Revista Opinión

La eterna novia de Cazale

Publicado el 24 octubre 2023 por Manuelsegura @manuelsegura
La eterna novia de Cazale

Para muchos observadores no pasó desapercibido un detalle durante la presencia de la actriz Meryl Streep en la entrega de los Premios Princesa de Asturias, en Oviedo: la ausencia de su marido. La protagonista de ‘La decisión de Sophie’ llegó al Principado acompañada de su hermano para recoger la distinción, en el apartado de las Artes, que el jurado le había otorgado por su dilatada y exitosa trayectoria profesional.

Una publicación norteamericana, especializada en lo que antes se daba en llamar ecos de sociedad, reveló el motivo de la ausencia de Don Gummer en los actos celebrados en Asturias: ambos llevaban seis años separados. La discreción, siempre presente en la vida de la pareja, también fue la protagonista en este caso. 

Los inicios sentimentales de Meryl Streep estuvieron marcados por lo trágico de su desenlace. Conoció en 1976 al actor John Cazale, catorce años mayor que ella, durante la representación en Central Park de una obra de Shakespeare en la que los dos intervinieron. Se enamoraron y se fueron a vivir juntos al apartamento de él en Nueva York. Algún tiempo después, a Cazale le detectaron un cáncer de pulmón. Ambos rodaban ‘El cazador’, la icónica película de tan singular director como fue Michael Cimino. La productora cuestionó el concurso del actor, debido a su delicado estado de salud. En un gesto que ella nunca olvidará, Robert De Niro, protagonista de la cinta, corrió con los gastos que suponían asegurar a Cazale para que pudiera seguir en el proyecto. Con todo, rodó sus escenas al principio, para evitar que el agravamiento de la enfermedad se lo impidiese. Otro amigo íntimo de la pareja, Al Pacino, lo solía acompañar a las sesiones de tratamiento. A su compañero de rodaje en la obra maestra de Coppola, ‘El Padrino’, Cazale le había confesado años atrás: “¿Sabes? He conocido a la mejor actriz de la historia. Trabajo con ella en el teatro”

Meryl permaneció fiel, junto a su pareja, hasta el último día, hasta su último aliento. Cuenta el biógrafo de ella cómo fue aquel final, cuando John la contempló desde su cama del hospital, por última vez, y le susurró: “Está bien, Meryl. Todo está bien”. John Cazale murió a mediados de marzo de 1978. No pudo ver, por tanto, el estreno de la que sería su última película. Solo participó en cinco largometrajes a lo largo de su vida. Y tres de ellos obtuvieron el Oscar. En ninguno fue el protagonista principal. Desde entonces ha sido considerado como el mejor secundario de la historia del cine. Con Al Pacino también rodó ‘Tarde de perros’, de Sidney Lumet. “Era diferente al resto”, dijo de él al recordarlo en un documental.

Algún tiempo después de su muerte, Meryl Streep conoció al escultor Don Gummer, un amigo de su hermano. A él se agarró para aliviar el dolor de la pérdida de un ser humano que la fascinó por completo. Se casaron y tuvieron cuatro hijos. Han vivido juntos durante más de cuatro décadas, pasando por ser uno de los matrimonios más consolidados de Hollywood. Ahora hemos sabido que eso fue hasta hace seis años, demostrando, como sostiene Héctor Abad Faciolince, que el amor no suele ser para siempre sino algo precario, incierto y casi con fecha de caducidad como el yogur o la mermelada. 

La breve historia de Meryl Streep con Cazale marcó su personalidad a lo largo de todos estos años y moldeó su carácter. Admiraba de él su singularidad, su humanidad y también la curiosidad que despertaba en los demás. Trabajadora incansable, luchadora, defensora de los derechos de la mujer, con tres Oscar en su poder pero nominada en más de una veintena de ocasiones, la actriz se alejó desde un primer momento de los estereotipos al uso en el almibarado mundo del celuloide hollywoodiense. No era de una belleza incontestable pero su rostro contenía un encanto que encandilaba. Tuvo reveses en su carrera, como cuando Dino de Laurentiis la rechazó para protagonizar una versión de ‘King Kong’, mediada la década de los setenta, por ser “demasiado fea”. El productor eligió entonces a una explosiva Jessica Lange. Su romance con Cazale se resume en una frase de Neruda, casi profética en su caso. Tan corto el amor y tan largo el olvido. Quién sabe si él, allá donde esté, esbozó una sonrisa socarrona cuando el otro día ella recogió el galardón en Oviedo y volvió a repetir aquello que le dijo, a modo de epitafio, desde su cama del Memorial Sloan Kettering: “Está bien, Meryl. Todo está bien”

[‘La Verdad’ de Murcia 24-10-2023]


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