Editorial Candaya. 171 páginas.
1ª edición argentina de 2012, esta edición española es de 2013.
Hace unos meses fui a la
presentación, en la librería-bar Tipos
infames de Malasaña, de Modo linterna, el nuevo libro de Sergio Chejfec (Buenos Aires, 1956).
Estuve también conversando a través de facebook con los editores de Candaya y
me enviaron a casa La experiencia dramática, que fue la novela que Chejfec había
publicado inmediatamente antes que Modo
linterna.
Félix ha quedado a tomar un café
y dar un paseo con Rose. Félix es un extranjero en la ciudad de Rose y
normalmente le gusta que sea ella quien determine el recorrido de la caminata.
Conversan, y las apreciaciones sobre los términos de la conversación
constituyen el cuerpo de la novela. Las palabras pronunciadas por uno o por
otro generan evocaciones y asociaciones de recuerdos e ideas diferentes en cada
uno de ellos. Uno piensa que cuando habla de un tema la reacción de la otra
persona se debe a un motivo que extrae de su propia experiencia, pero el lector
sabrá –gracias a la información que le suministra el narrador– que la comentada
reacción se debe a un motivo diferente al que cree su interlocutor, a un motivo
que parte de una experiencia previa que la otra persona desconoce. A lo largo
de 170 páginas dos personas pasean por las calles de una ciudad indeterminada y
conversan. Pero el lector no conocerá sus diálogos, sino que el narrador le
informará de los temas tratados y sobre todo de las características de la recepción
y de las evocaciones que las palabras tienen en cada una de las dos personas.
Muchos de los temas tratados en Modo linterna se encuentran también en La experiencia dramática, como por
ejemplo el de la relación que establecen las personas con la tecnología en el
momento histórico que les toca vivir. Así, en las primeras páginas de esta
novela, Félix (uno de los dos personajes principales) recuerda un anécdota: un
cura, para explicar, durante su sermón, cuál es la idea que tiene de Dios,
recurre a compararlo con Google Maps. “Puede observar desde arriba y desde los
costados, es capaz de abarcar con la mirada un continente o enfocarse en una
casa, hasta hacer zoom sobre el patio de una casa” (pág. 7). Félix recuerda a
menudo esta anécdota y para él pasear por la ciudad se ha convertido en una
experiencia nueva, en tanto que antes de caminar por una calle observa el
recorrido en Google Maps y su paseo le sirve para corroborar la realidad de la
pantalla.
Otro de los temas de Chejfec
sería el del urbanismo. El trazado y las características de las calles por las
que transitan los personajes de la novela son profusamente descritos. Hacia el
final llegarán al barrio de los galpones abandonados, uno de los lugares
preferidos de Félix: “Es precisamente este paisaje de desolación embellecida,
unido al frío, el motivo de su resistencia, sencillamente porque no siempre
tiene ganas de hacer un esfuerzo y descubrir lo bello de lo estropeado, o lo
sugestivo en la devastación y el abandono. Muchas veces Rose prefiere caminar
simplemente por sitios que no le demanden grandes esfuerzos para agregar, o
anular, elementos o atributos al paisaje” (págs. 134-135).
Y por supuesto el gran tema de
Chejfec sería el de la percepción de la realidad: cómo lo que vemos nos hace
evocar una serie de recuerdos según nuestra experiencia, cómo percibimos al
otro que camina a nuestro lado, y cómo el otro nos percibe a nosotros. Las
diferencias de análisis, las incomprensiones, la incapacidad de saber qué es
exactamente lo que provocan nuestras palabras en el otro durante una
conversación. Y éste sería el misterio o el tema central de La experiencia dramática. Además de
Félix y Rose, un tercer personaje aparece en este libro: el marido de Rose,
cada vez más aislado del mundo.
Rose es actriz y en unas semanas
tendrá que exponer en una clase de interpretación la que considera que ha sido
la experiencia dramática de su vida, esa experiencia determinante por la que ha
sido marcada. Gran parte de la conversación que tiene lugar en la novela
versará sobre qué considera cada uno una experiencia dramática. “En general,
sólo después de haber pasado por ella, a veces mucho después, es posible
señalarla como experiencia dramática y reconstruir el momento previo, el que ha
servido de antesala o escenario –hasta entonces toda la historia es una línea
insegura de puntos–” (pág. 71).
