. Y así miles de situaciones que viven todos los padres y madres cada día.
Y es cuando esos deseos entran en contradicción con los deseos de los padres cuando surge el conflicto y, por tanto, la rabieta. Hasta los 3 años aproximadamente el niño no superará la fase egocéntrica por lo que en ese momento no es capaz de ponerse en el lugar del otro y para él sólo existe el “yo quiero!” o el “No quiero!”.
Por otro lado está aprendiendo a regular sus emociones, a manejarlas y canalizarlas por lo que todavía no es capaz de asimilar emociones tan desagradables como la frustración o la ira. Son unos sentimientos tan intensos que el niño no puede darles salida si no es con esas explosiones en su comportamiento como tirarse al suelo, llorar, patalear, etc. En definitiva, todo lo que engloba una rabieta.
Y ahora llega la pregunta,
¿qué puedo hacer como padre o madre para prevenir o manejar las rabietas?
Para su prevención, os propongo algunos consejos:
- A veces somos poco realistas con lo que podemos esperar de un niño de 2-3-4 años y pretendemos que cumpla un sinfín de normas, algunas de las cuales no están fundamentadas, sino normas “que en mi casa se han hecho siempre asi”.Intentad ser un poco más flexibles, revisad las normas y limitarlas a las fundamentales (seguridad, higiene, comida). Las normas de una familia no deben encorsetar a sus miembros sino ayudarles a crecer y desarrollarse en un medio sano y seguro para todos.
- La mejor guerra es la que no se da. La clave está en la anticipación. Si sabemos que cada vez que pasamos por el parque del barrio nuestro hijo quiere pararse a coger mariquitas y no vamos con tiempo para ello, mejor evitar en nuestro trayecto pasar por ahí.
- Cuando un niño está cansado es más probable que tenga una rabieta, ya que su tolerancia a la frustración es menor. Acostarlo cuando le veamos cansado puede evitar malos ratos.
- Permitir que vuestro hijo realice pequeñas elecciones a lo largo del día, dentro de lo razonable, como por ejemplo, elegir el vaso en el que va a desayunar, que juguete va a llevar al parque o el jersey que se pondrá. De este modo, estaremos satisfaciendo esa necesidad de autoafirmarse y será menos probable que tenga rabieta cuando posteriormente se le pida algo.
- Cuando nuestros hijos están disfrutando con algo que les gusta mucho, como jugar con su mejor amigo, les cuesta aceptar que el tiempo se ha acabado. Podemos ir avisándole 15 mins antes de que le queda poco tiempo para jugar y favorecer que cuando llegue el final lo asimile y acepte de mejor grado.
Ahora bien, aunque tengamos en cuenta estas pautas, vuestro hijo seguirá teniendo las rabietas normales de su edad.
¿Cómo podemos afrontarlas?
- Lo primero de todo deberéis mantener la calma y entender el motivo de la rabieta de vuestro hijo y hacérselo saber. Eso dará validez a lo que piensa y siente vuestro hijo y se sentirá aceptado, “sé que te encanta coger mariquitas, veo que disfrutas mucho”.
- En segundo lugar, explicarle el motivo de tu decisión con frases sencillas y cortas que pueda entender como “ahora no tenemos tiempo porque tenemos que ir a recoger a tu hermano y si nos paramos llegaremos tarde”.
- Por último, darle una alternativa a ese deseo que expresa que sea compatible con la situación vivida como “¿qué podemos hacer? Si quieres venimos al parque después de recoger a tu hermano y puedes buscar esas mariquitas que tanto te gustan”.
Habrá momentos en los que esta pauta funcione y otros en los que termine en una monumental rabieta pero veremos cómo con el tiempo, nuestro hijo irá aprendiendo a gestionar cada vez mejor sus emociones, a ser capaz de demorar lo que le gusta, ponerse en el lugar del otro y respetar los límites de los adultos. Además nuestro hijo crecerá sintiendo que sus pensamientos son tenidos en cuenta así como sus emociones entendidas y contenidas. Estaremos contribuyendo a que forme un autoconcepto sano y ajustado de sí mismo, con capacidad de autoafirmación y una personalidad sólida.