La naturaleza es sabia y la piel está protegida de forma constante por el llamado “manto hidrolipídico”, una finísima emulsión natural compuesta de agua, grasa y restos de células muertas que protege de las agresiones externas y mantiene el pH de la piel dentro de los límites idóneos para evitar infecciones por microorganismos.
Sin embargo, las condiciones climáticas y la ducha diaria vuelven a esta capa más vulnerable y hacen necesario el uso de productos que aporten hidratación, protejan la piel y eviten la descamación, las grietas y la sensación de tirantez y sequedad, de modo que se mantenga flexible y resistente.
Una exfoliación corporal al mes
La exfoliación es el primer paso para cualquier tratamiento cosmético, ya que elimina las células muertas de la piel y la deja así, preparada para obtener los mejores resultados cuando aplicamos mascarillas, lociones o cremas.
Para mejorar la regeneración de la piel, basta con una exfoliación al mes, o dos, si lo consideramos necesario.
Se aplica una crema exfoliante con un masaje suave directamente con la mano o bien con un guante de crin, para potenciar el efecto.
Luego nos daremos una ducha con un jabón suave, y para terminar hidratamos la piel con una loción corporal o bien con un aceite. Mejor alternamos ambos, dándonos unos días la loción y otros el aceite corporal, ya que mientras la loción nos hidrata, es decir nos aumenta la reserva de agua, el aceite ayuda a mantener el manto graso de la piel, por tanto, ambos son muy importantes.
El mejor momento para realizar una exfoliación es por la mañana, ya que las células se renuevan principalmente por la noche (hasta tres veces más que durante el día) y al levantarse hay más células muertas que eliminar.
Además, por la mañana el cuerpo elimina más toxinas y la exfoliación ayuda a la depuración.