Debería apuntar ya que La experiencia dramática está escrita
como un homenaje a Juan José Saer,
escritor del que Chejfec se considera gran admirador; y más concretamente este
libro es un homenaje directo a la novela Glosa de Saer. En Glosa dos personas pasean también por
una ciudad y conversan sobre lo que aconteció en una fiesta a la que ninguno de
los dos pudo asistir: la interpretación de lo que les contaron, lo que imaginan
que sucedió… Sin embargo, en Glosa
hay un componente político que no existe en La
experiencia dramática y Chejfec desarrolla en su novela dos temas que de
los que no se ocupa (la tecnología y el urbanismo). La filiación entre una obra
y otra es clara: cuál es nuestra percepción del otro, de sus palabras, en qué
pensamos al mirar, qué nos evoca lo que vemos, lo que escuchamos… En este
sentido los planteamientos estéticos tanto de Saer como de Chejfec son bastante
filosóficos.
Me ha llamado la atención en La experiencia dramática que al
principio no tenía clara cuál era el tipo de relación que existía entre Félix y
Rose. Es alcanzada ya la página 138 –de una novela de 171– cuando el lector
descubre que son amantes, que mantienen relaciones sexuales de forma habitual
en ese barrio de los galpones, entrando en uno de sus edificios abandonado. Y éste
es un tema tratado de forma extraña en el libro, de una forma llamativamente
elusiva: “Al fin y al cabo, dado que allí las cosas se presentan como más
permanentes, cualquier cosa que hagan con sus cuerpos les parecerá
extremadamente pasajero y por tanto de una naturaleza que bordea lo furtivo.
Más tarde, cuando Félix se retira de Rose tiene la sensación de que el acto,
lejos de acercarlos, acaba de separarlos un poco” (pág. 138). De nuevo, el
narrador nos describe las percepciones de los protagonistas del entorno urbano,
de su distancia entre ellos, y no hay ninguna consideración sobre los cuerpos o
sobre el deseo. Esto ya lo había pensado antes: durante un gran número de
páginas Félix y Rose caminan por la ciudad, y el narrador nos informa sobre las
distintas percepciones que tiene cada uno de las palabras y los gestos del
otro, pero en estas apreciaciones no hay ninguna consideración sexual, cuando
yo apuntaría que en la realidad la consideración sexual del otro (de forma
consciente o inconsciente) define en gran parte el modo de percibirle, y más
cuando la conversación transcurre entre amantes.
Esta última apreciación hace, en
gran parte, que La experiencia dramática
se lea como una narración fría, muy cerebral. Chejfec es un escritor
inteligente, de prosa elegante y algunas de sus reflexiones en la narración
sobre los cambios en la percepción de las personas que supone la tecnología o
el espacio físico son muy originales, fascinantes –como la comentada sobre
Google Maps–, pero en algunos casos otras apreciaciones
sobre el peso de los recuerdos, por ejemplo, se leen como digresiones extrañas,
imprevisibles.
Ha habido páginas de La experiencia dramática que me han
fascinado y otras en las que he llegado a aburrirme.
La experiencia dramática no es, en cualquier caso, un libro muy
recomendable para leer a pequeños intervalos –metro, colas de espera, etc.–,
pues requiere de un lector atento, que lea con todos los sentidos concentrados
en el texto propuesto; ni será del agrado tampoco de aquellos lectores que
busquen fuertes emociones narrativas (ya he comentado que ésta es una narración
muy fría y cerebral), porque casi no hay hechos en esta novela; agradará a
aquellos lectores dispuestos a reflexionar sobre lo real, sobre la percepción
del otro o del entorno, con paciencia, de un modo moroso.
Aunque la filiación con Saer es
muy grande, Chejfec me parece un escritor con un interesante mundo propio; con
una escritura, como ya he apuntado, inteligente y elegante, que me fascina con
sus hallazgos, pero que también llega a irritarme por su obsesión por los
detalles nimios y las digresiones interminables.
Es posible que vuelva con Chejfec.
Es un autor que plantea desafíos y que no me deja indiferente.