La extinción: Voy a explicarlo con un ejemplo real.
Mis padres tienen un Golden Retriever que se llama Jazz, desde que era un cachorrín mi padre le daba un trozo de pan cada vez que terminaba de comer. Jazz aprendió a esperar sentado junto a la mesa del comedor, mirando atentamente a mi padre, hasta que recibía el premio por la paciencia mostrada. Cuando termina de comer, mi padre siempre se lleva un último pedazo hasta el sofá, se sienta y lo come tranquilamente; si por alguna circunstancia, mi padre no le da el anhelado manjar desde la mesa, Jazz le acompaña hasta el sofá mirándole y esperando a que la golosina caiga en su boca. Bien, como veis, tenemos un claro comportamiento reforzado previamente a la extinción.
Jazz
Para que se produzca la extinción, debemos dejar de reforzar el comportamiento, es decir, para que el perro no se siente mirando atentamente a mi padre pidiéndole el pan, éste debería dejar de dárselo. Lo que ocurre entonces es una explosión en la que, lejos de disminuir la aparición de la conducta, ésta empeora e, incluso aparecen nuevos comportamientos no deseados. En el caso de Jazz, cuando le pedí a mi padre que dejara de darle su trozo de pan, empezó a gemir, a ladrar, a poner sus patas sobre la mesa, cada vez empeoraba más la situación. Si esto ocurre es que el proceso de extinción está en marcha, así que ¡PACIENCIA!, la cosa va bien.El comportamiento empieza a disminuir en frecuencia, duración e intensidad hasta llegar a desaparecer. Pero, pasado un tiempo, si se vuelve a presentar el estímulo desencadenante del mismo, es posible que reaparezca de forma espontánea. Debemos tener esto en cuenta porque es parte del proceso de extinción. Debemos continuar sin entregar el refuerzo. En el caso de Jazz, lo que ocurrió fue lo siguiente: poco a poco dejó de esperar el suculento trozo de pan, se pasaba todo el tiempo que duraba la comida tumbado y tranquilo, pero un buen día, ante una mirada de mi padre con el pan en la mano, se levantó, se sentó, le miró y ¿qué creeis que pasó? Mi padre no resistió esa dulce mirada y le entregó su trozo de pan. Al día siguiente, volvió a repetirse lo mismo, y al otro, y al otro.... Si mi padre no le hubiese dado su premio en esa ocasión, Jazz se habría tumbado tranquilamente y habría entendido que no iba a conseguir nunca más su ansiada porción de pan.
He de confesar que Jazz sigue esperando pacientemente su pan y mi padre sigue regalándoselo cada día, al fin y al cabo, como él mismo dice, es su momento de complicidad con el perro y es una conducta que no tiene ningún interés en que desaparezca. La verdad es que me gusta verlo a sus 83 años guardar ese trozo de pan para dárselo a Jazz, un maravilloso perro que ya tiene 6. Ojalá pueda compartir esta escena con ellos muchos años más.
Eso sí, ahora ya sabéis cómo funciona el proceso de extinción, pero os hago una última puntualización, si se trata de un comportamiento que se refuerza cada vez que ocurre será más fácil de extinguir que uno que se ha reforzado con un programa de refuerzo variable. Ya os hablaré de esto en otra ocasión.
Agradecimiento: a Mónica Saavedra Pazos, terapeuta del comportamiento animal y educadora, por permitirme publicar este artículo de su blog www.educandocachorros.com