Revista Opinión

La experiencia de ser otro

Publicado el 25 mayo 2014 por Miguel García Vega @in_albis68

Esclavo de la actualidad como bien saben los lectores de este blog, hoy me he impuesto hablar de las elecciones europeas. Apasionante, lo se. Quiero empezar aclarando que el titular no hace referencia a que, viendo las encuestas, voy a hablar de una máquina que cambie a los representantes que el pueblo tiene pensado elegir por otros que se acerquen a la altura del reto que se nos presenta. Lamentablemente no existe tal artilugio mágico.

Pero sí hay otro en marcha que debería acompañar al acta de diputado, dietas, billetes en primera clase, tablet y demás prebendas. Junto a todo eso debería acompañar, como regalo, un pack de esos tan de moda: una invitación a vivir una experiencia.

A primera vista no es decir mucho. El lector avisado estará pensando que la publicidad, como con tantas otras, ha desgastado la palabra experiencia y ahora todo lo es: te compras una plancha (perdón, centro de planchado) para vivir la experiencia de planchar, un sofá para vivir una sit experience o la última marca de kleenex para vivir una experiencia de narices.

No, yo hablo de una de verdad. Habría que invitar a sus señorías a experimentar una sesión (tal vez dos para el señor Cañete) en la máquina para ser otro, un experimento que se está llevando a cabo en Barcelona.

pijamasurf

La máquina para ser otro es una aparato de realidad aumentada que hace que el usuario tenga las sensaciones de otra persona a la que graba en vídeo con cámara subjetiva. La idea está basada  en un experimento de neurociencia dirigido por el doctor Henrik Ehrsson, del Karolinska Institutet de Estocolmo, el software ha sido desarrollado por BeAnotherLab y las pruebas realizadas por un colectivo de investigadores afincados en Barcelona: Philippe Bertrand, Christian Cherene, Daniel González y Arthur Pointeau.

Los expertos en neurociencia, e incluso Punset, nos dicen que nuestro cerebro es mucho más moldeable y fácil de engañar de lo que nos pensamos. Es capaz de creerse cualquier cosa, siempre que esa cosa sea útil. No me digan que no es pura política. Nuestra mente está más preocupada en contarnos algo que podamos digerir rápida y fácilmente que en contarnos la verdad. Y el experimento se basa en eso para meternos en la piel de otra persona de la manera más literal posible.

El proyecto Machine to be Another nace como un máster en Artes Digitales en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Es, por tanto un enfoque más cercano al videoarte y la sociología que a la neurociencia y necesita de la colaboración activa de los sujetos, que tienen que implicarse totalmente para que la cosa funcione. En realidad el asunto es bastante sencillo, dicho esto por un tipo al que a veces su smartphone le parece un incomprensible instrumento del diablo. Con unas “simples” gafas de realidad virtual y “sincronizándose” con el otro puedes llegar a sentir lo que siente, situándote en su espacio e incluso en su cuerpo.

Inmigrantes y bailarinas

En uno de los experimentos un inmigrante senegalés pasea por su habitación mientras explica su historia, la de un hombre que llegó a España en patera. En otra habitación alguien con unas gafas de realidad virtual toca los mismos objetos con unas manos que ahora son negras, y escucha la voz del inmigrante como si fueran sus pensamientos. Los participantes aseguran sentir una conexión con otra persona como nunca habían sentido antes.

Otro de los experimentos se realizó en una residencia de Sabadell. Personas con movilidad reducida se enfundaron las gafas y se conectaron con bailarinas. En sus sillas de ruedas sintieron las piernas de éstas como suyas. Una experiencia impactante para algunos, que nunca habían podido andar.

Cambio de sexo

En el último de los experimentos ya no había un ‘actor’ (el inmigrante o las bailarinas) y un ‘espectador’ sino dos experimentadores que debían sincronizar sus movimientos para lograr el efecto de intercambio. En este caso el intercambio era de sexo: un hombre en el cuerpo de una mujer y viceversa. Mientras el hombre se ve a sí mismo con tetas y caderas anchas la mujer ve un pecho peludo y plano. Los participantes describen una sensación más extraña que erótica. “Tu cerebro reconoce que es un cuerpo de otro sexo, pero lo asimila como propio”, “era absurdo pero a la vez totalmente realista”, afirman.

No me negarán que el último experimento es perfecto para el señor Cañete, por ejemplo. Lo difícil va a ser convencerle de rebajarse hasta ese punto, pero tal vez alguna de las entusiastas fans que tiene en su partido pueda conseguirlo. Si es por dinero yo estoy dispuesto a iniciar un crowdfunding para pagárselo. Y si se siente incómodo por estar en paños menores siempre puede intercambiarse con alguna cospedal con mantilla, peineta y rosario entre los dedos, no problem.

Aunque para ser justos, no solo al candidato del PP le podría aprovechar la experiencia, que también hay cañetes en otros partidos. Más de uno necesitaría ver que de repente sus manos son negras, porque la verdad es que podrían serlo, es sólo cuestión del azar nacer de un color o en un lado del estrecho y no en el otro. Aunque tampoco hace falta un estrecho, ahora mismo con cruzar la calle es suficiente.

Eso sí, condición indispensable es seleccionar bien el/la partenaire del experimento. Y sobre todo no dejarles escoger a algunos de ellos, no vaya a ser que pidan cruzarse con algún ciudadano suizo con el riñón bien cubierto o sentir la experiencia de sentarse en el consejo de administración de Endesa. Y cada cosa a su tiempo, que no se trata de viajar al futuro.

Bueno, también es verdad que para se verdaderamente justos, no sólo a los políticos, a todos nos vendrían bien sesiones periódicas de la máquina, empezando desde la escuela. Viendo las encuestas y los resultados no creo que nadie pueda dudarlo.

La intención final del experimento es provocar una reflexión hacia la existencia del otro y de cómo nuestra percepción depende de nuestra identidad y la realidad que nos rodea. Nada nuevo bajo el sol. Lo que pretende la máquina para ser otro es estimular nuestra empatía, lo que toda la vida se ha llamado tener sensibilidad. No creo que hagan falta máquinas para eso, solo un poco de buena voluntad y una buena educación desde la infancia puedes intentar ponerte en la piel del otro. Pero si las máquinas ayudan, bienvenidas sean.

Por cierto, leo que los investigadores del proyecto han tenido que parar porque esta cosas que hacen no da dinero (no deben ser competitivos) y ellos tienen que pagar sus facturas. Así que andan buscando fondos. Yo estoy pelao, pero ahí lo dejo.

Y hasta aquí mi análisis de las elecciones.


Volver a la Portada de Logo Paperblog