Hay algo que hace destacar a un libro infantil y es que el autor, si lo desea, puede hablar de los grandes temas por los que se interroga el ser humano de la forma que mejor le plazca. Puede hacer que un gota de agua hable (Historia de Nuk), que un animal se vuelva coqueto (La vaca condesa) o que un león sea jardinero porque al niño no le preocupará si es creíble, solo aplicará una lógica que no está encorsetada por las rigidez de la realidad y si los personajes se comportan de una manera intuitiva poco le importará de qué especie sean. Por eso las fábulas siguen teniendo la misma vigencia.
Lo que es obvio es que un león tiende, casi siempre, a comerse a un pájaro, pero a ese detalle la mente infantil no le da tanta importancia mientras que la adulta lo rechaza de plano, olvidando que la naturaleza procura a veces extraños compañeros de viaje. Y esta excusa le sirve a Elsa Punset para adentrarse en la Literatura infantil: la amistad que se forja entre un pájaro y un león que le confiesa su amor por una potrilla, y, que además de ser el gran juez que vela por la estabilidad de su ecosistema, es un león jardinero.
De esta forma, Punset introduce temas como el valor de la amistad, independientemente de que sea o no entre iguales; el mundo de las emociones y los sentimientos como la soledad, el amor, el sentido de la responsabilidad... Cuando en la rueda de prensa de presentación del libro le preguntaron a la autora si solo era un libro infantil ella contestó que era una historia para cualquier lector y afirmó que “el adulto es un niño con más experiencia, pero sigue teniendo los mismos miedos”.
El león jardinero es, indudablemente, una historia infantil pero en las primeras páginas un adulto se puede recrear, ya no solo por las metáforas poéticas con las que enriquece el texto sino por algunas afirmaciones que un lector de más de edad rumiará en silencio porque ¿quien no pierde el Norte cuando está descentrado o triste y es incapaz de sentir lo realmente importante? Y es, también, en esta primera parte de la historia cuando el lector más joven probablemente tendrá que concentrarse más en el lenguaje con el que se expresa Punset pero, inmediatamente, el libro se adentra en la historia y recupera el tono para el público al que va dirigido y llama gato gigantesco a un león de ojos azules, algo que provocará la misma sonrisa tanto en un gesto infantil como en el surcado por el paso del tiempo.
Mención especial merecen las ilustraciones de Kim Amate, llenas de colorido y volumen. Resaltando las expresiones de los animales, hasta hacerlas casi humanas y también divertidas, al retratar al pequeño pájaro protagonista de detective, ataviado como los clásicos: con gabardina y sombrero de ala corta.
“Nunca puedes saber qué día será especial. Siempre te sorprende. Te levantas cada mañana como si tal cosa y de repente tu vida cambia”
El león jardinero de Elsa Punset (Destino)