Revista Cultura y Ocio

La Ética de Aristóteles según Paul Ricoeur

Por Leandro Tejerina @LeandroTeje

En la siguiente entrevista, realizada el 6 de Abril de 1989 para la RAI, Paul Ricoeur habla de la teoría ética de Aristóteles en relación a la poética y la política. Tomando como punto de partida la Ética a Nicómaco, la obra de mayor relevancia en cuanto al pensamiento ético aristotélico, Ricoeur revaloriza el aporte de Aristóteles a la reflexión que habían iniciado Sócrates y Platón. Expone los puntos principales de su doctrina y aclara el concepto de amistad, que el filósofo estagirita reconocía como sustancial para la felicidad.

Profesor Ricoeur, la doctrina ética de Aristóteles suscita un renovado interés. ¿De qué texto aristotélico hay que partir para entender los aspectos de mayor importancia en su teoría ética?

Creo que debiéramos privilegiar la lectura de la Ética a Nicómaco. Disponemos de dos o tres tratados de ética de Aristóteles, pero éste es el más completo, el más conocido; su texto más seguro, el mejor estudiado. La obra empieza con una serie de consideraciones dirigidas a orientar al lector hacia una finalidad, que es también la del autor, la de Aristóteles. Esa finalidad, que han de tener en común el lector y el autor, es la felicidad, entendida como la realización de una vida feliz. Todos los hombres tienden hacia ello. Aristóteles no se preocupa de demostrarlo, sino que admite que todos la persiguen mediante sus acciones, su pensamiento y sus sentimientos. A partir de ese dato, Aristóteles se pregunta cómo puede ser racionalmente conseguida dicha finalidad; por qué existe una razón moral, que no es idéntica a la razón científica. Aristóteles comienza por establecer qué se debe entender por acción humana. El problema moral existe porque el hombre es un sujeto que actúa, que sufre, que puede tomar decisiones racionales; el problema de la ética es el de poner en relación la capacidad de razonar que hay en cada cual con la búsqueda de la felicidad. ¿Cuáles son los elementos intermedios que nos ayudan a hallarla? Aristóteles los reúne en un único concepto: la virtud. Pero la palabra “virtud” en nuestro idioma ha llegado a tener una reputación lamentable. Por eso prefiero traducirla como “perfección”: es decir, hacer bien lo que se hace. Aristóteles clasifica luego la virtud según el campo en que se puede ser perfecto, en que se puede ser el mejor, y plantea si se puede juzgar en este ámbito por haber obtenido un buen resultado. Las virtudes que propone son las asumidas por su época, introducidas en la educación por la lectura de la Ilíada y de la Odisea, de los trágicos y de los oradores. Por eso estudia la templanza, que es el buen uso de los deseos, del placer y del dolor, la magnanimidad, el valor, la justicia (de la que luego hablaremos), la amistad -a la cual está dedicado el libro que prefiero entre los de la Ética a Nicómaco. Finalizado el recorrido, concluye donde comenzó: en la búsqueda originaria de la felicidad. Éste es el punto con que se inicia el gran Libro X de la Ética a Nicómaco, donde se confrontan la vida contemplativa y la vida práctica. Escribiendo este libro, en el fondo, el propio Aristóteles no realiza una acción práctica; habla de la práctica: escribe una obra de pensamiento teórico sobre la práctica. Y, así, su libro concluye con el análisis de la relación entre teoría y práctica. Uno de los conceptos fundamentales de la Ética a Nicómaco es el de justo medio que constituye la principal aportación aristotélica. Nos encontramos ante una multiplicidad de virtudes: según cómo se clasifiquen pueden distinguirse cuatro, seis u ocho. ¿Pero, qué tienen en común? Ese problema es competencia del filósofo, del que tiene por oficio la reflexión, una reflexión que se distingue tanto del sentido común cuanto del método seguido por los poetas. Aristóteles ha descubierto -y en ello consiste su aportación filosófica- que hay, al menos, una característica en común entre todas las virtudes: el hecho de indicar un justo medio entre dos extremos. Tomemos el caso de los extremos. Para el valor, por ejemplo, un extremo es la temeridad, arriesgar la propia vida inútilmente. Otro extremo es la cobardía, tener miedo. El valor se halla entre ambas. La expresión “justo medio” no tiene una buena reputación, porque se considera una forma de compromiso, de pasteleo; pero la idea de Aristóteles es que el justo medio constituye lo más difícil de hallar porque es un punto de equilibrio. Extremadamente frágil; y espero que nuestra discusión nos permitirá reencontrar este problema más tarde, en situaciones contemporáneas, en que entre dos posiciones extremas resulta difícil encontrar el justo medio. Me parece que hay un texto de Aristóteles, en que se dice que el justo medio es una cima y no una especie de pantano donde hundirse.

