Revista Opinión

La excelencia del sistema educativo finlandés

Publicado el 28 octubre 2018 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

Al norte de Europa hay un país que ha vivido la Historia del continente europeo a su manera. Territorialmente, Finlandia solo está conectada al resto de Europa a través de Rusia, y este hecho ha ido moldeando, a lo largo de los años, al país más feliz del mundo en 2018, que incluso llegó a contar con una fallida renta básica universal. Con un territorio que iguala en extensión a países como Suecia o Noruega, muchos finlandeses bromean afirmando que Finlandia es, en realidad, una isla. Sus mayores conexiones pasan por Rusia o Estonia —en barco—; es un país al que no es fácil acceder, pero del que es difícil olvidarse.

El sistema educativo finlandés

El informe PISA (siglas en inglés de Evaluación Internacional de Estudiantes), que suele publicarse cada tres años, siempre viene con alguna sacudida en el sector educativo en según qué países. En el último informe, de 2015, colocaba como mejores sistemas educativos los de dos países que nada tienen que ver: Singapur y Finlandia —un país de apenas 100 años—. El sistema educativo finlandés se ha vuelto tan famoso como Nokia y son muchos los que tratan de analizarlo para poder implementarlo en sus respectivos países.

La excelencia del sistema educativo finlandés
Resultados del último informe PISA (2015). El próximo, con datos de 2018, verá la luz en 2019. Fuente: ABC

La calidad de un sistema educativo depende de muchas variables. No solamente está relacionada con una mayor inversión pública; intervienen también factores como la calidad de sus docentes, la redistribución de la riqueza, el pago de impuestos o la lucha contra el fraude fiscal, de manera que las arcas públicas no pierdan dinero. En el caso de Finlandia, en 2017 dedicó a la educación más del 12% de su PIB, cifra que se encuentra por encima de la media de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). La inversión en el sistema educativo es alta, pero también lo son los impuestos que pagan los ciudadanos: de media, deben contribuir al Estado con un 44% de su salario, aunque los impuestos son progresivos y por tramos; algunos pueden llegar a pagar hasta el 60% de su salario. Con estas cifras, la educación puede ser gratuita en casi todas sus etapas, pero esto también es posible gracias a los impuestos que la sociedad paga, gustosamente, a un Estado que la protege alternando grados altos y bajos de intervencionismo.

A partir de los siete años, todos los niños comienzan la educación primaria obligatoria —lo que llaman, siguiendo la tradición anglosajona, ‘educación detallada o exhaustiva’—, que es completamente gratuita. Esta gratuidad incluye cualquier tipo de material o libro de texto que puedan necesitar los alumnos, una comida caliente al día y el transporte si el menor vive a más de cinco kilómetros del centro. Es recomendable, sin embargo, que los niños cursen un año preparatorio a los seis años, en el que aprenderán competencias que facilitarán su paso por la educación primaria. Esta etapa educativa se estructura en nueve cursos, con una prueba al final de noveno que mide el progreso de los alumnos en función del desarrollo de ciertas competencias. Las pruebas no se organizan a nivel nacional; se trata más bien de un seguimiento que realizan los propios colegios. Durante estos años, cruciales en el desarrollo de los niños y sus competencias, los alumnos suelen tener el mismo profesor durante los seis primeros años, de manera que se establecen relaciones más cercanas y reciben un tratamiento más personalizado. La legislación finlandesa establece unos mínimos en la enseñanza durante estos nueve cursos, pero la organización del currículum educativo la establecen los municipios. Las horas lectivas, además, van aumentando a medida que se avanza; se comienza con 20 horas lectivas semanales y puede alagarse a 25-30 horas semanales.

