Ocurrió en Alemania, pero podría haber sucedido en España o en cualquier otro país en los que cada vez hay más radares de velocidad, y aunque no ha tenido ninguna consecuencia, es una prueba más de la falibilidad de los radares que, incluso estando bien calibrados, pueden llevar a engaño y con ello acabar multando a alguien de manera incorrecta.
La falibilidad de los radares queda demostrada
DEMOSTRADO: la falibilidad de los radares es un hecho
En esta ocasión nadie ha sido multado, así que no hay perjudicado. Y no hay multado porque en la foto realizada por el radar no aparecía ningún vehículo. Así de sencillo.
La zona está limitada a treinta kilómetros hora y el radar hizo la foto indicando que el causante iba a cuarenta y tres kilómetros hora. Ocurría en Pirmasens, una localidad alemana de cuarenta y dos mil habitantes muy cerca de la frontera con Francia.
Cuando los agentes vieron la fotografía no entendían lo que había ocurrido. ¿Las luces que aparecián en la foto eran las de un vehículo fantasma? No, se trataba del propio flash del radar. ¿Por qué había hecho la foto el cinemómetro si no había ningún vehículo por los alrededores?
La respuesta llegó cuando uno de los agentes se percató de que en la fotografía había un periquito. Sí, el que iba a cuarenta y tres kilómetros hora en vuelo rasante no era un vehículo a motor, sino un periquito al que nadie detuvo para hacerle la prueba de alcoholemia.
Está claro que es una anécdota simpática sin importancia… ¿O sí que la tiene?
Si en ese momento hubiera pasado un vehículo por delante de la cámara circulando correctamente a treinta kilómetros por hora, el radar hubiera saltado igualmente y nadie hubiera puesto en duda que el vehículo iba a cuarenta y tres kilómetros hora. Hay que tener en cuenta que el pájaro apenas se ve y si lo han detectado ha sido ante la extrañeza de que no hubiera ningún vehículo en la foto; de otro modo hubiera pasado desapercibido para todos, excepto para el radar.
Pues ya saben, eso también puede ocurrir, acabar multado y sin puntos por culpa de un pájaro.
Ramón Cerdá