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Cuando se van a elegir las conductas objetivo, aquellos a las que irán dirigidas las intervenciones, la pregunta clave es: ¿En qué medida la propuesta de cambio conductual mejorará la vida de la persona?
Para responder a dicha pregunta, se ha sugerido que la relevancia potencial de un cambio conductual debería considerarse en relación a la habilitación. Este concepto hace referencia al grado en que el repertorio conductual de un sujeto maximiza acceso a reforzadores a corto y largo plazo y minimiza castigos a corto y largo plazo (Hawkins, 1986, citado en Cooper, Heron & Heward, 2019).
No hay manera de saber de antemano si determinado cambio conductual será útil o funcional. Pero los analistas conductuales siguen una serie de preguntas que les ayudan a tener más seguridad de que un cambio conductual será beneficioso:
- ¿La conducta producirá reforzamiento en el ambiente natural del cliente luego de terminado el tratamiento?
- ¿Es la conducta un prerrequisito necesario para una habilidad útil?
- ¿Esta conducta aumentará el acceso del cliente a ambientes donde pueda adquirir y usar otras conductas importantes?
- ¿Cambiar esta conducta impulsará a otros a tratarle de forma más apropiada y cooperativa?
- ¿Se trata de una conducta pivote o una cúspide conductual?
- Cúspide conductual: Se refiere a un comportamiento que, al ser aprendido, desbloquea el acceso a nuevas contingencias (reforzadores, castigos). Algunos ejemplos que suelen darse son aprender a leer o gatear.
- Conducta pivote: Se refiere a comportamientos que, una vez aprendidos, producen variaciones adaptativas en ambientes en los que no fueron entrenados. Por ejemplo, el entrenamiento en comunicación funcional o la habilidad de tomar decisiones.
- ¿Es una conducta apropiada para la edad?
- Si la conducta objetivo se debe reducir o eliminar, ¿se ha elegido ya una respuesta adaptativa y funcional de reemplazo?
- ¿La conducta representa al objetivo principal o solo se relacionan de forma indirecta?
- ¿Es el comportamiento de interés realmente?
- Si el objetivo no es una conducta específica (por ejemplo, bajar 10 kilos), ¿esta conducta ayudará a lograrlo?
Ya tengo las conductas objetivo ¿por cuál comienzo?
Para jerarquizar las conductas elegidas cuidadosamente, los analistas conductuales utilizan 9 preguntas:
- ¿Supone la conducta algún peligro para el cliente u otras personas? La seguridad personal y la salud son prioridad.
- ¿Con qué frecuencia ocurre el problema de conducta? o ¿cuántas oportunidades tendrá la persona de utilizar la conducta nueva?
- ¿Hace cuánto existe este problema de conducta o déficit de habilidades? Una conducta crónica debe tener prioridad sobre otra que ocurre esporádicamente.
- Cambiar determinada conducta ¿producirá mayores tasas de reforzamiento para la persona? Si todas las otras preguntas están igual, se debe priorizar la conducta que de mayores niveles de reforzamiento.
- ¿Qué importancia relativa tiene esta conducta objetivo para el desarrollo de habilidades y el funcionamiento independiente?
- ¿Cambiar esta conducta va a reducir la atención no deseada de otras personas? Algunas conductas pueden causar problemas al cliente porque son muy peculiares y restringen el acceso a ambientes de aprendizaje importantes.
- La nueva conducta ¿producirá reforzadores para las personas significativas? Aunque rara vez una conducta debe cambiar simplemente para conveniencia de otros, no debemos pasar por alto el impacto que un cambio conductual tiene en las personas cercanas al cliente, quienes ven más de cerca las necesidades de éste.
- ¿Qué probabilidad de éxito tenemos?
- Qué dice la literatura sobre los intentos de cambiar conductas similares.
- Experiencia del analista de conducta.
- Hasta qué punto pueden ser controladas las variables ambientales importantes.
- ¿Se cuenta con recursos para implementar y mantener la intervención a un nivel de fidelidad e intensidad suficientes para lograr la meta?
- ¿Cuánto costará cambiar esta conducta? No solo en términos materiales sino también en relación al tiempo que toma para el cliente y que le resta al aprendizaje de otras conductas.
En segundo lugar, asignarle un número a cada posible conducta objetivo da como resultado un ranking de prioridades. Puede suceder que el analista de conducta, los padres, el cliente y otras personas significativas, tengan diferencias en cuanto a las conductas objetivos. Incluir la participación de estas personas al momento de determinar los objetivos puede ser una forma de minimizar conflictos. La evaluación de cada conducta utilizando una matrix como la que aparece en el ejemplo de abajo puede ayudar a recabar información importante y también a resolver conflictos y clarificar metas.
