Revista Cultura y Ocio

La extraña

Por Elircourt
LA EXTRAÑA      (Un texto de mi próximo libro)
     Una muchacha bella y diáfana encandiló a Hemingway en un café de la Place de Saint Michel. El escritor la vio entrar en la cafetería una tarde de vientos helados y en seguida se propuso convertirla en personaje de un cuento. La incluyó en un relato, quedando su existencia inmortalizada desde entonces.         Enrique Vila-Matas habla de ella en un texto literario, titulado La vida según Hemingway. Hemingway, cuenta, solía frecuentar el café donde se fijó en la joven. El ambiente le parecía simpático, caliente, limpio y amable. Conseguía activar su concentración en la escritura.          A sus dieciocho años realizó Vila-Matas su primer viaje a la capital de Francia. En el mismo café de la Place de Saint Michel leyó el libro de Hemingway París era una fiesta. También allí encontró a la muchacha bella y diáfana que cautivó al escritor estadounidense. Ocurrió un día mientras, sentado a una mesa, intentaba escribir un cuento. Estaba sola. Tomaba café y leía un libro.

     Viajé a París porque quise conocerla. Durante mi breve estancia en la ciudad visité aquel café de la Place de Saint Michel. En vano me entregué a la posibilidad de un encuentro casual con la joven de Hemingway y de Vila-Matas. Luego deambulé por el Boulevard Saint Michel. Imaginé a los literatos de vanguardia moviéndose en el mejor París de todos los tiempos.     Decidí después tomar el tranvía y adentrarme en el cementerio de Montparnasse. Numerosos escritores y poetas fueron enterrados en el célebre camposanto. Entre sus nombres figuran los de Cortázar, Sontag, Maupassant, Baudelaire, Vallejo, Beckett, Balzac, Cioran y Duras.     Anduve un buen rato, atravesando tumbas. De repente descubrí a la muchacha de Hemingway en uno de los bancos del cementerio. La había creído perdida para siempre. Sentada, con un libro en sus manos, leía abstraída. No alzó la vista. Tampoco cuando me senté a su lado, motivada por un silencio empático.     Me sentía feliz. Con su presencia en el cementerio recobraban vida los escritores muertos. La perdurabilidad de la literatura, pensé al momento, depende tanto de quien la escribe como de sus lectores.


Volver a la Portada de Logo Paperblog