Askenasi es un profesor de literatura de 48 años que vive en París, católico. Atraviesa una crisis existencial y sabe que necesita respuestas. El problema es que no tiene clara la pregunta. Su vida hasta entonces no le ha llenado: sus clases, su matrimonio con Anna, su hija. Deja todo y empieza una relación con una bailarina rusa. Tampoco el cuerpo ni el placer le llevarán a ninguna parte. Deja también a Eliz. Emprende un viaje de descanso y se topa con una joven. Askenasi está al borde del delirio y del derrumbamiento psíquico.
La novela es bastante floja. Comienza con el viaje y se demora un tercio de las páginas en decirnos quien es el profesor y qué hace por las islas griegas. Luego pasa a contarnos su relación con Anna y Eliz, un corriente caso de abandono y adulterio. Es machacón y repetitivo. Volvemos a Grecia y el delirio se dispara, sin que lleguemos a saber claramente qué está ocurriendo y por qué. Hay un esbozado toque religioso y otra vez una mujer.
En fin, una crisis de mediana edad que lleva a Marai a enrollarse y divagar para no llegar a ninguna parte. A años luz de sus mejores novelas.