Érase una vez tres Project Managers que gestionaban la construcción de tres casas en un bosque cercano a Oklahoma.
casa bosque2A pesar de que las parcelas eran contiguas y que las obras empezaron al mismo tiempo, los propietarios tenían diferentes expectativas y decidieron que cada uno utilizaría el diseño y los materiales que considerasen oportunos. En la reunión de Kick off, alguien recordó que era tierra de lobos.
Los escenarios finalmente seleccionados fueron los siguientes:
La primera casa se construyó de paja. El Project Manager quería entregarla con rapidez y a un coste ajustado, por lo que escogió un material sin problemas de suministro y que se pudiera manipular con facilidad.
El segundo Project Manager decidió construir la casa de madera, según la tipología propia de la zona. Aunque sabía que los plazos y costes serían mayores, confiaba recuperar la inversión con rapidez.
La tercera casa se construyó de ladrillos, porque el Project Manager priorizó la solidez y la estabilidad por encima de otros criterios.
Con las obras ya finalizadas, un tornado tan fiero y malvado como el lobo apareció sin avisar y arrasó las casas de paja y de madera en un instante. La casa de ladrillos, por el contrario, aguantó y pudo dar cobijo a los habitantes de las otras casas mientras se activaba el Plan de Emergencia.
Evaluando los daños ocasionados y desarrollando las lecciones aprendidas, se vio que los Project Managers habían tenido una actitud muy distinta respecto a los riesgos, tanto a nivel de identificación y análisis, como del Plan de Respuesta:
El Negligente: el primer Project Manager había llegado accidentalmente a la Dirección de Proyectos y, por desconocimiento o por omisión, no realizó ninguna gestión de riesgos. Igual que el avestruz, escondió la cabeza para no ver los peligros, como si realmente no existiesen.
El Temerario: la formación y experiencia en gestión del segundo Project Manager le permitieron reconocer el riesgo, pero decidió dedicarse a cosas más urgentes o simplemente ignorarlo, confiando en que nunca aparecería. Curiosamente, el error más frecuente que un equipo de proyecto comete en relación a la gestión de riesgos es que después de identificarlos, no hace nada al respecto.
El Responsable: el tercer Project Manager, mucho más experimentado, entendió desde el principio el impacto que podría ocasionar el riesgo por lo que, a pesar de que la probabilidad de que sucediera era incierta, decidió condicionar todo el proyecto, tanto en el diseño como en los objetivos de coste, plazo y calidad.
Viendo el final de la historia y que únicamente fueron felices y comieron perdices en uno de los escenarios, la moraleja de esta fábula podría ser: “asegúrate de que el lobo no te coja desprevenido”, que trasladado al lenguaje de los Proyectos quiere decir: “¿podemos asumir el coste de no realizar una gestión eficaz de los riesgos?”
Y vosotros, ¿qué moraleja le pondríais a esta historia?