Tras estos nueve años, el alumno puede elegir entre acceder a la educación secundaria o acceder a la formación profesional, ambas igual de desarrolladas en el sistema educativo finés. A diferencia de la educación primaria, en secundaria los estudiantes deben costearse individualmente el material y los libros de texto. Durante estos años, que pueden ser de dos a cuatro —dependiendo del alumno y de la educación secundaria, ya que algunos programas son más especializados y requieren más tiempo—, los estudiantes dan las mismas asignaturas que en primaria, pero con un nivel más exigente y que requiere de ellos mucha más autonomía. Tras este tiempo, pueden optar a solicitar el acceso a las distintas universidades del país o bien escoger la formación profesional. Esta última está más orientada a las profesiones y oficios y se completa, inicialmente, en tres años, aunque existe la posibilidad de continuar con especializaciones profesionales. La formación profesional exige un alto número de horas de prácticas, con un mínimo de seis meses

La excelencia del sistema educativo finlandés
Finlandia lidera las clasificaciones mundiales en materia de educación. Fuente: YLE

En cuanto a la educación universitaria, a la cual pueden acceder también aquellos que hayan optado por la formación profesional después de obtener sus títulos, el coste de los estudios dependerá del tipo de grado y de la lengua en la que se imparte —si son en inglés, por ejemplo, pueden tener un pequeño recargo—. No obstante, aunque los estudios universitarios no son gratuitos en su totalidad, los precios son muy bajos. Además, el Estado provee a los estudiantes de una amplia gama de becas y ayudas económicas para cubrir el coste de la vivienda, el transporte o la comida. En contraposición, acceder a la universidad no es especialmente fácil en el país.

Para ampliar: “Financing your Studies in Finland”, European Funding Guide

¿Qué tiene de especial?

A primera vista, podríamos decir que el sistema educativo finlandés no se diferencia tanto de otros sistemas educativos en el resto de Europa. Sin embargo, el tiempo que pasan los niños al aire libre, el tardío comienzo de una educación primaria con un currículum específico de enseñanza o el gran apoyo a la formación profesional ya son, por sí mismos, factores que pueden marcar grandes diferencias entre distintos sistemas educativos. Además, la educación finlandesa bebe directamente de una sociedad con ciertos valores que marcan aún más la diferencia con respecto a otros países de Europa.

En primer lugar, están los docentes. Solamente un 11% de los que quieren ser profesor de primaria son admitidos y se trata, a todas vistas, de una de las profesiones más importantes y mejor valoradas del país. Aunque su sueldo es fijo, los profesores universitarios pueden recibir un bono anual en función de los resultados y la calidad de su trabajo —cada tres años un panel de expertos evalúa su labor—. El equivalente a la titulación de Magisterio es una carrera muy exigente y larga, que incluye además entrevistas personales con los alumnos para que no solamente sean los mejores académicamente hablando, sino también los más motivados y los que posean mayores habilidades sociales, de comprensión y de empatía con los niños. El hecho de que durante los seis primeros años de educación primaria los alumnos tengan al mismo profesor hace que conocer a los niños y que se cree una relación de confianza sea mucho más sencillo, de manera que el seguimiento personalizado de su desempeño se vuelve más alcanzable. En Finlandia están convencidos de que la calidad de una sociedad está directamente relacionada con la calidad de sus docentes en tanto que son quienes deben formar a las generaciones futuras.

El seguimiento personalizado de los alumnos hace posible a su vez que desde el inicio se detecte con mayor facilidad a los alumnos con necesidades particulares, con lo que se combate el fracaso escolar con mucha eficacia. Al no existir pruebas estandarizadas, se respeta el ritmo de aprendizaje de cada niño; además, el sistema educativo finlandés respeta la perspectiva y la importancia relativa de las cosas. Si bien la educación es importante, también lo son el tiempo de ocio, el descanso y las actividades al aire libre; todo ayuda al menor a desarrollar distintas competencias, todas ellas igual de necesarias para su vida como adulto. La jornada lectiva se ajusta a su edad y al tiempo que se entiende que es capaz de mantenerse concentrado. En este aspecto, los deberes que se realizan en casa son mínimos o prácticamente inexistentes: el trabajo lectivo se hace dentro de la escuela. Fuera de ella se realizan otras actividades igualmente importantes, dado que la imaginación y la experimentación se valoran igual o incluso más que la capacidad de memorizar.