La reflexión política había tocado puntos realmente complejos en el pensamiento griego. Podemos recordar a los Sofistas, Sócrates, Platón. No hay que olvidar tampoco las aportaciones de la tragedia. Pero las enseñanzas de Sócrates y de Platón representan dos posiciones teóricas irreducibles: por una parte la máxima disolución del valor absoluto de la ética; por la otra, la ética elevada a valor absoluto. ¿Cómo se sitúa Aristóteles ante estas dos interpretaciones de la ética?

Los sofistas eran los educadores de los jóvenes, intelectuales que ambicionaban conquistar posiciones de poder. Enseñaban a obtener el éxito mediante un hábil uso del lenguaje. Platón se opuso fuertemente a la enseñanza de los sofistas, proponiendo una idea de Justicia totalmente opuesta a la habilidad y al éxito. Analizando el problema moral, y en particular el de la justicia, Platón había propuesto la idea de que el bien y sus formas fuesen considerados exactamente como los objetos matemáticos. Objetos absolutos que nos preceden y que tienen una realidad propia: eso son, en suma, las Ideas. Aristóteles quiso aproximar los bienes al hombre, mostrando que ese designio está contenido en la aspiración a la búsqueda de la felicidad y en la estructura de la acción. El mérito de Aristóteles consiste, pues, en religar la virtud a la acción humana. La noción de praxis, que luego ha tenido tanta fortuna gracias a Marx, nació en Aristóteles. La praxis es la acción; el lugar del bien y del mal. Y todas las perfecciones que denominamos virtudes son las formas de lo que él llama, habitualmente, disposiciones generales de la acción, referidas a situaciones típicas, como pueden ser el valor ante el peligro o la moderación ante la tentación de los excesos en el placer y en el dolor.

¿Hay alguna relación entre la Ética a Nicómaco y la Poética de Aristóteles?

Se puede ver mejor la relación desde el otro lado, yendo de la Poética a la Ética. El elemento común, si se puede llamar así, se halla en lo referente a la acción. ¿Cuál es, de hecho, el objeto de la Poética? Es el de la imitación creadora, por parte del poeta, de acciones notables que conduzcan a los hombres mejores a la acción; una acción que se pone bajo el signo del exceso. La Poética es la contrapartida de la Ética, no sólo un tratado de estética. La ética nos dice que el hombre consigue la felicidad practicando la virtud; la Poética, a su vez, nos ofrece ejemplos inventados, las grandes ficciones narrativas, como una especie de laboratorio del pensamiento que nos permite combinar, de la manera más diversa, cuatro términos: el bien, el mal, la buena suerte y la mala suerte. Cada tragedia es un itinerario distinto, que nos permite poner en escena, por así decirlo, la relación entre la acción y la felicidad, o la infelicidad, a través de la virtud y del vicio.

En Platón, como en Sócrates, encontramos la identidad de la verdad con el bien. En Aristóteles esa identidad se rompe. Pero todavía no encontramos en Aristóteles la teorización del relativismo ético o del irracionalismo. ¿Cuál es el camino que toma Aristóteles?

Sócrates continúa siendo un enigma para todos los comentaristas, porque, como no escribió nada, sólo lo conocemos a través de Platón, de algunas cosas de Aristóteles, un poco de Jenofonte y los sarcasmos que le dedicó Aristófanes. ¿Pero cuál es el verdadero Sócrates? Lo que de él sabemos, nos lleva a decir que era lo contrario a los sofistas, que enseñaban un uso perverso del lenguaje para lograr el éxito, un intelectualismo extremadamente acusado. Para Sócrates, es en el uso de la razón donde reside el principio mismo del bien, según lo que habitualmente se define como intelectualismo moral. El hombre no es malo por voluntad, sino por falta de conocimiento, de educación, de cultura… Desde este punto de vista, Aristóteles representa una rectificación muy importante, porque usa la categoría de acción desde un punto de vista más amplio. La estructura de la acción, comporta para él, otros aspectos intelectuales, designados como “deliberación”, en que reencontramos el elemento socrático. Por ello define, estrictamente, la virtud como un deseo razonado, sensato. En Aristóteles encontramos, pues, una relación muy estrecha con el contenido del deseo; y ello se comprende porque en su pensamiento está presente la aspiración a la felicidad, que proviene de la entraña misma del hombre deseante. El problema para Aristóteles es el de introducir el elemento de racionalidad en esta aspiración fundamental; se trata de una característica muy distinta a la del intelectualismo de Sócrates. Pero creo que hay que hacer justicia a ambos: no estamos obligados a escoger entre Sócrates o Aristóteles porque no se enfrentaban a los mismos adversarios. Se podría decir que Sócrates responde a los sofistas, mientras que Aristóteles responde a Platón, e incluso replica a la respuesta que Platón había dado a los sofistas. Es un juego bastante complicado de correcciones, de ajustes, y no se puede tomar un pensamiento en bloque, al margen de la relación dialógica con sus contemporáneos e, incluso, con sus predecesores, puesto que Aristóteles siempre está en debate con Platón y, a veces, incluso con Sócrates y los sofistas y, tal vez, con los presocráticos.

