El 14 de noviembre de 1514, el piloto mayor de la Casa de Contratación Juan Díaz de Solís capituló con el rey Fernando para que:
“…fuera con tres navios á espaldas de la tierra, donde ahora está Pedro Arias, mi capitán general gobernador de Castilla del Oro, y de allí adelante, ir descubriendo por las dichas espaldas de Castilla del Oro mil setecientas leguas o más si pudiereis, contando desde la raya ó demarcación que vá por la punta de la dicha Castilla del Oro adelante, de lo que no se ha descubierto hasta ahora, sin tocar en tierra de Portugal, debiendo salir en Setiembre de 1515, hacer el viaje en secreto como que no es de mandato real, y al llegar á espaldas de Castilla del Oro, enviar un mensajero con cartas para hacer saber al rey, lo que descubriese y carta de la costa, y lo mismo á Pedrarias, y si halla camino ó abertura de Castilla del Oro á Cuba, avise esto inmediatamente”.
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La expedición de Juan Díaz de Solís al Río de la Plata
La expedición, que fue preparada en secreto en Lepe con 4000 ducados, estaba equipada con tres pequeñas carabelas y setenta marineros. El monopolio del comercio con Oriente estaba en manos de la corona portuguesa, que temía perderlo en favor de los españoles y por ese motivo desarrollaba una ingente tarea de espionaje en todos los puertos que su rival pudiera utilizar para enviar expediciones.
Descubierta la proximidad de la partida de Juan Díaz de Solís, los portugueses intentaron sabotear los tres barcos pero fallaron, no pudiendo, por ende, impedir la partida del explorador desde el puerto de Sanlúcar de Barrameda el 8 de octubre de 1515. Juan Díaz emprendió su último viaje en la búsqueda del pasaje transoceánico. En caso de encontrarlo, planeaba atravesar el Pacífico hasta alcanzar el Extremo Oriente.
Habiendo llegado a la costa del Brasil, Juan Díaz de Solís navegó lentamente hacia el sur a la vista de tierra descubriendo la bahía de Babitonga en la cual encontró un puerto al cual llamó de San Francisco, pasó por la isla de Santa Catarina, prosiguió explorando las costas hoy riograndenses y uruguayas alcanzando Punta del Este el 20 de enero de 1516. Allí tomó posesión de la tierra en nombre del rey de España, llamando al lugar Puerto de Nuestra Señora de la Candelaria. Así ingresó en el río de la Plata, una enorme extensión de agua dulce que configura el estuario de los ríos Paraná y Uruguay. Confundiéndolo con un brazo de mar de salinidad inexplicablemente baja, Juan Díaz de Solís lo bautizó, precisamente, “Mar Dulce”, y pudo penetrar en él gracias al escaso calado de sus tres carabelas.
Por su extensión y por el sabor de sus aguas, exploró la costa norte del río hasta la desembocadura del Uruguay, descubriendo una isla, que fue denominada Martín García debido a que en ella fue enterrado el cadáver del cocinero de la expedición, que llevaba ese nombre. Juan Díaz de Solís desembarcó en las inmediaciones del arroyo de las Vacas y juntamente con siete de sus compañeros fue muerto por los indios, salvándose el grumete Francisco del Puerto, El resto de la expedición, bajo el mando del piloto Francisco de Torres, regresó a España después de perder una nave en la isla de Santa Catalina, donde quedaron abandonados dieciocho de sus tripulantes. Los supervivientes relataron a su regreso a España, que allí reinaba un hombre blanco semejante al de la leyenda de El Dorado, al que llamaron rey de plata o “argentino”, por la gran cantidad de este metal que parecía poseer, circunstancia que bautizó tanto al país (Argentina) como al estuario (Río de la Plata)
Fracasado el proyecto, de la audaz expedición de Juan Días de Solís solo quedó un grumete -Francisco del Puerto- que se adaptó a la convivencia con los indios y fue más tarde rescatado por Sebastián Caboto.
Carlos I, consciente del poder que aquellas tierras implicaban, montó en 1535 una nueva expedición compuesta por dieciséis barcos y mil quinientos hombres, bajo el mando de Pedro de Mendoza, quien con el título de Adelantado de La Plata, partió de Sanlúcar de Barrameda. Al año siguiente, en las orillas del estuario, funda la ciudad de Santa Maria de los Buenos Aires, se envían de inmediato expediciones hacia el interior del país y por el río Paraná, en busca de un punto de unión con Perú. La primitiva ciudad resultó destruida por los guaraníes, aguerridos indios de la zona, y Mendoza murió al año siguiente, ya viejo y enfermo, mientras regresaba a España.
Otras expediciones
Juan de Ayolas lo reemplaza y explora el Paraná, el Paraguay y el Chaco, Pero cae muerto en un encuentro con los indios (1538).
Su sucesor, Juan Salazar de Espinosa, funda el fuerte de Asunción en 1537, núcleo de la colonización del Río de la Plata. Allí se trasladaron los colonos de la destruida Buenos Aires, que quedó bajo el gobierno de Domingo Martínez de Irala.
La muerte de Juan Díaz de Solís en el relato de Pietro Martire
Así como un genovés descubrió América (Colón) y un florentino le dio nombre al continente ( (Américo Vespucio), un lombardo, Pietro Marti re d’Anghiera (1457-1526), escribió la primera historia oficial del descubrimiento: De Orbe Novo Decades (Décadas, 1516). Este insigne humanista, prelado e historiador italiano a quien los españoles llamaron Pedro Mártir de Anglena, nació en Arona (Lago Mayor) y murió en Granada.
Fue preceptor y tutor de los hijos de los Reyes Católicos y la Reina Isabel y miembro del Consejo de Indias; conoció a Colón, Vespucio, Solis, Magallanes y a casi todos los grandes navegantes de su tiempo, de cuyos testimonios recogió las impresiones directas del descubrimiento y los primeros viajes. En su segunda obra, De Rebus Oceanicus (Los Oceánicos, 1530), difundió el nombre de América al citar a Vespucio. He aquí cómo describió la horrenda muerte de Juan Días de Solís a manos de los indios del Río de la Plata, en 1516:
“Los indios, como astutas zorras parecía que les hacían señales de paz, pero en su interior se lisonjeaban de un buen convite; y cuando vieron de lejos a los huéspedes comenzaron a relamerse cual rufianes. Desembarcó el desdichado Solís con tantos compañeros cuantos cabían en el bote de la nave mayor. Saltó entonces de su emboscada gran multitud de indios, y a palos los mataron a todos a la vista de sus compañeros; y apoderándose del bote en un momento lo hicieron pedazos: no escapó ninguno. Una vez muertos y cortados en trozos, en la misma playa, viendo sus compañeros el horrendo espectáculo desde el mar, los aderezaron para el festín; los demás, espantados de aquel atroz ejemplo no se atrevieron a desembarcar y pensaron en vengar a su capitán y abandonaron aquellas playas crueles”.
Autor: Ignacio del Pozo Gutiérrez para revistadehistoria.es
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Bibliografía
De Orbe Novo Decades (Décadas, 1516) de Pedro Mártir
De Rebus Oceanicus de Pedro Mártir.
Colección de los viages y descubrimientos que hicieron por mar los españoles de Martín Fernández de Navarrete
Juan Díaz de Solís. Estudio Histórico de José Toribio Medina , Santiago de Chile, 1897
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