0=Nunca
1=Rara vez
2=A veces/Tal vez
3=Probablemente/Usualmente
4=Sí/Siempre
Conducta AConducta BConducta CConducta D
¿Supone la conducta algún peligro para el
cliente u otras personas?
0 1 2 3 4
0 1 2 3 4
0 1 2 3 4
0 1 2 3 4
¿Con qué frecuencia ocurre el problema
de conducta? o ¿cuántas oportunidades
tendrá la persona de utilizar la conducta nueva?
0 1 2 3 4
0 1 2 3 4
0 1 2 3 4
0 1 2 3 4
¿Hace cuánto existe este problema
de conducta o déficit de habilidades?
0 1 2 3 4
0 1 2 3 4
0 1 2 3 4
0 1 2 3 4
ETC.
0 1 2 3 4
0 1 2 3 4
0 1 2 3 4
0 1 2 3 4
Cómo se definen las conductas objetivo
Un analista de conducta debe definir los comportamientos a analizar de una forma clara, objetiva y concisa. Para ello, se consideran tanto los aspectos funcionales como topográficos de los comportamientos.
Definiciones basadas en la función de la conducta
Esta clase de definiciones incluye a las respuestas en una clase de respuesta solamente por su efecto en común sobre el ambiente. Las ventajas de optar por definir los comportamientos basándose en su función son:
- Incluye todas las formas relevantes de respuesta de una clase. Si fueran definidos topográficamente se podrían omitir algunos miembros relevantes de la clase de respuestas y/o incluir respuestas topográficas irrelevantes.
- El resultado o función de un comportamiento es más importante incluso cuando lo que se quiere modificar es la forma de la conducta para que sea socialmente más aceptable (ya que su importancia reside en el efecto que tiene en otros).
- Suelen ser más simples y concisas que las definiciones topográficas, lo que se traduce en medidas más confiables y precisas.
Definiciones basadas en la topografía
Esta forma de definir las conductas se enfoca en la forma de éstas. Se utilizan cuando:
- No se cuenta con acceso directo, confiable o fácil al resultado funcional de la conducta objetivo y/o;
- No se puede confiar en la función de la conducta porque cada instancia de la conducta objetivo no produce el resultado relevante en el ambiente natural o porque el resultado podría ser producido por otros eventos.
Entonces ¿cómo las defino?
Una buena definición de la conducta objetivo tiene 3 características (Howkins & Dobes, 1977 citados en Cooper, Heron & Heward, 2019):
- Objetivo: Debe referirse solo a características observables del comportamiento y el ambiente. El uso de términos inferenciales (por ejemplo, “ser amistoso”, “es disruptivo”) debe ser traducido a términos más objetivos. Esto facilita que la observación, registro y evaluación de efectividad sean confiables.
- Claro: Se evitan ambigüedades, permitiendo que otros puedan replicar con precisión los procedimientos.
- Completo: Se especifica qué es y qué no es considerado parte de la conducta objetivo. Esto ayuda a disminuir tanto como se pueda el juicio del observador.
Según Morris (1985, citado en Cooper, Heron & Heward, 2019) podemos poner a prueba la definición que hemos redactado utilizando la siguiente guía:
- Deberías poder contar el número de veces que ocurre una conducta en un período de 15 minutos, 1 hora o 1 día. O contar el número de minutos que toma desempeñar una conducta.
- Una persona extraña debería poder saber exactamente qué buscar cuando le dices cuál es la conducta objetivo que planeas modificar. Debería poder ver la conducta.
- No deberías poder dividir la conducta objetivo en componentes conductuales más pequeños, específicos y observables que la conducta objetivo original.
¿Cuánto debe cambiar una conducta para hacer una diferencia significativa?
Especificar las metas del tratamiento antes de comenzar la intervención nos da una guía que indicará cuando es preciso continuar o terminar un tratamiento. Cada conducta tiene un nivel de desempeño considerado adaptativo (si sucede en menor o mayor medida, puede representar un problema).
Se han mencionado dos formas de estimar el nivel de desempeño óptimo (Van Houten, 1979 citado en Cooper, Heron & Heward, 2019):
- Evaluar el desempeño de una persona que sea altamente competente en la conducta.
- Manipulación experimental de diferentes niveles de desempeño para determinar cuál produce mejores resultados.
Otra ventaja del establecimiento de metas es que ayuda a evitar o disminuir desacuerdos o sesgos entre las personas que evalúan la efectividad de un programa conductual.
Fuente: Cooper, J. O., Heron, T. E., & Heward, W. L. (2019). Applied Behavior Analysis (3rd Edition).