¿Qué relación hay entre la responsabilidad del ciudadano ante la sociedad, y ante los demás, en general, y el ideal de la felicidad, considerando que a veces el hombre puede verse obligado a sacrificar su propia felicidad al bien común?

No se puede negar de ninguna de manera que para Aristóteles hay un una relación muy estrecha entre ética y política; pero para comprenderlo debemos regresar al concepto de “acción”, de praxis, que es el móvil y el centro de todo su pensamiento. La acción verdadera es la que tiene lugar en público, en el “ágora”. Hay un texto justo al inicio de la Ética a Nicómaco en que se afirma taxativamente que la ética es una parte de la política. La política, por usar el lenguaje de Hannah Arendt, es el espacio público de manifestación de la acción humana. En consecuencia, es por abstracción que algunas virtudes pueden ser consideradas, como diríamos hoy, propias de la vida privada. Pero para un griego, a quien el texto iba destinado, no había separación entre vida pública y vida privada, que es un producto del individualismo moderno. El hombre griego o, por lo menos, el hombre al que se refiere Aristóteles, es integralmente un ciudadano. No existe para él nuestra oposición entre privado y público Las virtudes son públicas y la más importante es la justicia, de la cual se habla en el libro quinto, que consiste en luchar contra los excesos. El justo medio está encarnado por las leyes de la ciudad que distribuyen les beneficios y los honores según el bien común. La línea de demarcación entre ética y política es extremadamente flexible. Somos nosotros, los modernos, quienes hemos hecho de la moral un asunto privado y de la política un asunto público, regulado según criterios diferentes.

Aristóteles distingue entre virtudes “éticas” y virtudes “dianoéticas“. ¿Qué sentido tiene esta diferenciación?

Sin hacer filología, debe tenerse en cuenta un hecho elemental: “ética” deriva de una palabra griega, “êthos”, que quiere decir “costumbre”, pero que tiene un homónimo, “éthos”, que significa “carácter”. Las virtudes que Aristóteles examina en el libro primero, como la templanza, el valor, la magnanimidad, la justicia, se pueden llamar virtudes del carácter, porque forman parte de las disposiciones ordinarias del hombre de acción. Lo que se juzga en ética no es cada acción, tomada en singular, sino la disposición para actuar en un cierto sentido. Pero Aristóteles se plantea un segundo problema, preguntándose cuál sea la virtud que se refiere a la deliberación y a la actuación de la virtud. Se puede decir que aquí nos encontramos frente a una virtud de segundo nivel, el problema de la “Frónesis“. Es difícil traducir esta palabra, que en latín tradujeron como “prudentia”, pero la palabra “prudencia” tiene para nosotros un sentido muy distinto; en el concepto de prudencia se engloba la idea de precaución; mientras que para Aristóteles, frónesis es una palabra extremadamente fuerte: se trata de la sabiduría práctica que actúa en determinadas circunstancias. Podría explicarme en estos términos: Aristóteles ha encontrado el problema de la deliberación en el libro que precede la enumeración de las virtudes, el libro tercero, en que se habla de la “praxis” y de la “poiesis”. En este libro, Aristóteles expresa una idea bastante limitada del papel de la deliberación y, en un cierto sentido, de la razón, que para él consiste básicamente un calcular bien los medios, una vez determinado el fin. Si un hombre hace de médico, para ser un buen médico debe saber dar purgantes, dar medicinas u operar; si hace de arquitecto debe saber construir casas. Como dice Aristóteles no se delibera sobre fines, sino sobre medios. Sin embargo, en el mismo libro sexto, en que habla de la prudencia, de la sabiduría práctica, lo que se pone en cuestión es propiamente el fin. Por lo que respeta al logro de la felicidad: ¿se debe obrar como el médico o como el arquitecto? Por eso afirmo que nos hallamos ante una virtud de segundo nivel (grado) porque pone en cuestión los fines que no eran tema de discusión cuando se decía que lo que se discutía eran los medios. Quien delibera sobre los fines, actúa como lo hace un adolescente, y como hacemos también en todos los momentos importantes de nuestra vida, cuando tomamos una decisión sobre nuestra carrera profesional, cuando escogemos lo que, en términos modernos, se llama un proyecto de vida, un programa de vida. Cuando se actúa se hace analizando la relación entre los fines y la felicidad, no sólo entre los fines y los medios. Al final del libro sexto de la Ética a Nicómaco se halla un fragmento, una entrada que no deja de sorprenderme, porque se afirma que, en definitiva, lo más importante de la frónesis, de la sabiduría, es el frónimos, el hombre sabio, porque su gesto, su tacto moral, le permite saber, ante una situación dada, reconocer en qué sentido se puede actuar bien o mal. Aristóteles hace también un parangón entre la frónesis y la sensación, la aisthesis, que nos pone en contacto con las cosas singulares. Se puede decir que la frónesis nos pone en relación con las situaciones singulares a partir de las grandes decisiones de la vida, que se toman en orden a la felicidad. La frónesis circula de abajo hacia arriba. Arriba está la idea que nos hacemos de la felicidad, en medio las diversas virtudes con que las perseguimos, y debajo las acciones singulares, concretas. La frónesis es el arte de poner de acuerdo todos esos niveles, es decir, un arte moral. Se puede decir que la frónesis es la gran virtud de la vida práctica, pero el que practica esta virtud no lo sabe. El que hace teoría sobre ello es el filósofo. Es por eso que Aristóteles no concluye con la vida práctica, sino con la vida contemplativa: sólo el hombre contemplativo es capaz de comprender precisamente ambos modos de vida: tanto la vida practica -que para él es la misma cosa que la política- como la vida especulativa que le es propia.

