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Quien haya cumplido los cincuenta quizás recuerde una serie de televisión, Logan’s Run, de la segunda mitad de los 70s, que ha pasado a ser un clásico de las antiguas producciones de ficción para la pequeña pantalla. El argumento planteaba una sociedad en el futuro, gobernada por una casta de líderes de la que la población solo sabía de su existencia pero a la que nunca llegaba a conocer. En esa sociedad todos eran jóvenes, porque conforme sus miembros iban llegando a los 30 años de edad eran eliminadas en una ceremonia mediante la que partían hacia una existencia mejor. Una ceremonia a la que los destinados a desaparecer asistían encantados, porque desde niños habían sido enseñados en esa creencia. Pero la realidad era bien distinta. Lo que realmente sucedía en cada ceremonia era que todos lo que cumplían treinta años eran asesinados. Cuando un habitante de esa sociedad descubre que el gobierno está constituido por personas mucho más mayores de 30 años, se da cuenta del engaño bajo el que todos han vivido y logra huir al mundo exterior, en compañía de dos personajes más. Desde semejante inicio argumental, la serie se desarrolla capítulo a capítulo en las aventuras que corren los tres protagonistas en un mundo para ellos nuevo y desconocido, mientras huyen de sus perseguidores, quienes tratan de matarlos para que el mayor misterio de esa sociedad siga estando oculto: que una civilización en la que nadie llega a vivir más de treinta años es dirigida, en realidad, por una casta de ocultos gobernantes ancianos que mantienen su identidad y su edad en el más absoluto de los secretos.
En los últimos días ha corrido por unos pocos medios escritos, realmente muy pocos, una de esas noticias que a cualquier persona normalmente constituida le haría plantearse si no está viviendo en un guion de ficción o si no se habrá hecho realidad algún viejo relato futurista. Sucede que en Holanda el actual gobierno ha iniciado los trámites para proponer, dicho en pocas palabras, que los ancianos (y no tan ancianos) que quieran morir puedan disponer de una píldora que les provoque la muerte. Pero ¿por qué el gobierno holandés propone semejante cosa?
Según el diario digital holandés gelderlander.nl el gobierno dispone de un estudio en el que se asegura que entre la población mayor de 55 años existe menos de un 0.20% que siente deseos sinceros de morir a pesar de disponer de un nivel de salud y vida bastante superior al de la media europea y no estar afectados de forma general por los problemas que suelen aquejar a las clases medias de países con una situación económica y social menos acomodada. Un 0.20% que agrupa a una cantidad aproximada de 10.000 personas. De hecho, en la última campaña electoral para la presidencia del país, el Partido Liberal D66, que ahora forma parte de la coalición de gobierno, tenía en su programa una propuesta para reivindicar el derecho de las personas mayores a disponer de una píldora con la que poder suicidarse. Ahora, desde su puesto en este gobierno, van más allá y presentan un borrador de legislación sobre el asunto, como si se tratase de un caso de emergencia nacional. Los diputados de este partido D66 justifican su “prisa” por aprobar esta ley en el supuesto hecho de que “muchos” ancianos esperan con ansia y esperanza el poder acabar legalmente con sus propias vidas.
Exactamente igual que el abominable y degenerado interés por “normalizar” las relaciones sexuales de adultos con niños, que desde hace dos décadas vuelve periódicamente y cada vez con más apoyos, la estrategia de hacer aceptable para una mayoría social el suicidio o incluso el homicidio disfrazados con el término “eutanasia” también regresa periódicamente a la actualidad. Al igual que la pedofilia, cuando en los 70s Jean Paul Sartre, Simone de Bouvoir y otros depravados intelectuales la defendían en entrevistas en los medios de comunicación, la eutanasia voluntaria también tuvo sus propios paladines en Europa. Nada menos que todo un juez del tribunal supremo holandés llamado Huib Drion, quien también fue académico, profesor de derecho y ensayista. Fue también durante los 70s cuando este personaje escribió un libro en el que proponía que las personas mayores de 70 años pudieran disponer de un fármaco con el que suicidarse si se sentían hastiados de vivir por cualquier motivo. A día de hoy es el partido D66 quien pone la eutanasia en primera línea de actualidad-aunque esto haya pasado prácticamente desapercibido en España-pero en ocasiones pasadas han sido otras formaciones, generalmente afines a la ideología izquierdista radical, las que han intentado que la “eutanasia voluntaria”, como se la ha denominado a veces, sea un tema de debate recurrente.
Los estrategas de la agenda globalista dominan como nadie la manipulación de masas. Saben muy bien que es imposible conseguir la aceptación social mayoritaria sobre ciertos asuntos presentándolos abierta y frontalmente. Precisamente por eso ahora contemplamos como esta sociedad acepta como “normal” lo que hace décadas ni se planteaba en aceptar por considerarlo degradado y aberrante. Lo que para muchos ahora es normal, e incluso aconsejable, se ha ido presentando con insistencia hasta que ha sido admitido. Y lo mismo trata de hacer la élite de la agenda globalista con la eutanasia como otra herramienta más de control de la población. De hecho, apenas hace un par de años que ciertas autoridades sanitarias británicas pretendieron abrir un debate en el que se planteaba que la responsabilidad y la decisión de acabar con las vidas de los enfermos terminales recayera en los órganos directivos de cada hospital, sin respetar la voluntad de los pacientes y sus familias. Estas propuestas contra la dignidad, la razón, la moral y la libertad son, cada año que pasa, más extendidas. Hace tiempo que dejaron de ser ocurrencias casi exclusivas de países como Holanda y Bélgica. Reino Unido, Alemania, Francia o España cuentan con asociaciones y colectivos, financiados con dinero de los contribuyentes, que funcionan a la sombra de otras asociaciones feminazis y LGBT, lo que significa que ya disponen de un poder de penetración social nada despreciable y que no pasará otra década completa antes de que en algún país de la Unión Europea la eutanasia, tal y como la desean sus actuales promotores, sea completamente legal como forma de suicidio y, lo que resulta más escalofriante aún, como método de las autoridades para asesinar impunemente a ancianos y enfermos terminales.
Hace muchísimo tiempo que la práctica totalidad de las propuestas de la clase política y sus aledaños del crimen y la delincuencia solo me provocan dos tipos de reacción: o bien me indignan, o bien me hielan la sangre. Y en no pocas ocasiones ambos sentimientos surgen a la par. Ésta es una de esas ocasiones.
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