Me senté en un banco del parque a leer el libro que acababa de sacar prestado de la biblioteca pública. Era un compendio de relatos cortos. Decidí comenzar por uno al azar, uno que se titulaba "La Explanada". Poco a poco fui adentrándome en el argumento. De repente pude percibir unas lejanas voces que parecían que acaloradamente discutían. Coloqué el marcapáginas en la hoja del libro por donde me encontraba leyendo y lo dejé en un banco. Me acerqué hasta la explanada a escudriñar el horizonte para descubrir de quién diablos procedían aquellas voces. No viendo nada regresé y continué leyendo. No viendo nada regresé y continué leyendo. Me acerqué hasta la explanada a escudriñar el horizonte para descubrir de quién diablos procedían aquellas voces. Coloqué el marcapáginas en la hoja del libro por donde me encontraba leyendo y lo dejé en el banco. [...]
Por Atilano Sevillano