Un papel importante en la Ética a Nicómaco corresponde a la categoría de la amistad.

En primer lugar, permítame decirles que la palabra tiene para nosotros un sentido bastante más restringido que el que tenía para los griegos. Para nosotros, la amistad es una relación de intimidad que vincula a poquísimas personas, a pocos amigos. Aristóteles, en cambio no dice que debamos tener muchos amigos, pero dice que lo opuesto al amigo es el enemigo. Cuando se tiene presente esta oposición, se ve que en la amistad se trata de algo mucho más complejo que una relación preferente con un pequeño núcleo de amigos escogidos: se trata, más bien, de la relación social en sí misma. Es la amistad, podríamos decir, lo que permite vivir juntos en la ciudad. Por eso creo que no se debe oponer la amistad a la política, porque la relación social es una especie de extensión a toda la ciudad del núcleo mismo de la amistad, que experimentamos, efectivamente, hacia aquellos que hemos escogido por amigos. Evidentemente, por un lado, hay que tomar la amistad en un sentido más amplio, que no es el de la amistad en su sentido moderno; pero, por otra parte, cuando se nos dice que la amistad es el núcleo de la relación social, hay que añadir que dicha relación social está limitada, únicamente, a los iguales, y que excluye a los esclavos y a los forasteros Parece extraño que la amistad pueda ser selectiva, tanto desde el punto de vista político, como del de la elección individual.

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Resumen: En la Ética a Nicómaco, Aristóteles pone en relación la facultad de escoger del hombre con la búsqueda de la felicidad, interrogándose sobre los diversos modos del “bien obrar”, en las diversas virtudes. El mérito de Aristóteles consiste, según Ricoueur, en haber individualizado la línea común de la virtud en ser el “justo medio” entre dos extremos, en un sentido no banal. Aristóteles considera, la praxis humana como el lugar del bien y del mal, y no pretende, como Platón, definir la forma del bien como idea absoluta. Esto conecta la Ética a Nicómaco con la Poética, donde se muestran ejemplos de acciones relacionadas con la felicidad, punto medio entre el vicio y la virtud. Según Ricoeur, Aristóteles, incluyendo el elemento del deseo en el concepto de acción, atempera también el intelectualismo de Sócrates. Por lo demás, en la medida en que la acción es siempre pública y en que la virtud principal es la justicia; la Ética está también ligada a la Política. Mientras que las virtudes éticas son consideradas disposiciones a la acción, las dianoéticas, especialmente la frónesis, atiende a los fines de la acción. La frónesis puede ser teorizada como virtud práctica sólo en la vida contemplativa. Otra virtud fundamental es la amistad, entendida como relación social, aunque en ella, por la estructura de la sociedad griega, no se incluyan esclavos ni extranjeros.

Fuente: Opus Prima


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