Aunque la expresión “actividades al aire libre” pueda transmitir la idea de una actividad relajada y, en general, tiempo de recreo, en Finlandia no es así. Cuando los niños pasan tiempo lectivo realizando actividades al aire libre, siempre sigue algún método pedagógico relacionado con aprender mientras se juega o se observan fenómenos meteorológicos y de la naturaleza. El sistema educativo finlandés está enfocado para que los niños aprendan las cosas comprendiéndolas, no memorizándolas; así, observando la naturaleza pueden aprender Biología, Química o incluso Física. El papel del docente en este tipo de actividades se convierte en el de un guía o motivador que promueve que los niños se cuestionen las cosas, desarrollen su curiosidad y sepan encontrar la diversión en el aprendizaje.

Las clases tienen un máximo de 20 alumnos. Aunque un profesor tutorice varias clases, el número de alumnos con los que se tiene que familiarizar es menor. Esto tiene varios efectos positivos. La primera es que los alumnos pueden participar más en la medida en que hay más tiempo para ello al haber menos alumnos por clase. La segunda es la causa de que no haya deberes fuera de la escuela: con menos alumnos, la atención es más personalizada y el aprendizaje, más rápido. Como el seguimiento que se realiza, más que con exámenes, es el de desarrollo de competencias de manera personalizada, los alumnos tienen más posibilidades de expresarse durante las horas lectivas. A esto hay que sumarle un alto grado de implicación de los padres en la educación de los menores y en el sistema educativo, además de un respeto a la figura del profesor y una confianza plena en sus competencias.

Entender el modelo en su contexto

La excelencia del sistema educativo finlandés
Horas de clase lectivas en varios países. Fuente: OCDE

No son pocos los convencidos de que el modelo educativo finlandés se puede exportar de una manera sencilla a otros países y copiarlo exactamente igual. Sin embargo, todos los modelos deben ser entendidos dentro de su contexto determinado; solamente así se pueden llegar a comprender en su totalidad. Copiar el sistema educativo finlandés no se trata solamente de garantizar un sistema gratuito, cubrir el precio de los libros y el material escolar o hacer que la educación obligatoria comience a los siete años. La interdependencia del sistema hace que no implique solamente el modelo educativo, sino la Administración Pública y la sociedad en su conjunto. El modelo es posible, por ejemplo, porque la sociedad entiende que los profesores deben ser los más preparados no solo académicamente, sino también socialmente. También entiende que la figura del profesor es intocable y que una falta de respeto hacia él se traduce en una falta de respeto al sistema. El modelo es posible porque, en definitiva, existe un consenso social sobre lo adecuado del sistema para ellos y para sus necesidades, así como para sus expectativas de futuro como país.

Pero no se trata solamente de que un modelo no puede ser aislado y exportado de una manera tan sencilla. Todos los modelos tienen sus luces y sus sombras. Finlandia no ha sido inmune a la crisis económica mundial y eso se traduce, entre otras decisiones, en un recorte del gasto público que ha afectado también a la educación. Las clases, en algunos casos, son más numerosas y las instalaciones, de peor calidad. La mayor crítica al sistema, no obstante, viene de la mano de la competitividad. Si bien es cierto que los niños aprenden desde muy pequeños a trabajar y desenvolverse en equipo, no se fomenta la sana competencia entre ellos. Ante una falta de preparación para pruebas estandarizadas o de acceso a estudios superiores, los estudiantes encuentran dificultades a la hora de prepararlas. Pero, más allá de esto, la verdadera preocupación es que el sistema de educación finés sea capaz de detectar a los alumnos con necesidades especiales y no a los más brillantes. Bajo esa idea de que todos los alumnos son iguales, aunque cada uno aprenda a su ritmo, se esconde también que existe una falta de motivación para aquellos que destacan en distintos aspectos. Es posible, por tanto, que Finlandia esté educando a buenos estudiantes, pero no notables o excepcionales.

Lo que algunos países pueden encontrar atractivo del modelo otros pueden rechazarlo porque no se ajusta a sus necesidades. Cada modelo responde a una coyuntura social, económica e histórica concreta. Pretender negar esto y hablar en términos absolutos sobre su excelencia o no sin tener en cuenta las circunstancias o, de una manera objetiva, sus inconvenientes es negar que la realidad siempre es compleja y necesita varios puntos de vista.

La excelencia del sistema educativo finlandés fue publicado en El Orden Mundial - EOM.


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