Revista Educación

La eterna discusión

Por Siempreenmedio @Siempreblog

La eterna discusión

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- Te lo dije.

- Ya está con su frasecita de siempre…

- Porque siempre actúas sin sentido.

- ¿Sin sentido? Lo que pasa es que tengo razones que tú desconoces.

- “Razones”… Llámalo mejor impulsos, caprichos, estupideces… Nunca aprendes.

- Qué listo es… Se cree que todo lo sabe. Pues basándote en tu maravillosa lógica y tus fundamentadas predicciones, te equivocas tanto o más que yo. ¿O no?

- Bueno, no soy infalible. Y la vida es compleja. Pero, ¿qué propones?, ¿que me deje llevar por tus locuras?

- Al menos que me escuches. Que tomes en consideración mi opinión. Lo entiendas o no, muchas veces sé mejor que tú lo que conviene.

- Esto sí que es gracioso: tratar de persuadirme a mí con ese argumento tan científico y racional… Que haga un acto de fe, vaya.

- ¡Ains! Cuánta frustración siento cuando hablo contigo… es como discutir con una pared. Está claro que somos muy diferentes.

- En eso último estamos de acuerdo.

- Muy bien, trataré de convencerte. Piensa por un instante en los momentos más importantes que recuerdes, en los que aportaron más valor o provocaron un cambio. ¿No jugaron en todos ellos un papel protagonista las emociones?

- Tal vez, no sabría decirte.

- ¿O por qué cuando tomas una decisión en contra de mi consejo otros órganos del cuerpo se resienten? ¿No te parece un indicio claro?

- Con eso me das que pensar…

- Piénsalo, sí. A estas alturas deberías haber acumulado suficientes evidencias que te llevaran a tener mi criterio mucho más en cuenta.

- Puede ser que a mí también me cueste aprender…

 

 


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